sábado, 5 de noviembre de 2011

Homo kerámicus

“Llegar a la intimidad de la materia”



 Ángel Juárez Masares


“…me enfrento a un material que estuvo
sedimentado durante quinientos millones de
años; mi mano es la primera que lo toca,
y por eso tengo que ser muy responsable.
Es como si esa tierra hubiera estado
esperando por mí.  Me inspira
respeto y reverencia.”



Carlos Larregui Ferreira es un hurgador de formas, texturas, y colores. Inclinado sobre el torno, de pronto no  es posible saber dónde terminan sus manos o dónde comienza la pieza que modela. Comenzar una charla con él para compartirla con los lectores de HUM BRAL, implica tener presente su pasión por lo que hace, y actuar en consecuencia.
“Keramos es la palabra original en griego que significa hombre que hace cosas de barro, u hombre que hace cosas con barro”, nos dice al preguntarle el significado del nombre de su taller; y nos detalla, “sucede que cuando el imperio romano conquista la parte de Grecia, el idioma oficial era el latín, entonces la palabra Keramos pasó a ser kerámicus, y mas tarde por sus propias raíces, el kerámicus se transformó en cerámica. Cuando se habla de cerámica se asocia la palabra con el trabajo en barro, en arcilla, aunque no en la verdadera acepción del término”.

¿En que año comenzaste con el taller?
-“Acá empezamos en 1997. Yo me había radicado en San Gregorio a fines del  94, principios del 95, con la inquietud de hacer lo que había aprendido y lo que me había gustado. Quizá fue medio extraño porque son esos procesos que tiene la vida en que te vas liberando de cosas, y de pronto tomás la decisión de hacer lo que te gusta. Eso tiene sus pro y sus contra, como persona creces mucho, pero también te das cuenta que empiezas a navegar contra corriente. Adoptas reglas diferentes a las que tiene una sociedad. No quiere decir que te excluyas, simplemente que los tiempos cambian, y trabajas de manera que si bien estás integrado a esa sociedad, es como si lo hicieras por fuera de ella. También ocurre que la gente al oír esto dice: -Que bueno poder hacer lo que uno quiere- pero también tiene sus contras, porque es como dar un salto al vacío. Tomas una decisión que no sabes a dónde te va a llevar”.

¿Cómo se pasa de la cerámica decorativa, a hacer de ella un arte propiamente dicho?
-“Creo que ahí hay distintas interpretaciones, y eso viene de la época en que se dijo que arte era lo excelso, lo máximo que podía estar en la música y en la pintura, y al resto se lo catalogó como “artes menores”… o “artesanías”.  A esa definición yo no la tengo muy en cuenta, porque creo que arte es la mejor forma de hacer algo. El panadero, que conoce su material, que conoce del fuego, y que maneja los tiempos, de alguna forma  hace arte al elaborar un buen pan. El herrero, que conoce del metal, del temple, de la forja, también es un artista”.

¿Para vos no existe diferencia entonces entre arte y artesanía, la vieja discusión?
-“No… me aferro si a que “arte” es la mejor forma de hacer algo. Y todos los días estás, no como lo plantea el mundo actual, consumista, en competencia  con el resto… no… estás en competencia contigo mismo para tratar de superarte. Entonces la meta es llegar, o intentar hacerlo, con la habilidad manual en este caso, más la sensibilidad que se debe tener obviamente, a niveles de excelencia. Sin embargo cuando llegas a esos niveles siempre queda camino por recorrer. Tu lo dices siempre, no hay una obra terminada, siempre es mejorable, el tema es saber cuando te detienes, y decir… bueno… esto lo doy por bueno, lo que no quiere decir que sea una obra acabada. Eso produce  el conocimiento del material y que te vayas integrando a él en una suerte de diálogo. Ese diálogo en esta especialidad  se da a través de los sentidos, fundamentalmente del tacto, la vista, y los sentimientos. Hay momentos en los que no se distingue lo que es tu mano de la arcilla, se produce una prolongación hacia el material. Cuando se logra esa comunión, esa fluidez, es donde salen las mejores obras”.

