lunes, 18 de julio de 2022

Programa Segunda Mirada - CV 10 Mercedes


 

sábado, 2 de julio de 2022

TALLER AL SUR- exposición en Pinacoteca Eusebio Giménez (Mercedes, junio 2022)


 

sábado, 7 de abril de 2018


Una  tertulia  mundana,  del  mundo  y siglos  humanos  sumados




Amistad,  historias corrientes, de  experiencias de gente,  de  arte  de  antigua  y contemporánea  juventud  creativa,  de  un  mundo recorrido…   
Todo ello estuvo aquí  en nuestro  hogar,  junto  a  mi  familia y  yo  alegrándonos  emotivamente  en la clara y brillante tarde  de marzo…  
Resultado de imagen para roberto  sari torresJusto  en  un  momento del  tiempo,  mucho  más  amable  tras un largo,  caluroso, soleadísmio  y sequísimo  verano 2018.

Roberto Sari  Torres


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Por la calle Timbó llegaron  Nico Giornado, audaz viajero,  laburante  buscavida  por la  vieja Europa, y  ahora  arraigadas  las  velas ,  dejó  su  nao surta en la  ribera sansalvadoreña.
Aldo García Calvo (y la señora  Nery)  llegaron  por  acá  el día  que  este  nieto de  aquel viejo  asturiano  fundador  del  barrio natal, allá  por  1930, cumplía94 años. Este  empedernido  viajero  por  el mundo,  por  una tarde  echó   anclas  en la “rada” de  la calle Timbó,  250  metros  al  Noroeste de la casa  fundadora  de  Florentino Calvo.
Con  ellos  llegó Dino Ciarlo -el “Dino Milonga  de pelo largo”-  adjunto  a  su  guitarra  cargada  de  gloria,  memoria  e  historias  culturales -musicales del  Canto Popular   uruguayo  y latinoamericanista .
Otros  grandes  anteriores  la  tocaron  respaldando  musicalmente,  miles  de  canciones  en incontable  discografía, recitales y  variopintos  festivales y encuentros de canto  y la  música que  a todo  oriental  lo  identifica  e  interpreta.
Resultado de imagen para dino  gaston ciarloEn  manos  de Dino  ahora tal  heredad  encontrada  acompañó  el lindísimo  recital  con el que  en los breves 13metros cuadrados de la  salita de casa,  el gran cantautor nos  saludó   y nos emocionó con “Milonga  de pelo largo” y el sostén musical de  su  histórica  guitarra, el Dino  puso  una  llave  de  oro  a la tertulia  de la tarde  de marzo,  allá  donde  vivo,  dominio  oriental  de Dolores territorial  al Noroeste de l barrio Calvo.
Don Aldo, Nery,  Nico, Dino… los que hicieron  de  una tarde,  vieja ya porque ya pasó,  un momento  humanamente  encantador  e  inolvidable.
Anochece  ya, en el hemisferio. En el  volumen  de la salita quedan los ecos  del  conversar   de la amistosa  tertulia; de los cuentos   de la realidad o  parecidas  a  ella; del  cantor  y la  música de  esa guitarra  que  guarda  en su  madera la heredad melodiosa  con que  temporales  y soles  nutrientes del  agua y de la tierra  montarás  donde  creció  el  árbol  y el  arte del carpintero,  del lutier, la guitarra del Dino  le   dieron  la  alta distinción   de su  calidad   y calidez  musical.
La  luz  de la lamparilla  se  refleja  en la oscura  botella vacía  sobre la mesa.  Los amigos  se  marcharon con la nostalgia  que  marcarán  los presentes sucesivos,  por  una  tarde  coloquial del pasado  en un lugar  de  la ciudad  y  en el  barrio Calvo (representado por  el  propio nieto de  Florentino). 
Titiritero  de  circunstancias  el destino  parece  mover  las  vidas  humanas  a  su  antojo.  Pero  no;  sólo  nosotros  tenemos la capacidad de  mantener  a los  protagonistas  de  una  escena  como  esta en el lugar  del  tiempo  de los mejores  recuerdos   que el  sentimiento tiene para guardar  “sus hoy”,   justo  un  instante antes  que “los mañanas”  los  sustituyan.




martes, 31 de octubre de 2017

Viglietti, un cantor para leer

Aldo Roque Difilippo

Daniel Viglietti (Montevideo, 1939-2017) se nutre del folklore tradicional, asumiendo una propuesta académica, como pocos, pero no exento de la sensibilidad popular. Algo que lo convierte en una extraña y atractiva mezcla de poeta depurado y cantor popular. Algo que incluso ha llevado a algunos críticos a comparar su propuesta musical y poética con la impuesta al tango por Astor Piazzolla, o como lo afirma Elbio Rodríguez Barilari: “Después de Gardel (Viglietti), sigue siendo el músico uruguayo más conocido por el mundo”. Con una marcada posición política de izquierda, reflejada en sus textos. Si bien la ideología política de Viglietti puede o no ser compartida, la estructura de sus textos lleva al reconocimiento, ante la belleza
Danilo Cardona (derecha), Aldo Difilippo (izquierda), junto  a Daniel Viglietti  en casa  de  Héctor Rodríguez Cacheiro, Mercedes, 1993
poética-musical. Inclusive las composiciones “panfletarias” como “El Chueco Maciel” o “A desalambrar”, tienen la belleza rotunda de texto y música que aplasta cualquier argumento de sus detractores.
“Te contaré una historia / amarga o más. / Te la canto por eso / y que caray. / Era Van-Dig la aldea / allá en Vietnam. / Era, digo, una escuela, / no digo más. / Vinieron por el aire, / vuelo mortal. / Quedó sólo un cuaderno, / no digo más” (“Dinh-Hung, Juglar”).
 Contemporáneo al nacimiento del “canto popular” y sus cultores más destacados, a diferencia de ellos, Viglietti fue tomando diferentes elementos hasta conformar un estilo para nada convencional para los cánones folclóricos en su sentido más ortodoxo.
“A fines del ‘60 es todo un guitarrista”, agrega Rodríguez Barilari. “Lo recuerdo siendo todavía un niño, en un concierto del Centro de Protección de Chóferes haciendo Milán, Sor, Bach, Villa Lobos...”.
 En una  de sus  visitas  a  Mercedes, en una rueda informal entre amigos, tras su concierto, nos contó de sus primeros años de guitarrista junto a su padre, haciendo tangos en las fonoplateas radiales. Todo ello confluye en su propuesta musical y poética, convirtiéndolo en un cantor para leer.
 A diferencia de sus contemporáneos, las letras de Viglietti se develan en la intimidad de la lectura, en tanto sobre el escenario, el ritmo de música y texto permiten otra lectura a profundizar al leer el texto.
 Quizá por ello su producción no es extensa, aunque sus discos son vendidos por miles. “Soy lento”, nos dijo ante la casi exigencia sobre una producción discográfica mayor. Una lentitud influenciada quizá por la meticulosidad de sus textos.
 Esdrújulo es el más claro reflejo de esa conjunción entre el guitarrista y el poeta, donde confluyen la música antigua y la milonga, sus fuentes, que por evolución, o nuevas premisas, le han llevado a virar en algo la estructura de sus poemas. Nos encontramos con un Viglietti menos directo, donde la sutileza juega un papel preponderante en la seducción del público. Un trabajo rotundo en conjunto, con temas tales como “Canción para armar” de una sutileza tal que ni por asomo se acerca al golpe bajo al abordar un tema tan atroz como la tortura: “...la cabeza bajo el agua / como un pez de branquia rota / te recorre hasta la infancia / te encapucha la alegría / no esperaba esto que espero / de codos bajo la noche / en el día lastimado / nadie sabe qué le espera”.
 Esa confluencia entre las diferentes tendencias musicales que conviven en la creación de Viglietti y los estilos más tradicionales de este suelo, se reflejan en “La llamarada”, por ejemplo, cuando el poeta canta “El sueldo de un pión carrero / nunca se debe aumentar, / pa que valore el dinero / y no aprenda a malgastar. / Los piones, dijo el dotor, / no son hombres delicaos, / a ellos no le hace el dolor / porque están acostumbraos”; con una base rítmica poco tradicionalista para el lenguaje utilizado.
 “La canción de Trilce” (su hija), es un exponente de la fusión de un texto, si se quiere pueril, con una musicalidad difícilmente igualable: “tan chiquí / tan chiquita que es la tierra / si la mi / si la miran desde el sol / tan chiquí / tan chiquita que es la infancia / cuando vi / cuando vino se escapó”.
 Algo que en otros autores se trasunta en una conjunción entre un texto sencillo y una base rítmica de corte tradicional, y que en Viglietti se colma de timbres musicales emparentados con la sonoridad del idioma y su métrica.

