viernes, 29 de abril de 2011

EL CUENTITO MEDIEVAL

De cómo un viaje por el medioevo puede hacer cambiar la actitud de algunos personajes de la aldea hacia estos humildes (y antes ignorados) escribas viajeros




Ángel Juárez Masares

Retornado que hubimos de nuestro viaje a tierras lejanas, cada uno de nosotros continuó con sus tareas aldeanas, con la idea de abordar otros temas que arrojen luz sobre algunos asuntos oscuros (o por lo menos grises) de la pequeña y lejana comarca.
Sin embargo este discretísimo escriba comenzó a percibir que varios personajes seudo populares mostraron un súbito interés en conocer pormenores de nuestra aventura.
Una mañana -por ejemplo- detuve mi carruaje (de un solo caballo) a las puertas de una casa cuyo nombre es igual a la quinta letra del alfabeto griego, y donde unas simpáticas doncellas nos proporcionan blancos papiros, tintas, plumas, y carbonillas para nuestra tarea.
Hete aquí que antes de ingresar fuimos abordados por un miembro de la Junta de Notables (que más de una vez nos había tirado los bueyes encima), quien nos saludó sonriente:
-¡Muy buenos días señor escriba!...Supimos de vuestro viaje y de las aventuras que han corrido en tierras extrañas. Espero que el mismo haya sido beneficioso, no sólo para vuestros intereses sino para toda la aldea.
Poco después salíamos de la marranería (donde obviamente habíamos comprado un trozo de marrano) y nos encontramos con otro marrano, pero en este caso de los que vocean los bandos oficiales en la plaza pública:
-¡Pero que agradable coincidencia estimado escriba!...A ver cuando se hace un lugarcito para ir a la plaza a contarnos públicamente algo de su viaje.
Otro día fue el Abad Charles quien inclinándose gentilmente a modo de saludo nos dijo:
-¡Oh!...cómo agradezco al señor el gozo de haberos encontrado…
(-Yo no- pensé, pero no se lo dije para retribuirle la hipocresía).
-He sabido por las damas integrantes de ADEOMS (Archicofradía Damas Enteramente Ocupadas en Menospreciar Siervas) que han visitado a nuestros colegas los Monjes de Castilla. ¡Que sabrosa experiencia habéis tenido!
-¡Oh…sí! -respondí tratando de que sonara tan creíble como su alegría.
Pero como me atacó la incontinencia (verbal en este caso) le dije:
-Pero lo de “sabrosa” es relativo mi querido Abad… ¡porque pasan un hambre que usted no!
Así se fueron sucediendo los encuentros con personajes variopintos (con licencia del Caballero Sari), quienes de pronto comenzaron a mostrarse afables y entusiastas por conocer nuestras aventuras por remotas regiones.
¿Se deberá acaso al temor que nuestra curiosidad desempolve viejos pergaminos que guardan actitudes non sanctas?
¿Sabrán los Caballeros que estos insignificantes escribas saben algunas “cosillas”?
¿Pretende acaso la zalamería impedir que aflore la verdad?





Moraleja:
              “Non hay lança que pase todas las armaduras, nin que tanto  traspase commo las escrituras”.    

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