“Cuando
lo importante es competir”
(así
nos va)
Ángel Juárez Masares
Días atrás decíamos que en
esta publicación no abordaríamos el tema de los Juegos Olímpicos de Londres, un
poco porque no es de directa incumbencia del tenor de nuestra revista, y otro
porque ninguno de quienes la hacemos tiene conocimiento cabal del tema
deportivo, mas allá de la información que llega por la prensa internacional.
Sin embargo, esa misma
información nos proporciona un tema que sin duda será motivo de opiniones
diversas entre nuestros lectores. Se trata de la sensación de conformidad que
se desprende de los dichos de la gente (sobre todo a través de las redes
sociales), vinculadas a la actuación de los representantes uruguayos.
En ese sentido somos
contrarios a “celebrar” décimos puestos, o rupturas de marcas nacionales, que
nada tienen que ver con la alta competición. Nadie dice que no se reconozca el
esfuerzo de nuestros atletas, pero creemos que ese conformarse con una
ubicación lejana al podio, nos pone inevitablemente en el camino de la
mediocridad.
La discusión sobre el
tiempo de preparación de los deportistas, los medios económicos para hacerlo,
la infraestructura necesaria, la búsqueda de potenciales talentos, y nuestra
pequeñez como país, corre por otros carriles, sería una torpeza no admitir que
las carencias en tal sentido nos pone muy lejos de las doradas preseas. Eso no
obsta para hacer hincapié –aunque también puede ser el meollo del asunto- en lo
nocivo de la “cultura del conformismo”, concepto posible de trasladar a
cualquier actividad humana, por simple y doméstica que sea.
Una sociedad se enriquece
como tal cuando cada uno de quienes la componen desempeña su papel
esmeradamente. Cuando el maestro de la escuela rural advierte las dificultades
de aprendizaje de un alumno y –lejos de relegarlo- lo incentiva y ayuda para
que “alcance” a los demás. Cuando un profesional médico no deja cabo suelto al
elaborar un diagnóstico, o un arquitecto construye un edificio “para siempre”.
¿Qué lo anterior es una obviedad?
Es posible, pero nadie
ignora que las cosas obvias son las menos reales.
Muchas veces hablamos del
“rigor” aplicado a las artes, y de la necesidad de insistir en la búsqueda de
la perfección, aún a sabiendas que es una utopía. Quienes algún día largamos
esa carrera de obstáculos sabemos que nos metimos en una competencia que no tiene
punto de llegada. Pintaremos, haremos música, o escribiremos procurando crear
la obra perfecta, pero todo el esfuerzo de nada servirá ante las limitaciones
de nuestra capacidad individual. No obstante, si cada uno que toma un pincel
por primera vez, se sienta frente al piano, o garabatea unos versos, se
conformara con la primera pincelada, los primeros acordes, y la primera rima,
huérfanos estaríamos del concretar mejores logros.
Una de las frases mas
perdedoras que escuchamos con frecuencia es que lo importante es competir.
Creemos que tal aseveración desvirtúa la misma competencia, donde básicamente
hay uno que gana y otros que pierden. Insistimos que no se trata de condenar al
escarnio público a quien llegó último. Si hay gente que desea ir al aeropuerto
a recibirlo, nos parece bien, quizá nunca un abrazo sea tan necesario para que ese
deportista esté mañana temprano entrenando en pos de mejorar su performance. Lo
que –insistimos- nos rechina un poco, es esa suerte de nacionalismo a ultranza
de que adolecemos los uruguayos, y que tan asumido lo tienen hasta los propios
deportistas.
"Estoy feliz. Laburé
toda mi vida y por fin se me dio", dijo Alejandro Foglia tras clasificarse
entre los 10 mejores del mundo el sábado pasado.
“Gracias a esta gran
regata, Foglia logró el octavo puesto en la clasificación final general por lo
que recibirá un diploma olímpico como distinción que se le entrega a los
primeros ocho”. Decía la prensa el lunes.
En nuestra HUM BRAL de papel del 3 de abril de 1992, nuestro
editorial decía: “Es necesario romperlos mil veces, destrozarlos uno a uno.
Luego, aguardar que afloren nuevamente, dejar que coagulen y se alcen, para
destrozar nuevamente estos modernos papiros…”
Quienes hacemos HUM BRAL llevamos años destrozando y edificando. Como
los condenados de Dante, sabemos que empujaremos la roca hasta el fin de
nuestros días, y que si no damos mas es por nuestras propias limitaciones.
Somos eternos desconformes con lo que hacemos, y jamás se nos ocurrirá festejar
un décimo puesto.
1 comentario:
Comparto plenamente. Solo cantan "hazañas" los periodistas...que ellos nunca pierden;siempre ganan y deben alimentar los exitismos truchos que juegan a favor de las ganancias empresariales de los grandes medios de comunicación.La gestión uruguaya en los JJ.OO.-mas allá de todos los handicaps que se ofrecen- fue pésima en resultados.Ninguna medalla que es el código del genoma del laurel olimpico. No nos debemos mentir.Sobre la mentira no se pueden edificar las verdades del porvenir.
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