(*) la fotografía corresponde al año  1993, y  fue  realizada por Héctor Rodríguez Cacheiro.


Durante la inauguración del Espacio Memoria de  Mercedes
- 10 de diciembre 2016-


Viglietti: “Sigo cantando por la urgencia de ESTA ENTREVISTA FUE EN EL MARCO DE UNA DOBLE PRESENTACIÓN QUE EFECTUÓ MESES ATRÁS EN LA CIUDAD DE BUENOS AIRESViglietti: “Sigo cantando por la urgencia de hacer un mundo más justo”hacer un mundo más justo”


La última entrevista que fuera publicada en LA REPÚBLICA a Daniel Viglietti fue el 11 de febrero de este año y fue la que concedió a la agencia de noticias estatal argentina Télam, en el marco de su regreso a la escena musical porteña con dos recitales en la Sala Caras y Caretas para presentar lo que definió como “canciones donde memoria y futuro bailan juntos”.
El cantautor, que era una consecuente voz de la canción popular latinoamericana, sostuvo en la oportunidad que “es como si hubiera un conjunto de ideas y sentimientos que llega conmigo a interpretar canciones que me vienen de la sensibilidad que me trasmiten gentes que se resisten al olvido. Gentes que defienden su amor a la verdad y su confianza en que llegará un día en que en el horizonte social será como una explosión de luz”.
El trovador, que aún tenía 77 años –ayer cuando falleció ya había cumplido los 78-, legó canciones emblemáticas como “A desalambrar”, “Canción del hombre nuevo”, “Declaración de amor a Nicaragua”, “A una paloma”, “Esdrújulo”, “Che por si Ernesto” y “Esta canción nombra”, por citar apenas algunas.
Aunque está habituado a los reconocimientos ¿Cómo vivió haber recibido la Orden de las Artes y de las Letras de parte del gobierno francés?
Me emocionó porque una parte de mi vida, los años de exilio, los viví en Francia, y porque mi madre, la recordada pianista Lyda Indart, vivió allí muchos años, adquirió la nacionalidad, como yo lo hice años más tarde, y me trasmitió su cariño por ese país que aprendí a sentir también como mío.
Además allá viven mi hija Trilce y mi nieto Gaspar, que cumple ahora un año. Y allí conocí a mi actual compañera, la psicoanalista mexicano-francesa Lourdes, y a la madre francesa de mi hija, Annie.
Y tuve amigos franceses muy solidarios. Cuando en Montevideo el embajador de Francia me otorgó esa condecoración, agradecí lo que sentí que me venía de la Francia del histórico resistente Jean Moulin, del cantor anarquista Leó Ferré, de un Jean Paul Sartre –que fue uno de los que firmó por mi libertad cuando estuve preso en Montevideo en 1972- de un Frantz Fanon, de una Marguerite Duras, autora del guión del filme “Hiroshima mon amour”.
Bueno sentí que esa condecoración me venía de la Francia libertaria, desde tantos seres con los que he compartido y comparto una concepción de la vida basada en un proyecto de verdadero socialismo.
¿Cambió su manera de enfrentar un escenario con el paso de los años?
Más que enfrentar el escenario, más bien me ubico en él. Mantengo mi estilo de atril y banquito, luz casi fija y entre canción y canción voy agregando palabras, situando las temáticas. Todo eso mientras respiro lo que me llega del público, que en general es un silencio atento y entrañable. Trabajo, musicalmente hablando, con claroscuros, trato de manejar muchos matices en la voz y en la guitarra.
Y también con contrastes en la narrativa que va surgiendo del recital. Allí pueden convivir una canción de cuna, como “Negrita Martina”, que ha sido versionada en Argentina por Mercedes Sosa y Liliana Herrero, entre otras voces, y “Ojaleando”, una suerte de resumen de algunos de los problemas que atravesamos los que nos mantenemos con la conciencia despierta en estos tiempos en que hay que seguir trabajando y cantando por una justicia verdadera.
¿Qué cosas lo motivan a seguir componiendo y cantando?
Es cómo si me preguntaran por qué respiro. Es una necesidad casi biológica, aunque te confieso que no soy de los que están todo el día concentrado en la música. Necesito salirme periódicamente de la condición de cantautor. Alguna vez he pensado que si por alguna razón no continuara cantando y componiendo -lo que da más trabajo que cantar- yo sería escritor, cineasta o psicoanalista, vaya a saber.
Todos caminos vinculados a una interpretación de la realidad con pluma, cámara o diván. Al decirlo me doy cuenta de que siempre se trata de conexiones con lo exterior, con los semejantes y su aventura de vivir luchando por lo más justo. Pero no soy ni escritor, ni cineasta ni psicoanalista.
Soy lo que soy, que no sé bien cómo definir, aunque si pienso en mi larga actividad creando programas de radio o de televisión, suele decirse comunicador, puede ser. Uno es muchos, y muchos paran la oreja para oírlo a uno. Desde esa dialéctica sigo dando gracias a la vida. Y a los amigos y amigas de Argentina, que no son pocos. No digo nombre ni seña, sólo digo compañeros.
¿Cómo definiría la actualidad de la canción social?
Las definiciones son todo un problema. Canción-protesta en una época, luego canción comprometida, a veces canción testimonial, aquí canción con fundamento. He terminado por adoptar el término con que titulo mis trabajos actuales: “Canciones humanas”. Pueden ser de opinión, de conciencia, de amor, de paisaje, de reflexión sobre el interior de nosotros mismos, pero que siempre nacen de una sensibilidad compartida con los que porfiadamente seguimos imaginando un mundo diferente.
¿Sobre qué cuestiones considera que hay que seguir cantando?
La realidad siempre va respondiendo esa pregunta. Uno canta apoyando las causas de los pueblos que resisten, como la Cuba que sin Fidel sigue su camino, como la Venezuela bolivariana, como los procesos de Bolivia, de Ecuador, de nuestro Uruguay, donde en medio de políticas progresistas hay que enfrentar la impunidad, ejercer justicia con los represores de la dictadura, avanzar mucho más en eso, como ocurrió en los últimos años en la Argentina.
Uno no es una máquina editora de canciones “políticas”, me parece que hay que tratar de ser leal a uno mismo, no traicionarse, saber que dentro somos un país con aduanas, con precipicios, con maravillas, con trampas. Adentro, en las entrañas del día a día, también hay un combate entre la memoria y el olvido, el valor y la cobardía, entre la transparencia y la niebla, entre el dolor y la alegría, todas parejas que bailan juntas este vals de estar vivos.

http://www.republica.com.uy/

Cinco canciones fundamentales de Daniel Viglietti

Un repaso a piezas clave de la obra del cantautor, que murió ayer a los 78 años
Daniel Viglietti murió ayer a los 78 años, y dejó una trayectoria que incluyó 12 discos de estudio y decenas de canciones, algunas de las cuales han pasado desde su publicación al cancionero popular uruguayo. Canciones indiscutidas, más allá de ideas políticas, simpatías intelectuales o gustos musicales.

