viernes, 6 de mayo de 2011

Editorial

¿Qué dirá la Academia?

 Aldo Roque Difilippo


El gobierno de los Estados Unidos anunció que abatió al líder de Al Qaeda, cuando los medios de comunicación parecían haberse olvidado de este personaje, que años atrás fue el paradigma del terrorista.
El Presidente Barak Obama anunció que Bin Laden fue asesinado en un operativo exitoso, sumado a un dato curioso y no menor, que se difundió posteriormente: su cuerpo fue arrojado al mar respetando las costumbres musulmanas que obligan a  celebrar los entierros 24 horas después del deceso.
Los norteamericanos eligieron el mar para deshacerse de Bin Laden ya que ningún país querría albergar su cuerpo, según  se dijo, evitándose también que la tumba del líder de Al Qaeda pudiera convertirse en un sitio de peregrinación para sus seguidores.
Curiosa forma de terminar con tamaño enemigo. Piénsese lo ocurrido en décadas atrás con la exhibición morbosa del cadáver de Ernesto Che Guevara. Piénsese en el ajusticiamiento del otro archi enemigo, Sadam Husseim, cuya imagen pudo verse en todos los televisores pendiendo de una cuerda. Piénsese también en las horrendas imágenes  de hombres, mujeres y hasta niños musulmanes  mutilados por una bomba o por la metralla, y los rostros sonrientes de los soldados nortamericanos  por haber conseguido  esa “presa”.
Al máximo exponente del terrorismo mundial se lo respetó y se reconocieron sus preceptos religiosos “enterrándolo” 24 horas después de matarlo.
Pero más significativo aún fue el casi inmediato eco de los medios de comunicación internacional que prácticamente no cuestionaron la información oficial, salvo excepciones claro está.
En el alicaído ánimo del estadounidense medio, que ha visto morir a varias centenas de compatriotas en la incursión por Medio Oriente, esta noticia  vino a reverdecer el espíritu patriótico; ya que la muerte de Bin Laden fue difundida por todos los medios posibles, incluso en espectáculos deportivos donde surgieron “espontáneos” cánticos patrióticos y el batir de banderas.
Es paradójico que el Premio Nobel de la Paz base su acción en el asesinato como búsqueda de la justicia.  Que aniquile a un enemigo sin la oportunidad de un juicio justo que pudiera aproximar cualquier determinación a un ideal de justicia.
En 2009 cuando se enteró que la academia sueca le entregaría el Premio Nobel de la Paz Barak Obama fue sincero: "Para ser honesto, creo que no lo merezco", afirmó en una breve intervención en la Casa Blanca agradeciendo el  galardón.
Más allá de esta muerte puntual, en la prisión norteamericana de Guantánamo hay centenares de detenidos, algunos de ellos sin ninguna acusación formal,  sometidos a terribles torturas en nombre de la libertad universal. Al asumir como Presidente Obama prometió terminar con esta terrible práctica, pero ahora va por la re elección, y esta cárcel y este sistema siguen tan vigente como al principio. ¿Qué dirá la Academia sueca al respecto de todo esto?

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