La
canción que Serrat prohibió
Por: Diego A. Manrique

Viernes
peronistas 3Es un buen día cuando aparece un nuevo número de Viernes
Peronistas. Y también, un día perdido: imposible resistirse a la tentación de
sumergirse en sus páginas (aunque técnicamente sea un fanzine, tiene
dimensiones de libro). Esta publicación, concebida en Madrid, estudia el peronismo
clásico como si fuera un fenómeno pop, con sus héroes, sus villanos, sus mass
media, sus epifenómenos, su estética.
Y siempre, siempre hay sorpresas. En el número 3,
encuentras un apartado dedicado a la discografía justicialista. Y allí descubro
que sí hubo una edición digamos oficial de "La montonera", la canción
maldita de Joan Manuel Serrat. Edición oficial pero clandestina: en 1978, el
Consejo Superior del Movimiento Peronista Montonero, residente en México pero a
punto de instalarse en Cuba por urgencias de seguridad, fabricó un flexidisco
asombroso, para su escucha en Argentina.
La cara A ofrecía un análisis triunfalista de lo
ocurrido tras el golpe militar, seguido de instrucciones para visibilizarse
durante los próximos Mundiales de Fútbol; en vísperas del aniquilamiento de la
resistencia armada, la voz de (se supone) Juan Gelman parece venir de un
universo paralelo. Se incluyen direcciones y teléfonos de la organización en el
extranjero y, más alucinante aún, se detalla el organigrama de la cúpula del
movimiento guerrillero, con todos sus responsables.
El puntazo fue que el flexi también incluía una canción
exclusiva de Joan Manuel Serrat, no se sabe si con el permiso expreso de su
autor. “La montonera” es la hermosa loa de una militante: “Con esas manos de
quererte tanto/ pintabas en las paredes 'luche y vuelve'/ manchando de
esperanzas y de cantos/ las veredas de aquel 69”. Lo extraordinario, para
tratarse de un disco editado por Montoneros, reside en que Serrat manifestaba
escepticismo ante la mitificación del Juan Domingo Perón, entonces exiliado en
Madrid, con el beneplácito de Franco: “Cayéndose y volviéndose a levantar, la
montonera/ que buen vasallo sería/ si buen señor tuviera”.
El contacto de Serrat con Montoneros viene de antiguo.
Hay incluso un episodio chusco: en 1972, coincidió en Madrid con Rodolfo
Galimberti, inverosímil personaje que rondaba la corte de Perón. Ambos se
disputaban los favores de Cristina Suriani, una actriz de Rosario fichada por
el cine español. A juzgar por los berrinches de Galimberti, recogidos en la
biografía de Marcelo Larraquy y Roberto Caballero, aquella partida fue ganada
por el catalán.

A principios de los setenta, Marie Anne viajó a Europa,
donde conoció a Serrat y Moustaki. También tuvo una relación breve con Paco de
Lucía. Estuvieron juntos en Nueva York, cuando el guitarrista se presentó en el
Carnegie Hall. Según su hermana Marie-Noëlle, sí ayudó a trasladar
discretamente un cuadro de un país a otro, aunque esa anécdota no la convierte
precisamente en una contrabandista de arte. Eso se cuenta en un libro del
periodista francés Philippe Broussard, La desaparecida de San Juan (Planeta).
Efectivamente, Marie Anne fue Marie Anne Erize Tisseau libro“chupada” en plena
calle y a la luz del día. El militar a cargo de su secuestro, Jorge Olivera,
supuestamente alardeó de haberla violado antes de que fuera asesinada. El
miserable fue condenado a cadena perpetua pero escapó el pasado julio.

Litto trabajó sobre una casete de Serrat en directo:
“además de oírse mal, 'lloraba' la afinación de su guitarra. Hice un arreglo de
piano, teclados, guitarra, bajo y percusión. De esta manera la canción quedó
con el mismo color que el resto del score.” Sin embargo, cuando ya estaba
fabricado el CD con la banda sonora, Serrat prohibió la edición de su canción
con una promesa que luego no cumplió: no quería "quemar" la canción
ya que pretendía grabarla en un futuro
disco. La palabra de Serrat era ley:
toda la tirada fue destruida. Precisamente, ahora sale un doble titulado Litto
Nebbia film music song book: “está incluida la música de Cazadores de utopías.
Lógicamente, sin el tema de Serrat”.

Urge hacerse una idea de la inmensa popularidad de Joan
Manuel en aquel país. Era una estrella pop, desde luego, pero también una
referencia ideológica. En los tomos de La voluntad, la inmensa crónica
panorámica de la insurgencia argentina entre 1966 y 1978, se reitera el nombre
de Serrat (incluso se reproduce una crítica negativa de un disco suyo, para dar
idea del clima cultural de 1974). En un momento, antes del golpe, aparece
donando “una buena suma” a familiares de presos políticos. Más adelante, en la
infernal Escuela de Mecánica de la Armada, se usa su música para tapar los
gritos de una torturada, Graciela Daleo.
No logran "quebrarla": Graciela cierra la
historia de Eduardo Anguita y Martín Caparrós con un soberbio gesto de desafio,
potencialmente suicida. Como parte de su proceso de "rehabilitación",
sus carceleros la sacan a cenar (Argentina ha ganado el Mundial y hay que
celebrarlo). Ella pide permiso para ir al lavabo y allí, con su lapiz de
labios, pinta las paredes: "Milicos asesinos. Massera asesino. Viva Perón.
Vivan los Montoneros".
Extraído de: http://blogs.elpais.com/
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