Esta es una selección de apenas cinco de esas composiciones. Algunas son de las más populares, si, pero no por ello dejan de tener un valor musical, histórico y cultural relevante.

El viento


En 1963, Viglietti publicó su primer discoCanciones folklóricas y seis impresiones para canto y guitarra, donde marcó algunos elementos clave de su estilo personal. El músico y periodista Andrés Torrón destaca en el capítulo dedicado al disco en su libro 111 discos uruguayos la fusión particular del folclore (influido sobre todo por artistas como Atahualpa Yupanqui), los compositores impresionistas como Ravel y la balada tradicional que plantea el uruguayo, algo patente en canciones como esta.

A desalambrar



Probablemente la canción más conocida de Viglietti, fue parte de Canciones para el hombre nuevo, de 1968, grabado en Cuba. Ya en este momento de su carrera, el artista se había volcado hacia una faceta más folclórica, además de consolidarse como un cantante político, asociado a la ideología de izquierda, como muestra este tema, un claro ejemplo de la canción de protesta que luego sería versionada por artistas como Víctor Jara, el sueco Jan Hammarlund, y artistas de todo el mundo.

Yo no soy de por aquí



Parte del disco Canto Libre, lanzado en 1970, esta canción destaca por reunir a Viglietti con el poeta y compositor tacuaremboense Washington Benavides (fallecido en setiembre de este año), uniendo así a dos nombres clave del movimiento del canto popular uruguayo. La historia de un hombre que busca un lugar ideal, y que en caso de que no exista busca ayudar a crearlo, de tono idealista y marcada por un arpegio de guitarra, un rasgo compartido por otras composiciones del autor.

Gurisito


Otro de los éxitos de Daniel Viglietti, se publicó por primera vez en Canciones chuecas, disco de 1971, en el que se mantiene la postura musical y política del artista, y en el que también defiende la lucha armada de movimientos como los Tupamaros. Esta canción tiene un tono más optimista y alegre, con un trabajo de guitarra más animado, rasgado y el acompañamiento de la percusión y el bajo, alejando a Viglietti del trabajo a guitarra y voz que desarrollaba hasta ese momento.

El Chueco Maciel



También parte de Canciones Chuecas, se trata de una canción particular por dos factores. El primero, es que se basa en un personaje real, un ladrón procedente de Tacuarembó que repartía su botín con sus vecinos y que fue muerto por la policía en 1971, cuando tenía 20 años. El segundo es que la estructura y el sonido de la canción se vincula también al rock, un género que Viglietti apreció, defendió y difundió durante toda su vida y carrera.

https://www.elobservador.com.uy/








lunes, 9 de octubre de 2017

La  bienal de  Teatros  del  Interior  lleva  el nombre  de Enrique Sena

 
El  evento organizado por la Asociación de Teatros del Interior  recordará la  figura  de Enrique Sena De León, fallecido en enero  de  este  año.


La  bienal  de Teatros  del  Interior  que se  realizará el próximo fin  de  semana  en  Paysandú llevará el  nombre  del  director  y actor Enrique Sena De  León.  Como  se  sabe  este  evento  es  organizado  por la  Asociación de Teatros del Interior (ATI)  de la  cual   Sena  fue  directivo  y ferviente  defensor.
Este  año  el encuentro  de  teatristas  del  interior  llevará  el  nombre  de  Enrique Sena De  León, director y  actor de Santa Catalina  y quien por  muchos  años   dirigiera  el  Grupo Teatral Cardona.  La  16ª Bienal de Teatros del Interior  recordará  su figura  y  trayectoria  y la de la actriz, docente y gestora cultural, María Emma Núñez, Directora del Grupo de Teatro “La Mancha” de Maldonado, desaparecida físicamente en setiembre pasado.


El  programa   que  se  desarrollará en la  16ª Bienal de Teatros del Interior   es  el  siguiente:
Viernes 13: hora 19:30, Del Patrimonio – Espacio Cultural Arteatro, obra “17 minutos”.
Hora 21.30, Pilares en Auditorio Municipal, obra “Historias encontradas”.
Hora 23, La Farola, Espacio cultural Arteatro, obra “Los Guapos”.

Sábado 14: hora 18, Eslabón – Auditorio Municipal, obra “Mi familia”.
Hora 20, Centro Regional Maldonado, Espacio Cultural Arteatro, obra “Súper Man, todas son mis hijas”.
Hora 21.30, La Mancha, Auditorio Municipal, obra “El cartero de Neruda”.
Este día se realizará el desfile de los grupos por 18 de Julio y el tradicional concurso de Estatuas Vivientes.
Domingo 15: hora 17, El Garaje – Espacio Cultural Arteatro, Obra “Adiós, mundo cruel”.
Hora 18.30, Sin Fogón, Auditorio Municipal, obra “Animas de Día Claro”.
Hora 20.30, Babilonia (lugar a definir), obra “Los Descreídos”.


Enrique Sena De  León  fue   colaborador  de HUM  BRAL desde la primera época, y  un   ferviente impulsor  de  iniciativas culturales del departamento.


viernes, 29 de septiembre de 2017

Eduardo Mileo:

 “Desembarqué en la tierra cuando descubrí la injusticia, el abandono, la humillación




