sábado, 18 de enero de 2014

Del último intento deste escriba por saberlo todo, y del convencimiento que tal industria suele ser tan soberbia como inútil



                                                                                                                            Escriba Medieval

Amados Cofrades: antes de narraros mis andanzas por algunas comarcas lejanas y no siempre pequeñas, debo manifestaros mis buenos augurios para este año de 1514 que ha poco començado. Verdad es que cada inicio los hombres renuevan esperanzas, y que no siempre tales expectativas se cumplen, mas, mala cosa sería no pensar positivamente en torno destos asuntos de la vida, pues en definitiva nuestro paso es tan efímero que tonto fuera actuar como si acá nos quedáramos eternamente.
Recordad entonces las palabras del filósofo Bías –uno de los siete sabios de Grecia- quien al ver amenazada su ciudad de Priene por el ejército de Ciro y mientras los ciudadanos huían cargando sus riquezas, les dijo al ser reconvenido por los vecinos por no hacer ningún preparativo: “Omnia mecum porto” (llevo todo lo mío conmigo).
Dese modo, Nobles contertulios, cargando en mis alforjas algo de queso, una hogaza de pan y un odre de vino, abandoné mi morada para echar una mirada (¿quién dice que no sea la última?) a los hombres y mujeres de otras comarcas y conocer desa guisa los modos y costumbres en que utilizaban o gastaban sus existencias.

No obstante os advierto que no habré de cansaros relatando cada encuentro con otras gentes o describiendo aldeas y pueblos visitados, primero porque no sería prudente aburriros dese modo, y segundo porque mas allá de adaptaciones geográficas y raíces étnicas, los hombres contienen en esencia las mismas virtudes y defectos así sea que vivan en los helados países del norte o en las tórridas selvas tropicales.
Una de las aventuras que deseo relataros trátase de la visita a un pueblo donde –llegado que hube un día- realizábase una justa de Arte. Habíanse allí reunidos un centenar de escribas, pintores, músicos, y talladores variopintos para poner sus creaciones a consideración de un grupo de críticos expertos que juzgarían la calidad de cada artista. Por otro lado congregáronse otros artistas que no participaban de la Justa, gentes del pueblo, y funcionarios de Palacio, quedando entonces instalados dos Consistorios, el primero dellos secreto, y público el segundo.
En el primero fazían todos juramento de juzgar derechamente y sin parcialidad alguna según las reglas del Arte, qual era la mejor de las obras allí esaminadas. Leídas tales consideraciones por un escribano, cada uno dellos anotaba los vicios y virtudes en ellas contenidos. E así que todas requeridas era fallada la que carecía de vicios o por lo menos tenía menos cantidad dellos, y que sería merecedora de la joya establecida como premio.
En el segundo Consistorio y tras facer igual trabajo, anotóse el ganador de la presea, asunto que no fue nada fácil y logróse luego de árduas discusiones en las que por momentos temióse la salida de una daga de su vaina. Aquietáronse sin embargo las aguas procelosas de los egos en pugna y todo concluyó sin que gota de sangre cayera entre las piedras de aquel pueblo.
Culminado que hubo tal evento marchamos todos a Palacio donde habría de conocerse el resultado de la Justa. Allí instalóse la ceremonia presidida por un moço, con ministriles y trompetas, confites y vino.
Naturalmente podría contaros detalles de tal acontecimiento, mas no creo que tal industria sea realmente de interés para vuesas mercedes. Sí deseo deciros que –abrumado por la presencia y abundancia de cortesanos y alcahuetes palaciegos- busqué tempranamente la salida hacia las caballerizas y huí hacia los aledaños suburbanos en procura de una taberna donde beber una copa de vino pisado por jóvenes aldeanas.
Instalado que me hube en tal lugar y sentado en una mesa en las penumbras de un rincón, deleitéme con el canto de un ignorado trovador cuyas virtudes superaban largamente las exhibidas por el ganador de la joya instituída por el Rey.
Y fue al otro día después de haber descansado mis huesos en una posada cercana que torné a caminar por las calles empedradas de la aldea. Allí ví excelsos pintores faciendo sus obras en cualquier esquina mientras los campesinos pasaban con sus azadas hacia los campos circundantes; a los molineros marchando a moler el trigo y a las lavanderas que portaban atados de ropa en sus cabezas.
Fue entonces que la duda se instaló una vez mas en mi cabeza y corazón, al no poder establecer dónde se encontraba la verdad, si en las creaciones de los artistas de palacio o en las viscerales expresiones de los anónimos trovadores callejeros. ¿Acaso ha sido vano el esfuerzo deste anciano en hurgar en antiguos pergaminos? ¿Es que tal asunto no ha cumplido con el anhelado fin de encontrar la sabiduría?...
Con mas dudas que certezas partí al otro día hacia lejanas comarcas luego de gastar algunos maravedíes en un viejo burro que pese a sus años no advertía por escaso mi peso sobre el lomo.
Dos meses anduve por caminos, senderos de montaña y verdes valles. Hablé con eremitas, Caballeros, siervos y lacayos. Compartí con borrachos en tabernas de mala muerte y escuché las quejas de mujeres que cambiaban un rato de amor por algunas monedas en mugrientos lupanares, hasta que decidí regresar a mi morada.
Y acá estoy, tal como me fui, con las mismas certidumbres e igual cantidad de interrogantes que al partir, decido a continuar hurgando en viejos pergaminos, a sacudir el polvo de antiguos papiros, a descifrar las palabras de los grandes Escribas para encontrar que todo lo que fuíme a buscar quizá se resuma en estos versos: “¡Benditos aquellos que con el açada/ sustentan su vida e viven contentos/ e de quando en quando conosçen morada/ e sufren pacientes las lluvias e vientos!/ Ca éstos non temen los sus movimientos/ nin saben las cosas del tiempo pasado/nin de las presentes se fazen cuidado/nin las venideras do han nasçimentos/”.



Moraleja:

               Non puede hombre alguno huir de sí mismo y tampoco puede conocerlo todo, intentar facerlo lo lleva al abismo, y morirá ignorante…sí… de cualquier modo.

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