El primer torero de la Humanidad
Una Tauromaquia prehistórica en Villars representa a un
hombre citando brazos en alto a un bisonte (23.000 años antes de Cristo)
Para encuadrar la Tauromaquia dentro de
la cultura mediterránea, nada como acudir a los juegos cretenses de la
civilización minoica en la Edad
de Bronce. El toro y su carácter sagrado, el toro como símbolo de la fortaleza
y la fecundidad que se transmitían a los jóvenes que brincaban y saltaban sobre
sus lomos o se agarraban a sus cuernos en el ritual de la Taurocatapsia
(Taurokathapsia) representada en los murales del palacio
de Knossos (entre el 2.000 y el 3.000
a .C.) Tauromaquia o Tauromagia de la Creta Antigua.
Pero la nueva
interpretación de las pinturas de hace aproximadamamente 20.000 años de la
cueva de Villars (descubierta en 1953 en Dordoña, Francia), que publica este
viernes la revista 'Tierras Taurinas', dirigida por André Viard, algo así como
la revista 'Science' en el ámbito de la ciencia, datan la primera Tauromaquia
en la era del hombre de Cro-Magnon. La obra de Villars forma parte de una
trilogía junto con la de Roc de Sers y la famosísima de Lascaux, que sirven de
marcador cronológico entre el fin del periodo solutrense y el principio del
magdaleniense.
André Leroi-Gourhan,
el 'pope' de la paleontología en la segunda mitad del siglo XX, describió cada
escena del siguiente modo: "Roc de Sers (19.000 años a.C.), hombre
llevando algo sobre su hombro perseguido por un bisonte; Lascaux (17.000 años
a.C.), hombre golpeado por un bisonte; Villars (23.000 años a.C.), hombre que
levanta los brazos ante un bisonte que le embiste". Entre las 200 cuevas
prehistóricas exploradas entre Gibraltar y los Urales, las obras de las
catedrales geológicas de Francia son las únicas en las que un hombre y un
bovino componen una imagen dinámica. Para Viard, "si en vez de un hombre
desafiando a un toro, burlándolo o muriendo por una cornada, se hubiera
descubierto a un Cro-Magnon tocando la flauta se hubiera convertido en un
símbolo universal para la humanidad" y probablemente en el primer músico.
"Pues el primer hombre" -continúa el editor de 'Tierras Taurinas'-
"que pintaron nuestros antepasados lejanos, guste o no, fue un
'torero'".
Todas las lecturas
taurinas de las descripciones paleontológicas no se han valorado con la debida
importancia, a pesar de la agudeza argumental de George Charrière en 'La
revista de la historia de las religiones' de 1968: "Sin que se pueda
realizar aquí la historia y prehistoria de la Tauromaquia , la
figuración del encuentro entre el hombre y el bovino es inquietante en la
pintura de la cueva de Villars, donde el hombre hace frente a la bestia con un
aspecto de matador, agitando posiblemente en la mano derecha algún señuelo que
desviará la rabia del animal".
La imaginación es
libre a la hora de interpretar, sostienen otros paleontólogos como Gilles y
Brigitte Dulluc, que pese a afiliarse a sus teorías meramente descriptivas no
dejan de maravillarse. ¿Qué es lo que el hombre porta en su mano, un arma o un
señuelo? ¿Y la mancha roja a la derecha de la escena? La actitud del sujeto es
gallarda, desafiante, valiente, "hasta el punto de recordar a un
banderillero español, a un 'ecarteur' landés, a un 'forcado' portugués, a un
'razeteur' languedonciano, a un recortador...", subraya la publicación
'Tierras Taurinas', que ve la luz en España este viernes. ¿Nació pues el toreo
en la Dordoña
francesa? ¿Cómo hasta la fecha ha podido pasar desapercibido el hallazgo a
pesar de que ya en 1968 Charriére insistía en sus raíces taurinas?
André Viard ha
encajado todas las piezas del puzle, de la pintura de Villars que aquellos
hombres, habitualmente cazadores recolectores nómadas, realizaban con manganeso
(pigmento natural de color negro), grasa animal derritida y ocre, una roca cuyo
color oscila entre el pardo y el rojo. El drama de la escena de Lascaux es como
el punto final a la imagen de Roc de Sers que representa una finta, un quiebro,
un regate. La interpretación taurina del típtieco parietal no ofrece resquicio
a la duda, ya fuese un uro, un bisonte o un buey almizclero (ovibos moschatus).
Por supervivencencia o la necesidad del hombre de mostrar su supremacia, la Tauromaquia hunde sus
raíces en la cueva de Villars, donde hace ya 20.000 años hubo un Goya y un José
Tomás.
Extraído de:
http://www.elmundo.es/
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