Entrevista realizada por 
Rolando Revagliatti


Eduardo Mileo nació el 4 de julio de 1953 en Buenos Aires, ciudad en la que reside, en la Argentina. Fue docente de Anatomía de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires en el lapso 1996-2005. Desde 1978 ejerce su condición de corrector, jefe de correctores, coordinador editorial y editor de decenas de revistas, diarios y editoriales (“El Péndulo, “Mutantia”, “Sexhumor”, “Ñ”; “Crítica de la Argentina”, “Página 12”, “Clarín”; Grupo Editor Latinoamericano, Ediciones de la Flor, Fondo de Cultura Económica, Sociedad de Bibliófilos Argentinos, Alfaguara, Taurus, Aguilar, entre otros). Fue jefe y secretario de redacción de las revistas “Juegos & Co.” y “Babel”, respectivamente. Fue miembro del consejo editorial de la revista de poesía “La Danza del Ratón”. Obtuvo el Primer Premio de Poesía del Fondo Nacional de las Artes en 2001 y el Tercer Premio de Poesía del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en 2014. Con Gabriela Franco y Javier Cófreces fue antólogo y prologuista de “Última poesía argentina” (2008) y “Primeras poetas argentinas” (2009); con Javier Cófreces, lo fue de “Un palmar sin orillas” (poemas de Francisco Madariaga, 2009); y lo mismo, ya como único responsable, de la antología de poetas argentinos del siglo XX, década de 1990, “Otro río que pasa” (2011). Fue incluido en “Una antología de la poesía argentina (1970-2008)” (selección de Jorge Fondebrider, 2008) y en “200 años de poesía argentina” (selección de Jorge Monteleone, 2010). Editó los discos “A boca de jarro” (2005) e “Irala, sueño de amor y de conquista” (2010) junto al compositor Raúl Mileo. En 1991 se publicó su pieza teatral “Misa negra” (en coautoría con Alberto Muñoz). Entre 1982 y 2015 publicó los poemarios “Quítame estas cruces”, “Tiendas de campaña”, “Dos épicas” (en coautoría con Alberto Muñoz), “Puerto depuesto”, “Mujeres”, “Poema del amor triste”, “Poemas sin libro”, “Muro con lagartos”, “Poemas del sin trabajo”, “Los frutos del apetito” (en coautoría con Javier Cófreces), “Titanes” (en coautoría con Javier Cófreces y Alberto Muñoz), “Bestias pop” (en coautoría con Rafael Mileo) y “Tinta amniótica” (selección de textos de “Muro con lagartos”, Ediciones Pen Press, Nueva York, Estados Unidos).
   


      1 — Residís en el populoso barrio de Balvanera pero naciste en el ahora más bien residencial barrio de Villa Pueyrredón.


          EM — Y en una Buenos Aires muy diferente de la actual, más tranquila y solidaria. Veo aún la carreta con canastos de mimbre, sillas, plumeros, trastos de todo tipo. Veo los caballos abonando el pavimento, los adoquines afiebrados de sol, la fina hierba creciendo entre las piedras. Terrenos baldíos, como el ocio, enmascarados por el pequeño trajín público, los pocos vecinos, el olor de la noche con grillos y luciérnagas. Parece mentira, pero esto sucedía en la ciudad hace cincuenta años. Ahora el paisaje es más vertiginoso: el elástico neumático reemplazó a la rígida rueda de madera; la fibra óptica cruza a latigazos el cielo ciudadano, las autopistas elevan su sordera sobre el bullicio.
          Mi padre fue un obrero del vidrio, trabajador en la industria de los letreros de neón. Mi madre, un ama de casa, que había querido ser profesora de francés, pero terminó siendo modista, como quería mi abuelo.
Eduardo Mileo con Alberto Muñoz 
          Vi el desembarco del hombre en la Luna cuando era un adolescente que recién se iniciaba en los misterios del lenguaje, y en otros misterios no menos lingüísticos. Pero también desembarqué en la tierra cuando descubrí la injusticia, el abandono, la humillación. Desde ese momento luché contra esas formas lamentables de lo humano.
          Me recibí de bachiller en el Colegio Nacional de Buenos Aires y comencé a estudiar Medicina. Aunque no llegué a recibirme, fui docente de Anatomía durante diez años en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, y también en la Universidad de Morón y en la Universidad Austral. Mi relación con la medicina siempre fue una suerte de amor postergado. Tuve que dejar la carrera debido a la muerte prematura de mi padre (tenía 43 años cuando murió), y abandoné la facultad cuando la tristemente célebre dictadura militar de 1976 tomó el poder. Mucho tiempo después volví a retomarla, especialmente para estudiar Anatomía, materia que siempre me apasionó, y para dedicarme allí a la docencia: fui miembro del Departamento de Docencia y coordinador de la Escuela de Ayudantes de la III Cátedra de Anatomía de la Facultad de Medicina de la UBA.


          2 —  ¿Puedo nombrarte a Galeno, Aristóteles, Erasistratus, Andrés Vesalio, Leonardo da Vinci, Paracelso, Pedro Jaime Esteve, Eustaquio…?

          EM — Sí, nombres, si bien disímiles entre sí, que tienen un común denominador: su dedicación a la ciencia, en especial a la ciencia médica. Siempre tuve un amor especial por esa profesión, a la que veo, con razón o sin ella, como altruista.
          El “De humani corporis fabrica”, de Vesalio, debe ser uno de los primeros libros de anatomía publicados. Juan Valverde de Amusco, un contemporáneo suyo nacido en España, es también un destacado anatomista, autor de “Historia de la composición del cuerpo humano”. Los dos tienen en común la presentación de disecciones como si se tratara de una puesta en escena: los cadáveres disecados están dibujados en poses teatrales, apoyados sobre tarimas en algunos casos, o sosteniendo su propia piel como si fuera un abrigo que acaban de sacarse. Artificios para burlar a la muerte, o para prolongar la dignidad del cuerpo vivo en el inerte. Los más modernos son más realistas: el “Tratado de anatomía humana”, de Léo Testut, ya no ofrece esa visión, sino que se destaca por sus descripciones, de una minuciosidad extraordinaria. Es notable, pero su relato te hace ver los rincones más recónditos del cuerpo en tres dimensiones. La “Anatomía de Gray” está en la misma línea, pero se actualiza constantemente, agregando los últimos descubrimientos en histología o en fisiología, especialmente en el apartado de neuroanatomía.



          3 — “Tiendas de campaña”, de 1985, según leo en la contratapa, “está basada formalmente en la unidad de los cuatro libros que contiene: “Ánforas”, “El fuego circular”, “Címbalo natal” y “Personas de la sombra”.
 
Eduardo Mileo con Alberto Muñoz - en 2012
          EM — 1984 fue un año de gran producción poética en mi vida. Llevaba una carpeta de cartón, de las que tienen forma de caja y se cierran con un elástico, llena de hojas A4 con poemas, más de quinientos. De esa hipérbole productiva salió “Tiendas de campaña”. Los poemas que contiene profesan estéticas diversas y por esa razón fueron agrupados en cuatro libros. Allí ofician como partes de uno solo. Parece que la estrechez económica propende a la unidad. “Ánforas” está compuesto por trece grupos de dos poemas cada uno titulados con números romanos: un poema en página par desarrolla un estado de acción, el modo en que un personaje se enfrenta a su realidad en varias situaciones existenciales; el otro poema, enfrentado en página impar, es una suerte de haiku que sintetiza la acción. “El fuego circular” contiene poemas que navegan en una angustia erótica. El cuerpo se despedaza y vuelve a juntarse en un movimiento ondulante. Las aguas se agitan, se calman, son una y varias en el vaivén. En “Címbalo natal”, la infancia duerme su larga siesta vigilante: el espejo de la paternidad nos refleja, y en los hijos por venir somos nuestros padres que están a punto de tenernos. “Personas de la sombra” trata de la imposibilidad de nombrar; las cosas escapan de las palabras y éstas se ven obligadas a inventar el mundo.
          En líneas generales, mi primer libro, “Quítame estas cruces”, respondía a la necesidad de enfrentar una época de absoluto oscurantismo, como fue la de la dictadura militar de 1976-1983. Son textos generalmente más largos, más crípticos; gritos que buscan su cuerpo para actuar. “Tiendas de campaña” emerge de esa época y es un cuerpo fragmentado en el tiempo y el espacio, y también —por qué no— mutilado. Un cuerpo que, como el de Túpac, apunta sus miembros deshechos a los cuatro puntos cardinales. Una pregunta que se responde en silencio. 
 
