La
poesía de Antonio Moro
Por
Luis Benítez
Nacido en
Córdoba, Argentina, en 1955, el poeta Antonio Moro ha sido publicado el año
pasado bajo el sello Ediciones Letras y Bibliotecas de Córdoba (eLBc), tras
recibir la Mención en el Premio Literario Provincia de Córdoba 2012 en el
Género Poesía. El breve pero conciso volumen “Otra sombra en el árbol”, aquel
que le granjeó ese galardón, es otra muestra más de su ductilidad lingüística,
que le permite abordar un amplio rango de significados hasta estructurar un
discurso de variada referencia, donde la situación del hombre de nuestro tiempo
tiene un marcado y señalable peso específico.
Se ha
subrayado antes que si el hombre común lograra unir la suma de los significados
que le ofrece la realidad, la porción de la realidad que se presenta ante él,
seguramente perdería de inmediato la cordura, ya que el universo de lo humano
que se ofrecería a su conciencia sería excesivo para sus capacidades. O sea, lo
terrible del mundo es una amenaza constante para la misma razón que intenta
comprenderlo. De ello nos protege, precisamente, la inconsciencia, la falta de
cabal discernimiento, el desvaído ritmo del pensamiento que es la moneda
habitual de nuestros rumbos a lo largo del día. Sin embargo, la conciencia de
ese tremendo “ser en el mundo” -el famoso Dasein explicitado por el
filósofo alemán Martin Heidegger- irrumpe de cuando en cuando en la percepción
y genera, pese a los filtros interpuestos por la cultura, un grave conflicto
que solamente puede resolver, como un bálsamo no menos riesgoso, una nueva
caída en el sinsentido, buscada o no. No olvidemos que el Dasein
heideggeriano es el ser que a cada paso se cuestiona y cuestiona por ende
cuanto lo rodea, tal como lo hace Moro a través de su consistente poesía.
Contra esa perspectiva
del encubrimiento de la realidad se rebela el poeta Antonio Moro, quien muy por
el contrario busca rasgar esa veladura que nos oculta el sentido final de las
cosas y las circunstancias para rastrear desde el lenguaje esa constelación de
significados, unos ambiguos y otros prístinos y siniestros, que en verdad
conforman la realidad, aquella que nos resulta aprehensible. Se trata de un
intento repleto de peligros que el autor acepta a su exclusivo riesgo, y cabe
decir que sale más que airoso, en “Otra sombra en el árbol”, de tan temeraria
empresa. El rescate de la conciencia y la sensibilidad a cualquier precio,
concretado por Moro, nos deja páginas plenas de sentidos, al tiempo que las
claves para desentrañar sus íntimas interrelaciones nos son brindadas por el
autor.
Es Antonio
Moro un poeta de intensidades manifiestas y en el volumen que nos ocupa
prácticamente ningún verso baja su fulgor en relación a otro; la suya es una
cualidad muy rara de discernimiento y compleja factura estilística, una que,
sin embargo se ofrece sin rebuscamientos ni falsas pretensiones de
altisonancia. Su lengua es generalmente llana, sin estridencias, pero de
ajustada puntería en cuanto a impactar en la sensibilidad, tanto intelectual
como emocional del lector. Ciertamente un poeta para conocer y releer en el
tiempo.
Obra
poética publicada: Camino del escarabajo (1990); El correo llega al
laberinto (1993); La noche del día vacío que el amor corona (1998); Mano
de cielo (2003) y Otra sombra en el árbol (2013). Ha sido incluido
en la antología Entresilences / Neuf Poétes argentins (París, Francia,
2004).
Así
escribe Antonio Moro
IX
La sombra
del árbol podado
proyecta
sobre la tapia
un letrero
de estéril juicio.
Era un
olivo,
había
crecido en la fronda de la noche,
sus ramas
derivaron en nudos, bifurcaciones,
llegó a ser
un manantial de frescura
pero su
grandeza fue castigada.
¿Por qué no
daba frutos?
¿no sabía
de prodigios estelares?
¿como
cualquier árbol
observaba
la espada de Orión
y el ojo del toro?
¿no sentía
las gestas de caravanas infantiles?
¿la
concepción le fue privada por error?
¿como a
Edipo lo perseguían
fatalidades y furias?
¿o la diosa
de las pestes y la cura,
ofendida
por la negación de tributos,
lo asoló
con el silencio de una tapia?
Su sombra
exigua,
una mano
seca a las tres de la tarde,
un espejo
de la poda
luce con
perversión geométrica
el grabado
de lo óptimo y austero
con hojitas
volviendo a la vida.
(de su
libro antes citado, “Otra sombra en el árbol”)

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