-La muestra en la Sala Carlos Federico Sáez, del Ministerio de Transporte y Obras Públicas en Montevideo, ¿cómo la calificarías?
-“Para mí era un examen que tenía conmigo mismo. Primero para ver en qué lugar estaba dentro de la cultura, del arte nacional, y eso me dejó grandes satisfacciones, porque pude saber que hice una propuesta que nunca se había hecho. Tuvo muy buena crítica, pero más allá de eso, una de las cosas que uno aprende es la importancia de la humildad. No la falsa humildad, que es otra cosa, sino tomar conciencia que si bien lograste un buen trabajo, para delante te queda muchísimo para aprender”.

-Sin embargo -y sobre todo conociéndote- evidentemente que esa Muestra no pasa para vos por lo social, o por la crítica, sino que como creador, o trasmisor del mensaje de la tierra tiene una lectura muy especial.
-“Sin lugar a dudas. Creo que allá por el 86, cuando empecé con la cerámica, tenía la aspiración que tiene todo joven de pensar que con esto voy a cambiar el mundo, voy a hacer grandes cosas. Si me preguntas qué cambió, te diría que antes pretendía modelar el barro, y después descubrí que el barro me modelaba a mí. La tierra me ha mostrado sus tiempos, y una forma distinta de relacionamiento con el mundo. No es que el barro sea modelable, las personas son modelables. Hay que ser consiente del material con el que estamos trabajando. En eso me considero un afortunado porque voy a los yacimientos y extraigo mi propio material. Ahí la cerámica cobra una dimensión distinta porque me enfrento a un material que estuvo sedimentado durante quinientos millones de años; mi mano es la primera que lo toca, y por eso tengo que ser muy responsable. Es como si esa tierra hubiera estado esperando por mi. Me inspira respeto, y reverencia. La intervención humana está afectada entonces a resaltar el valor y la belleza de la tierra. En esa búsqueda  el artista pasa a un segundo plano porque en definitiva la obra de arte es como un hijo, tiene que hablar por sí sola, y expresar su propia personalidad. Es decir que por sobre la obra creada está la expresión de la arcilla en si misma”.

-Trabajar desde San Gregorio de Polanco, y que de tu obra haya trascendido incluso fuera de fronteras, ¿te produce algún sentimiento en especial?
-“Yo no puedo concebir mi obra fuera de San Gregorio. Ni la obra plástica, ni la de taller. Uno no elige donde nacer, pero si puede elegir donde vivir y tomarlo como su lugar. A mi me pasó eso con San Gregorio, si bien nací en una zona cercana, mi familia era oriunda de acá y por lo tanto tuve un contacto desde mi infancia con este lugar. No concibo esto que hago fuera de San Gregorio porque está todo interrelacionado. Creo que quizá en otro lado podría hacer cosas técnicamente bien hechas, pero carecerían de la expresión que les imprime este lugar. Es como estar en armonía dentro de un eco-sistema al cual perteneces y te sientes identificado”.

-¿Cuál sería tu mensaje… tu reflexión hacia quienes deseen abordar esta disciplina, porque estoy seguro que no eres hombre de dar consejos, sino de señalar caminos?
-“El camino de la cerámica es el mismo que se puede iniciar a través de la música, de la literatura, de la pintura. Es volcar lo que uno lleva dentro en algo tangible, táctil, visual. Creo que lo más importante –que ahora está muy desvirtuado- es profundizar en las raíces. Hay que investigar, saber de dónde nacen las cosas, llegar a la intimidad de la materia. Hoy se toma todo a ligera, cualquiera es un artesano, cualquiera es un pintor y, sin desmerecer, pero ven un método de trabajo en “Utilísima” y ya son pintores, cuando en realidad lo que se necesita es adquirir oficio, y eso es un largo camino. Quien quiera ser pintor tiene pintar, pintar, pintar, y pintar, porque en el camino está la evolución. Quien toca la guitarra tiene que hacerlo todos días buscando nuevos acordes, nuevos sonidos”.

-¿Convengamos entonces que el arte no tiene nada que ver con el revoloteo de las musas, o el lirismo tantas veces pregonado, sino que es trabajo?
-“Totalmente de acuerdo. Trabajo e investigación. Quien piense que debe sentarse a esperar eso que llaman inspiración para crear algo, está sonado porque va a esperar toda la vida. Hacer arte es trabajo, oficio, y mucho rigor. Solamente el artista conoce de los sufrimientos y las ansiedades que lo invaden cuando se está creando una obra. Además se debe tener la humildad suficiente para apartarse y dejar que esa obra hable por sí misma”.


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