Eduardo Mileo con Carlos Alberto Petrillo y Mauricio Fau

          4 — Compartamos con nuestros lectores, Eduardo, del prólogo a “Dos épicas”, su demoledora frase final: “En una época sin ética las virtudes no se celebran: se padecen”.

          EM — Un sistema cuya ética es la maximización de la ganancia no puede sostener los valores que su propia clase dirigente —la burguesía— dice profesar: libertad, igualdad y fraternidad. La burguesía es una clase que dejó de creer en sí misma. En una sociedad explotadora la virtud sólo puede funcionar como ironía o como hipocresía.
 
Eduardo Mileo con Daniela Fiorentino
y Gabriela Franco en 2014

          5 — “Dos épicas”, informemos, está constituido por tu libro “Cangas de Narcea” (“pretende ser un poema épico cuyo héroe es el paisaje”) y por el titulado “La caza del puma”, de Alberto Muñoz.

          EM — “Cangas de Narcea” es un tributo a mis abuelos maternos, asturianos los dos. Es un largo poema en prosa construido por fragmentos que relatan la vida de varios personajes en un pueblo de campesinos. El paisaje tiene una importancia central en el poema y actúa sobre los personajes como uno más. En territorios de escasez, el paisaje, la naturaleza —y la relación que se tenga con él/ella— puede determinar la vida en todos sus aspectos. “Dos épicas” fue el resultado, como también dice el prólogo, de la necesidad: para alguien que vive de su trabajo, publicar no es sencillo, pero si se juntan dos voluntades —y dos amistades— resulta, además, placentero.  




          6 — En 1989 grabaste un casete que yo oí no menos de cinco o seis veces: “Mujeres”. Recitabas poemas del libro que aparecería un año después (y que tendría segunda edición en 2005).
 
Eduardo Mileo con Hernán Schillagi, Diego Roel, Bruno Di Benedetto, Fernando G. Toledo, Ana Lafferranderie, Silvia Castro, Alfredo Luna, etc.
          EM — Ese casete fue editado junto con otros dos: “Historias de la gran boa”, de Javier Cófreces, y “Lo que sale una trompeta”, de Alberto Muñoz, que es un radioteatro. El título, “Mujeres”, que es también el de uno de mis libros, se debe a que en ese casete leo, fundamentalmente, poemas de ese libro. Siempre me interesó la lectura de poesía en voz alta. La tradición oral de la poesía se mantiene, aún hoy, en muchos sitios en Buenos Aires. Es sugerente que, a pesar de que los libros de poemas tienen una venta fantasma, los ambientes de lectura se mantengan e, incluso, se multipliquen. Hay algo en la presencia, en la voz, en el ritual de la palabra compartida, que impulsa a la reunión. La primera edición de “Mujeres” es de 1990. En 2004 escribí los poemas que se agregaron a la segunda edición. Fue un hallazgo comprobar que podía recuperar el tono de aquellos poemas sin esfuerzo. Hoy creo que podría agregar poemas a ese libro en cualquier momento: ese tono está grabado en mí, ha dejado una huella indeleble.
Eduardo Mileo con Javier Cófreces en 2011
 - Foto Mariana Ruddock-


          7 — La edición que yo tengo de “Mujeres” (1990) cuenta con un no anunciado, ni en tapa ni en ninguna página, y por lo tanto inesperado epílogo —“Sonrisa del doblez”—, excelente, de Reynaldo Jiménez. Él afirma, por ejemplo, que tu poesía “se hace abstracta por irradiación de su hiperrealismo”.

          EM — Reynaldo Jiménez es uno de mis poetas preferidos. Generosamente, escribió ese epílogo al libro. Además de un gran poeta, es un crítico agudo, con una visión muy personal de la poesía, que se manifiesta también en su propia producción poética. Esa afirmación es desconcertante, pero sólo superficialmente. Cada poema del libro propone una minibiografía de una mujer, pero en su totalidad podría ser leído como varias situaciones en la biografía de una sola mujer. El lenguaje es sintético y puntual, enfocado siempre a un lugar preciso. Eso podría ser el hiperrealismo que ve Reynaldo. Pero esos caracteres aislados se proyectan, irradian, generalizan en su particularidad: uno puede ver en todas esas mujeres a una sola.


          8 — No lo encuentro en mi biblioteca, pero lo he leído (no sin dificultad), el libro “Misa negra”.

          EM — Esa obra teatral, te comento, estuvo en cartel dos años seguidos en el teatro Babilonia, de nuestra ciudad. Es una obra que creamos Alberto Muñoz y yo. Los textos —salvo una escena— son míos. Alberto compuso las canciones de la obra y la dirigió. No es sencillo escribir teatro, y si se trata de un teatro que no es lineal, algunos de cuyos personajes son pensamientos de un personaje que es mudo, la dificultad crece; y crece más todavía si hay música y canciones que no pueden ser trasladadas al texto. El libro “Misa negra”, entonces, es la transcripción de los textos de la obra, con indicaciones didascálicas que guían al lector sobre los movimientos en la escena. A mí, personalmente, me cuesta mucho leer teatro. Me pierdo fácilmente; tengo que volver una y otra vez para recuperar quién está hablando.

Eduardo Mileo con Javier Cófreces y Alberto Muñoz 

          9 — Dos espectáculos has presentado con tu hermano, Raúl Mileo, compositor: “A boca de jarro” e “Irala, sueño de amor y de conquista”.

          EM — En muchas oportunidades en Capital y en otras localidades del país: nos presentamos en Pergamino (provincia de Buenos Aires), Paraná y Concepción del Uruguay (Entre Ríos), Villa Mercedes (San Luis), General Pico (La Pampa), entre otras. El CD “A boca de jarro” está compuesto por canciones de amor, muchas compuestas enteramente por Raúl, y otras con letra mía y música de él. “Irala, sueño de amor y de conquista” es una obra integrada por un CD y un libro, que, tomando como idea central la conquista española en América —Domingo Martínez de Irala fue miembro de la tripulación que fundó por primera vez Buenos Aires junto a Pedro de Mendoza—, metaforiza la conquista en general: de tierras, de objetivos, amorosa… 



          10 — ¿Y el grupo poético La Epopeya, que integraste junto a Alberto Muñoz y Javier Cófreces?

          EM — La Epopeya fue una intensa y muy interesante aventura. La idea del grupo era promover la poesía fuera del ámbito del libro; se podría decir: sacar la poesía a la calle. Con el grupo fue que grabamos los casetes de poesía, que se presentaron con un espectáculo en la antigua librería Gandhi —en la calle Montevideo—. En ese “show”, para el cual hicimos afiches que pegatinamos en la calle Corrientes cuyo eslogan era: “La dejaron en cinta”, utilizamos vestuario de distintos personajes: Javier, de cura; Alberto, de pirata, y yo, de torero. Después de esa experiencia, montamos otro espectáculo con poemas teatralizados en Oliverio Mate Bar, que se tituló “Aleluya”. El grupo no duró mucho, pero nos divertimos bastante.

 
Eduardo Mileo con Jorge Aulicino y Elena Anníbali
          11 — Volvamos a Muñoz: ¿llegaron él y vos a concluir la escritura de “Robacabayos”, título previsto para una novela que encaraban en los noventa?

