sábado, 13 de noviembre de 2010

Una pareja canadiense dona 11 millones de dólares que ganó en la lotería

MONTREAL — Ganar el gran premio de la lotería no siempre da fama internacional, pero sí da notoriedad si se dona casi por completo el premio como ocurrió con una pareja de jubilados canadienses.
Violet y Allen Large, que viven en una pequeña casa en Lower Truro en Nueva Escocia (este), ganaron más de 11 millones de dólares en julio del año pasado.
Como consideraron que no necesitaban nada y que el dinero no trae la felicidad, hicieron una lista en la que anotaron, además de miembros de su familia, hospitales, servicios de bomberos, iglesias, cementerios y organismos de beneficencia. Luego comenzaron a firmar cheques.
Cuando su generosidad terminó siendo recogida por los medios, primero en los de Halifax (capital de su provincia) y luego en los de todo Canadá, sus rostros sonrientes comenzaron a aparecer en la televisión y, en viernes, en la portada del diario de referencia de ese país, The Globe and Mail.
"El dinero no compra la felicidad", repitió Allen, ex soldador de 75 años, explicando por enésima vez en múltiples entrevistas su decisión de donar el dinero que les cayó del cielo.
Y la mujer dijo que sí se considera afortunada, pero sobre todo porque no sufrió náuseas tras un tratamiento de quimioterapia que recibió para combatir un cáncer. Pero reconoció el placer de observar las reacciones de los destinatarios: "Cuando ven el cheque, abrían los ojos como platos", dijo en Radio-Canadá. Los Large guardaron para sí 2% del premio, es decir cerca de 200.000 dólares.
Como Diógenes

Angel Juárez Masares

“La vida es lo que nos pasa mientras hacemos otra cosa”, escuché decir a un locutor de radio una noche de insomnio.
No recuerdo la emisora, ni el nombre del conductor, ni a quien pertenece la frase. Pero quedó en mi cerebro desde entonces, entreverada con otras que cada tanto se aburren del anonimato y acuden a la razón.
El jueves pasado mientras pasaba la vista por los titulares de la prensa digital, veo la noticia y voy al desarrollo.
Que dos personas –no importa la edad que tengan- decidan que poseen lo suficiente como para despreciar varios millones de dólares…es asunto serio, pensé.
¿Se da cuenta usted que estos seres humanos “pararon” el mundo?...
¿A cuánto “descartable” podrían haber tenido acceso?... Un auto nuevo, una casa mejor, electrodomésticos, servicios, en fin…todo tras lo que corre la humanidad entera. Pero no…actuaron como Diógenes, cuando se maravilló de “cuántas cosas había en el mercado que él no necesitaba”.
Claro que a esta altura se corre el riesgo que la reflexión nos fagocite, y terminemos escribiendo uno de esos odiosos e inútiles tratados de autoayuda. De manera que simplemente advertiremos humildemente que no se siga el ejemplo de esta pareja, porque no sabemos las consecuencias que puede tener romper la cadena consumista. Un par de humanos rebeldes, vaya y pase, pero más…
Ahora rápido, cada uno a lo suyo, que la nena quiere el nuevo modelo de celular, ese, que además de filmar, grabar, chatear, y webear, viene con un par de lentes en 3D, para ver el mundo de maravillas.

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