sábado, 18 de diciembre de 2010

Libros para ser libres

Grandes obras de la literatura universal

Ángel Juárez Masares

Quienes tenemos la fortuna de poseer varios estantes llenos de libros, acostumbramos volver sobre las grandes obras de la literatura universal, y no precisamente para sacudirles el polvo que suelen acumular gracias a la ley de la gravedad. Simple –y maravillosamente- porque uno va descubriendo cosas que “se nos escaparon” en lecturas anteriores.
Pruebe usted tomar de su biblioteca un ejemplar que leyó cuando era un adolescente, y hágalo ahora. Descubrirá “un libro que no ha leído”, porque el papel será el mismo, puede que esté en el mismo lugar donde lo dejó hace años, su escritura será la misma, y estará ahí ese subrayado con lápiz (quizá un poco más tenue) que hizo aquella vez para recordar “esa” frase. Pero el que no es el mismo es usted.
Se sentará a leer y buscará sus anteojos (¿recuerda que la primera vez no los tenía?), como tampoco tenía esa “mochila” cargada de vivencias que ahora aprieta contra el respaldo del sillón y que veces molesta un poco aunque no la vea.
Haga la prueba y verá que en realidad tiene una biblioteca llena de ejemplares nuevos.

Eso que les cuento me pasó con “Las uvas de la ira”, de John Steinbeck, pese a que –por lo menos- debo llevar tres lecturas de sus 605 páginas a lo largo de mi existencia, y espero me quede tiempo para una cuarta.
En ese contexto, quiero comentar un poco esta obra para quienes aún no la conocen, pero sin entrar en un análisis técnico de la misma. Primero porque no estoy preparado para hacerlo, y segundo porque la idea es nada más que despertar el interés, hoy por esta novela, mañana quizá sea otra.
John Steinbeck pertenece a una de las generaciones más importantes de novelistas que los Estados Unidos ha tenido a lo largo de su historia literaria.
A ese período –conocido como “la generación perdida”- pertenecen los que se ha dado en llamar, los “cinco grandes” de la novela norteamericana: John Dos Passos (1896), William Faulkner (1897), Ernest Hemingway (1898), Erskine Preston Caldwell (1903), y el propio Steinbeck, nacido en 1903.
Steinbeck era un hombre de campo, y buena parte de su obra discurre en los anchos valles de California, sus inmensos “ranchos”, y los pescadores mejicanos del puerto pesquero de Monterrey, cercano a Salinas, su lugar de nacimiento.
En “Las uvas de la ira” (y también en “Lucha incierta”) Steinbeck une su devoción por la naturaleza con su pasión por la justicia, para ofrecernos la sorda y diaria lucha de unos hombres oprimidos por esos fantasmas invisibles que son los “lobbys”, los Bancos, el Capital.
La obra que nos ocupa apareció en 1939, y muy pronto todo el mundo conoció la epopeya de la familia Joad que, desposeída de sus bienes por una serie de hipotecas, emprende el largo viaje hacia la “tierra de promisión”, California, a través de las Montañas Rocosas y los desiertos del Oeste. El viaje se hace largo y patético, y al llegar a destino en vez de encontrar la seguridad esperada, se encuentran obligados a ganarse la vida duramente, explotados como jornaleros.
Las adversidades que la familia Joad soporta a lo largo de la travesía, hacen que la injusticia adquiera un carácter obsesivo, y se “encastre” aún en el lector más “frío”.
Por otro lado Steinbeck poseía el don de la eficacia a la hora de escribir, trabajando escenas de manera impresionante. De manera que no es de extrañar si cuando usted lea algún capítulo que ubique los personajes en el desierto, tenga que levantarse e ir por un vaso de agua.
¡Por supuesto que no le voy a contar el final! Sólo le diré que –para quienes a veces intentamos hilvanar alguna frase- nos remueve esa resaca de envidia que forma parte del ser humano, y pensamos: ¡caramba, cómo no se me ocurrió! Es tan genial, que sólo se puede calificar de Sublime.

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