          EM — No. Esa novela fue una experiencia muy novedosa. Escrita a cuatro manos. Nos juntábamos en la casa de Alberto, yo en la máquina de escribir —no teníamos computadora—, e íbamos construyendo situaciones y diálogos. Llegamos a escribir muchas páginas, pero nuestra imaginación divergía en paralelismos, se distraía con pormenores, derivaba en digresiones múltiples. Se podría decir que no tenemos una cabeza novelesca. Nuestra cabeza es poética.


          12 — Es al autor de ese único extenso “Poema del amor triste” a quien le pregunto: ¿qué otros poemarios constituidos por un único texto, y de escritores de cualquier época y latitud, recomendarías?

          EM “Fábula de Polifemo y Galatea”, de Luis de Góngora; “Los cantos de Maldoror”, de Isidore Ducasse; “Altazor”, de Vicente Huidobro; “Hospital Británico”, de Héctor Viel Temperley; el “Martín Fierro”, de José Hernández; “Canto a mí mismo”, de Walt Whitman; “Carta a mi madre”, de Juan Gelman… Evidentemente, la lista podría alargarse, pero para empezar ya está bien.
 
Eduardo Mileo con Leonor Silvestri y Gabriela Franco

          13 — “Zoo de la nueva poesía” es el subtítulo de esa revista fundada en 1981 y que se tituló “La Danza del Ratón”, dirigida inicialmente por Javier Cófreces y Jonio González. Te invito a que nos hables de ella, de su propuesta, y que la describas para quienes no la han conocido.

          EM — “La Danza del Ratón” tuvo veinte números. Su última edición fue en el año 2000. Jonio emigró del país en 1982, de modo que la dirección de la revista quedó en manos de Javier. Él fue el alma y motor de la publicación. Yo colaboré con él: corregía las ediciones y escribía algunas cosas.
          En líneas generales, la propuesta de la revista era el rescate de los poetas ignorados por los medios, con especial acento en los creadores del interior del país. Fue así que “La Danza…” impulsó el conocimiento de Jorge Leonidas Escudero o Juan Carlos Bustriazo Ortiz, entre otros, que ahora son poetas de culto.
          La revista no tenía una estética cerrada, no representaba a ningún movimiento o grupo estético. Si tuviera que arriesgar una definición, podría decir que era el medio de difusión de los marginados, que, tratándose de poesía —el género literario paradigmático de la marginación—, no es poco. 


          14 — Detengámonos en un libro de 2015, “Bestias pop”, conformado por dibujos de tu hijo Rafael cuando él tenía ocho años y poemas que creaste a partir de ellos.
 
 

          EM “Bestias pop” es, quizá, mi libro más entrañable. Rafa había hecho unos dibujos que mezclaban imágenes que él veía por televisión con otras que salían de su imaginación. El resultado son figuras frankensteinianas, monstruos híbridos con cabeza de Pokémones y cuerpos de animales. Un bestiario tierno, a veces con toques de humor y otras con pretensiones épicas, pero siempre colorido, alegre, emotivo.
          Ver esos dibujos fue inspirador. Como si brotaran de una revelación, los poemas comenzaron a surgir uno tras otro, y en pocos días estaban terminados. Lo que vino después fue otra inspiración, pero de Gabriela Franco, gran poeta y editora. Para el Día del Padre de 2013, ella se encargó de transformar esos dibujos y poemas en un libro y me regaló un ejemplar a mí y otro a Rafa. Es un día que no voy a olvidar jamás.  


          15 — Innumerable cantidad de lecturas y participación en mesas redondas y conferencias sobre poesía te han tenido como protagonista en nuestro país y en el exterior. ¿Nos hablarías de lo que te ha dejado el haber formado parte del Festival Internacional de Poesía de Trois Rivière, en Quebec, Canadá?
 
Eduardo Mileo con Mauricio Fau 
          EM — Fue una experiencia extraordinaria en varios sentidos. Era la primera vez que iba a separarme de mi compañera y mi hijo Rafael —él tenía entonces cuatro años—  por diez días, y ya comenzaba a extrañarlos antes de partir. Después de un viaje interminable e incómodo —el espacio que separa un asiento del inmediatamente anterior en la clase turista de los aviones es mínimo— llegué a Toronto, donde debía trasbordar a otro avión hasta Montreal. Ya en el Canadá francófono me esperaba un hombre muy amable con un cartel con mi nombre —ya estaba viviendo en una película—, y me llevó en auto hasta Trois Rivière.
          Es una pequeña ciudad, de unos 130 mil habitantes, muy bien cuidada, y atravesada por un bello río, remanso para la vista y regocijo para el oído. Anclé en un hotel muy bueno: mi habitación era como dos o tres ambientes de mi casa. Cerca del hotel había una hermosa plaza; varias veces se veían ardillas negras bajar de alguno de sus árboles.
          Allí conocí a poetas de todo el mundo: Irán, Angola, México, Uruguay… conformaban un conjunto que no era Babel porque todos tratábamos de hablar en francés, salvo, claro, con los poetas de habla castellana, con los que armamos un lindo grupo.
          Leíamos en bares, restaurantes, librerías, al mediodía, a la tarde —allí se cena a las seis de la tarde; la gente que estaba cenando dejaba los cubiertos y las copas y atendía en silencio a la lectura—; teníamos cada uno desde nuestra llegada un cronograma de los sitios y horarios en que nos tocaría leer. Leíamos en nuestra lengua y un poeta quebequense leía la traducción al francés. Como yo algo de francés puedo leer, leía mi poema y la traducción.
          En fin, una experiencia enriquecedora, rara pero encendida.
Eduardo Mileo con Osvaldo Aguirre,
Sergio De Matteo, Susana Szwarc, etc.
 


          16 — Entiendo que la actividad política y gremial se halla entre tus principales compromisos.

          EM — Fui tesorero de la Comisión Directiva de la Sociedad de Escritoras y Escritores de la Argentina (SEA) en el período 2003-2006, y su secretario general en el lapso 2006-2009. Con esta institución hemos editado el volumen “Palabra viva (Textos de escritoras y escritores desaparecidos y víctimas del terrorismo de Estado. Argentina 1974-1983)”, cuya segunda edición fue publicada en 2007, en el que se recopilan textos y biografías de 116 escritores; y conseguimos que la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires sancionara el Régimen de Reconocimiento a la Actividad Literaria, un proyecto de la SEA que otorga un subsidio mensual a los escritores de la ciudad que tengan más de sesenta años. Soy, además, militante del Partido Obrero.


          17 — ¿Incursionaste (en solitario) en la narrativa?

          EM — Mi única incursión en la narrativa fue el intento de novela que pergeñamos con Alberto Muñoz. Fuera de esa experiencia, sólo las notas periodísticas que escribí quizá puedan inscribirse en el rótulo “narrativa”, aunque de no ficción. Tengo la escritura demasiado volcada a la condensación que requiere la poesía. Envidio la facilidad con que algunos escritores crean historias, o la fluidez con que se dejan llevar por digresiones que luego vuelven a la trama. No, mis historias son mínimas, condensan instantes de vida, les fascina la síntesis.
          A veces creo que todas las historias ya están escritas, que haría falta otro mundo para ver alguna historia diferente. 




          18 — ¿Te llevaría a alguna consideración o asociación si yo te dijera que “la voz de un escritor puede gastarse inútilmente”, que puede malgastarse?

