Un anónimo cantante que llevó la belleza a
las trincheras
En
todas las guerras tienen lugar los hechos más brutales y salvajes de los que es
capaz el hombre, pero también en ocasiones resplandece la condición humana y
surgen momentos conmovedores. Muchos de ustedes conocerán la famosa tregua
navideña de 1914, en plena Primera Guerra Mundial, que es un buen ejemplo. Y
también en esa guerra, de la que se cumplen 100 años, ocurrió lo que voy a
narrarles hoy.
La
fuente original de esta curistoria son las memorias de Herbert Sulzbach, en las
que narra entre otras cosas su servicio en el ejército alemán en aquella guerra
del 14. En el año 1915 él formaba parte del contingente de hombres que
combatían en el terrible frente occidental. Cuenta cómo una noche se acercó un
soldado hasta el lugar donde estaba Sulzbach junto a un oficial y se dirigió a
este diciéndole: Señor, hay un francés en aquella zona cantando magníficamente.
Supongo
que si alguien creía que una noticia así debía darse a un oficial era porque el
cantante lo hacía realmente bien. Sulzbach y el oficial salieron de su refugio
al aire libre de la noche y buscaron un sitio mejor en la trinchera para
escuchar al francés, al enemigo.
Una
magnífica voz de tenor interpretaba, entre las trincheras, en mitad de la
noche, en el transcurso de una guerra, un aria de la ópera Rigoletto de Verdi.
Poco a poco todos se fueron callando, a un lado y al otro del frente, para
deleitarse con la voz y dejar de lado las penurias por un momento.
Cuando
terminó la interpretación la trincheras alemanas aplaudieron y vitorearon a
aquel anónimo cantante francés. A pesar de todo reconocieron su arte y,
supongo, le agradecieron haberles brindado un poco de belleza y civilización en
medio de todo aquel despropósito.
Fuente: Military's strangest campaigns and characters,
de Tom Quinn
Extraído
de: http://www.curistoria.com/
No hay comentarios:
Publicar un comentario