sábado, 5 de marzo de 2011


De cómo viejos manuscritos revelaron pormenores de las celebraciones por el bicentenario del triunfo sobre los moros



Ángel Juárez Masares

Había una vez en una pequeña comarca un Señor feudal que reinaba sobre su pueblo desde un coqueto y antiguo Palacio, y cuya rutina fue alterada  con las celebraciones por los 200 años de la liberación morisca. Asunto sobre el que ya hemos indagado a través de viejos documentos de la historia. Sin embargo, encontrado que hemos nuevos manuscritos, se revelan más datos sobre aquella antigua epopeya.
Conocimos entonces que el Rey llegó al feudo rodeado de muchos Nobles de su Corte para presenciar las Justas, así como de escribas de todas las regiones más algunos de su propio Castillo (nada que ver con el Pit-Cnt porque no existía) tan bestias que preguntaron por qué uno de los estandartes rezaba: “Aquí nació el reino” (pena que el Quijote aún no viera la luz, porque hubiera exclamado: ¡Cosas veredes Sancho!)
Cuentan que el día estipulado para los grandes festejos, el escriba del Señor feudal olvidó inscribir en el “Juego de la Silla” al Caballero Rojo (nada que ver con aquel de la troupe del famoso Armenio), y al Caballero Azul (de la Orden de los Tenues, llamada así porque para ellos nada es importante).
La iracundia del Caballero Rojo llevóle a increpar duramente al escriba, incluso delante de las damas de compañía, lo cual fue muy mal visto hasta por lo propios aldeanos.
Nada se sabe de la reacción del Caballero Azul. Noble de hablar pausado y rutinario; pero algunos haedos supieron cantar años después que su enojo había sido de tal magnitud que –pleno de ira- bramó: ¡Recórcholis!
Pese a todo la Justa continuó tal como estaba programada, y el vulgo pudo ver las huestes guerreras desfilar con orgullo frente a la nobleza (aunque nunca le ganaron a nadie a menos que estuvieran con la cabeza tapada). También lo hicieron los músicos y los bufones, y por último la caballería feudal, que eran muy pocos, pero “hicieron número” con algún bufón “colado” y gran cantidad de jinetes “truchos”, fácilmente reconocibles porque rebotaban encima de las humilladas cabalgaduras.
Años ha, en un apolillado arcón del “Mesón de los manuscritos” de la aldea (llamado así porque dicen que en un tiempo solían escucharse desde allí risas de doncellas en horas de la madrugada, y que no estaban precisamente estudiando la historia) descubrieron algunos versos que pretendían resumir aquellos episodios:

Y el pueblo fue feliz recordando a sus campeones,
colgando de sus carruajes cintas varias y pendones.
Los descontentos de siempre encontraron un desliz,
pero las viejas -alegres- tuvieron donde hacer pis.


Moraleja:
              Podéis organizaros para que el vulgo se divierta, pero ante todo sed precavidos, porque si no lo sois, tu propio pueblo “te meará la puerta”.

1 comentario:

Alfredo Saez Santos (Charo) dijo...

¿Qué lástima que no se sepa cuáles eran los nombres de los dos Caballeros y cuál la felonía de su interdicción?
En ese tiempo medioeval,felón es el Cabllero que no cumple con el juramento fedual ( feudal deriva de conceder fe y fe de fidelidad).El castigo por la felonía tiene diversos grados, siendo la intrdicción prohibir pasar por el feudo-silla y no se dan los sacramentos de la fe.
Una lástima: es como que no se hubiese escrito nada.