          EM — La única manera en que puede malgastarse la voz de un escritor es obligándola a decir lo que no quiere. La antigua pero siempre remozada idea platónica de que los poetas deben “cantar a los dioses y a los hombres ilustres” o ser desterrados de la República es el modo que tiene el Estado para malgastar la voz de los escritores. La cooptación actual trata de seducir con dinero y presencia en los medios a los artistas para que no saquen los pies del plato. Y el castigo por sacarlos es, salvo excepciones, el anonimato y la obligación de trabajar en otra cosa que no sea el arte que se profesa.



          19 — ¿De qué autores hay mucho o bastante en tu poética?

          EM — La manera más honesta de responder a esa pregunta es decir que no tengo la menor idea. Porque las lecturas que uno hizo no necesariamente se reflejan en lo que uno escribe. Leí mucho, entre los poetas, a Jorge Luis Borges, a José Lezama Lima, a José Martí, a César Vallejo, a Antonio Machado, a Federico García Lorca, a Octavio Paz… y, entre los narradores, a Italo Calvino, a Marguerite Yourcenar, al mismo Borges, a Julio Cortázar, a Gabriel García Márquez… Pero no reconozco a ninguno de ellos en mi poética. Quizá sea una mezcla de todo lo leído, revuelto en el caldo de todo lo vivido, lo que defina mi poética.

 


          20 — ¿Y “Los Mileo” como grupo musical?

          EM — Pasa un poco lo mismo que con los escritores. Escuchamos mucho a cantautores, como Joan Manuel Serrat, Silvio Rodríguez, Paco Ibáñez, Patxi Andión, pero también música instrumental: Paco de Lucía, Keith Jarret, o grupos de rock: los Beatles, Génesis, Deep Purple, Creedence, Luis Alberto Spinetta, Charly García, o tangueros: Aníbal Troilo, Roberto Goyeneche, Astor Piazzolla, Osvaldo Pugliese, Carlos Di Sarli, o folcloristas: Atahualpa Yupanqui, el “Cuchi” Leguizamón… Seguramente, como en la respuesta anterior, queden más sin nombrar que nombrados. Y también como en la respuesta anterior, ninguna de estas expresiones podría definirnos.



          21 — ¿Qué influencia tuvo, fue teniendo tu oficio de corrector sobre tu vida literaria? ¿Escribiste, o intentaste producir algo a partir de esa condición?

          EM — Entiendo que el oficio de corrector influye en la escritura en función de mantener una normativa lingüística, y en ese sentido detectar errores, ya sean de ortografía, de gramática o de sintaxis. Pero la escritura de poesía a veces exige la transgresión de la normativa. La creatividad no puede reducirse —o encorsetarse— a normas “fijadas, pulidas y que dan esplendor”. De todos modos, como pasa con cualquier arte o disciplina, para transgredir la norma hay que conocerla. De lo contrario, no se trataría de transgresión, sino de ignorancia.
          Mi escritura, en general, respeta las normas lingüísticas. En la lectura, tengo el vicio profesional de ir detectando erratas, pero soy bastante abierto a formas nuevas que me movilicen.


          22 — ¿Escritores con los que te hayas apenas cruzado y de los que te hubiera agradado hacerte amigo? ¿Descuidaste uno o más lazos amistosos que hayas sostenido durante un cierto lapso?
Eduardo Mileo con Patricio Torne

          EM — No tuve amores a primera vista con escritores, de modo que no me quedaron asignaturas pendientes al respecto. Mis amistades con escritores son bastante firmes. Soy una persona de afectos estables, no suelo irritarme con mis amigos. Y aunque a veces no nos veamos por un tiempo, podemos retomar las relaciones rápidamente.


          23 — ¿En qué basás tu juicio —sensibilidad, gusto estético— cuando leés un poema apuntando a seleccionar para una antología?

          EM — Elegir poemas para una antología es una actividad compleja. Si se trata de un poeta conocido, hay poemas ya elegidos por la crítica o por los lectores como insoslayables y otros que a uno le interesan ya sea por sensibilidad o gusto estético, o porque difieren del estilo general del poeta o porque lo ratifican o porque conforman una constelación de sentido que a uno lo atrae.
          Si se trata de poetas poco conocidos, suelo elegir según este último criterio. Pero siempre trato de elegir poemas que me hayan emocionado.


          24 — ¿Un poeta cambia con los años? ¿Qué poetas con trayectorias valorables dirías que no han cambiado?
Eduardo Mileo con Raúl Mileo 

          EM — Creo que todas las personas cambian con los años, de modo que también los poetas. Y esos cambios se verán en la poética indefectiblemente. No hay más que ver cómo los poetas que se inscribieron en alguna estética con duros manifiestos —surrealistas, neorrománticos, neobarrocos, objetivistas, etc.—  la van abandonando, van mutando su escritura, en general, hacia una forma más simple, menos afectada por un dogma. Pero hay algunos poetas que han mantenido un estilo a lo largo de los años —pienso, por ejemplo, en Irene Gruss—, lo que no significa que no hayan cambiado: se afina la sensibilidad, se ahondan los afectos —los positivos y los negativos—, cambia la historia y, con ella, nuestra manera de ver el mundo…


          25 — ¿Coincidirías con Enrique Anderson Imbert respecto de que la sociedad, al menos en las últimas décadas, ha sido carnívora con sus intelectuales?
 


          EM — Todas las sociedades basadas en la explotación del hombre por el hombre son carnívoras: con los obreros, los empleados, los peones rurales, las amas de casa, los profesionales… y los intelectuales. Obviamente, si hablamos de intelectuales independientes, porque los hay también oficialistas, y éstos son los cómplices del vampirismo social con que el capitalismo trata a los asalariados. La condición para que un intelectual no sea canibalizado es que exista una sociedad sin explotadores ni explotados, donde la creatividad social sea un bien para la humanidad, y no una mercancía de la que se apropia un patrón.


Eduardo Mileo con Raúl Mileo 
          26 — Hay quienes sostienen que lo experimental en literatura siempre va, aunque más no sea un poco en algunos casos, de la mano del esnobismo. ¿Estarías de acuerdo? También están los que afirman que el esnobismo es una virtud, puesto que la encarnaría una persona que si bien probablemente no podría crear nobleza, sabe qué es la nobleza (a diferencia del resentido).

          EM — La experimentación es una condición del ser humano: porque ignoramos qué sucederá mañana, vivimos experimentando. Y esa experiencia nos sirve para poder predecir, en los casos en que podamos hacerlo, qué sucederá mañana. Es el fundamento de la ciencia. La experimentación en arte no tiene el objetivo de predecir, pero sí el de hallar nuevas formas de enunciación, formas que nos permitan expresar un mundo siempre cambiante. En literatura, como en cualquier arte, se experimenta cuando se tiene la necesidad, cuando las formas resultan ineficaces, obsoletas, insuficientes, para decir.
          Pero no hay que confundir experimentación con esnobismo. En un ensayo publicado en el nº 1 de la revista francesa “Favorables París Poema”, César Vallejo aborda el tema de esta manera: Poesía nueva ha dado en llamarse a los versos cuyo léxico está formado de las palabras ‘cinema’, ‘motor’, ‘caballos de fuerza’, ‘avión’, ‘radio’, jazz-band, ‘telegrafía sin hilos’ y, en general, de todas las voces de las ciencias e industrias contemporáneas, no importa que el léxico corresponda o no a una sensibilidad auténticamente nueva. Lo importante son las palabras.
          Pero no hay que olvidar que esto no es poesía nueva ni antigua, ni nada. Los materiales artísticos que ofrece la vida moderna han de ser asimilados por el espíritu y convertidos en sensibilidad. El telégrafo sin hilos, por ejemplo, está destinado, más que a hacernos decir ‘telégrafo sin hilos’, a despertar nuevos temples nerviosos, profundas perspicacias sentimentales, amplificando videncias y comprensiones y densificando el amor; la inquietud entonces crece y se exaspera y el soplo de la vida se aviva. Ésta es la cultura verdadera que da el progreso, éste es su único sentido estético, y no el de llenarnos la boca con palabras flamantes”.
          Creo que es bastante elocuente.




          27 — ¿Cuáles de los siguientes encomillados te llegan más? T. S. Eliot (1988-1965): (La poesía) no es la expresión de la personalidad, sino una evasión de la personalidad”. Vladislav Jodasévich (1856-1939): “...está vivo sólo aquel poeta que respira el aire de su siglo”. Odysséas Elýtis (1911-1996): “La poesía es el Arte de aproximarse a lo que nos supera”.

          EM — En la cita de Eliot veo una condición a la que aspira toda poesía, o toda literatura. “Yo es otro”, dijo Rimbaud, y con ello expresó el anhelo de la voz poética. Pessoa se travistió de —si recuerdo bien— seis heterónimos. La voz poética tiende a ser una voz común, a multiplicarse. La evasión de la personalidad creo que apunta en ese sentido: evadirse de uno es poder ser los otros.
          La cita de Jodasévich me hace acordar a la respuesta que daba Borges a quien le preguntaba si era un escritor contemporáneo. Decía que es imposible no serlo; aun sin desearlo, aun deseando haber nacido en otro siglo, nadie puede escapar a las condiciones sociales existentes. Si alguien actualmente escribiera como Góngora, la crítica lo tomaría probablemente como una ironía. Por otra parte, la velocidad de los cambios en la sociedad actual deja el pensamiento de Jodasévich muy atrás: ¿respiro el aire de mi siglo en sus postrimerías o en sus comienzos?
          Elýtis abreva en lo sublime kantiano: si somos capaces de representar lo que nos supera, absorbemos —aunque sea parcialmente— su condición, nos empapamos de su naturaleza. La emoción que nos provoca nos convierte un poco en dioses de nosotros mismos. 


*

Eduardo Mileo selecciona poemas de su autoría para acompañar esta entrevista:



Irala  medita frente al mar



Oscura como Dios es esta noche
más alta y más profunda por umbría.
Un gran temor que hace desear el día.
Un trueno que maldice su derroche.

Me asfixia como un puño su alegría
de negro mar y soledad ansiosa,
y crece de su vientre, poderosa,
la mitad que completo con la mía.

Nada me dice, nada le respondo.
Es de silencio el lazo que nos ata
a un abismo a la vez crecido y hondo.

Los dos como de hielo y en las olas
nunca seremos el fuego enamorado
que nos disuelva como un agua sola.



           (de la obra poético-musical Irala, sueño de amor y de conquista”, edición independiente, 2008)

*


La raya muerta


                                       A Raúl Mileo


En su ademán inmóvil suspendida,
aparición en el alud de espuma,
esperando ya no,
                               desesperada,
la raya muerta.

Encadenada a su espejo de arena
como los astros a su elipse, quieta,
cielo de bocas entreabiertas,
la raya muerta.

Muerta sin fin, sin alas, ciega.
Pájaro de tierra.
El mar la cubre y la descubre. Juega
con esa niña sin muñecas.

Para la luz del sol.
Para una catedral de luz desierta.
Para la vida sin la vida. Huella.
Vuelo de hondura de la raya muerta.
Raya no de diálogo.
                                     De fin.
Página suelta.

Rumor de mar.
Amores en América
desaparecen de su puerta.
Brilla el frío solar y apaga el cielo.
Abre los ojos la raya muerta.

No raya de pasión.
No de quimera.
Ni de alegría ni de esperma.
Virtud del agua que en el agua queda.

A su salud postrera,
el ojo del crepúsculo se incendia.

Raya sin alas.
                          Pájaro de guerra.
Murió de un pescador que vive en pena.
En el fondo del mar
                                    la vida late.

Pero es del aire lo que vuela.




                        (de Poemas sin libro, Ediciones en Danza, 2002)


*


Agua bebida



                                      A Irene Gruss


No sé hablar.
Me despierto alejado.
Trastabillo en mis pasos.

Inadecuado espejo de lo que podría
soy los que soy:
no me reparto.

Hasta aquí llegan luces
de horizontes oscuros.
Letanías de lobos.
Aullidos de luna llena.

Por aquí pasó alguien
a mojarme los ojos.

Pero no sé decirlo.

Dentro de mí hay un agua,
un silencio de campana.



                        (de Poemas sin libro, Ediciones en Danza, 2002)


*

 

Sueño con electricista



La luz desnuda la noche.
Es un grito del cielo.
Un desahogo del mundo.
Un rayo hiende la tierra
quema las ilusiones
desalienta el olvido.
Él abre su silencio a las ventanas.
Pela los cables
con minuciosa serenidad.
La cinta se adhiere
a los mínimos alambres.
Lo aísla.

La gente lo llama
para salir de su abismo.
Su figura crece en las tinieblas.
Pero una cosa es dar luz
y otra, estar iluminado.
Él cree que es un buen conductor
y una sonrisa
le alumbra el rostro.


 

                  (de “Poemas del sin trabajo”, Ediciones en Danza, 2007)

 


*


Lengua a la vinagreta



Cuando la tarde se inclina                          
el sin trabajo agacha la cabeza                   
y vuelve sollozando                                    
al occidente.                                                                                                       
Morón.
Todas las bocas miran al cielo
pero llueve sólo agua.
Nadie ha visto nada similar a un bocado
porque miran con la boca.
En la ceguera de la hambruna
los ojos titilan como luciérnagas.
Parecen de perro las miradas
que padecen el brillo gástrico del crimen.

“Qué se le va a hacer”
—piensa el sin trabajo—
y el huracán de la humedad le venda el rostro
no más abrir la puerta.
De tanto no oler asado
se le atrofia la pituitaria
y él vacila entre quedarse y salir
que es quedarse afuera.

“Como todas las bocas miran al cielo
llueve sólo agua” —dice—.
Nadie en el cielo ve cómo
también la lengua se atrofia
con el hambre.


                           

                                 (de “Poemas del sin trabajo”, Ediciones en Danza, 2007)

 


*


Ella es audaz hasta decir basta.
Desde el enorme ventanal de su piso
en un edificio de gran categoría
observa la desmesura de la ciudad
como colgada del aire.
A veces se desviste y comprime
sus gloriosas tetas contra el vidrio
y es una escultura viva
         un documento
         una crítica del vacío.
Su lugar frente a la ventana la coloca
en el sitio de la meditación.
Sólo la calma la despierta
                    la encuentra
desnuda frente al mundo.


                (de “Mujeres”, 2ª edición, Ediciones en Danza, 2005)



*

Entrevista realizada a través del correo electrónico: en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Eduardo Mileo y Rolando Revagliatti, septiembre 2017.