viernes, 1 de abril de 2011

ANECDOTA

 Mi encuentro con Circe Maia

Angel Juárez Masares

Cuando uno busca explicaciones para algunas cosas que le han sucedido a lo largo de la vida, a veces llega a un punto donde lamenta no creer en la casualidad. Aferrarse al azar como elemento justificativo evitaría meterse en problemas que tienen que ver con el interior del individuo.
Pero como la idea no es internarse en elucubraciones metafísicas, comenzaré confesando mi admiración por la obra de la poetisa Circe Maia, y mi “casual” y alucinante encuentro con ella, pues de eso se trata.
Había llegado temprano a Tacuarembó con dos compañeros para realizar un “especial” para TV de la Fiesta de la Patria Gaucha, y pese a que de esto hace ya algunos años, recuerdo perfectamente cada detalle.
Desde la partida de Montevideo me acompañó la idea de intentar conocer a Circe, pero no podía evitar cierto -e inexplicable- temor de no ser recibido; quizá por esa suerte de idealización que a veces hacemos de las personas que admiramos.
El asunto es que a media mañana nos detuvimos frente a la casa de Santiago, periodista que nos daría “apoyo logístico” para realizar nuestro trabajo durante un par de días.
Al salir, y ajustando algunos detalles parados en la vereda, se me ocurre preguntarle si “por casualidad” sabía dónde vivía Circe Maia.
El hombre ni siquiera levantó un dedo para responderme, simplemente levantó las cejas y arrugó el mentón al tiempo que decía: “ahí enfrente”.
Eso me llenó de coraje e inmediatamente pedí a los muchachos unas imágenes de la ciudad, y antes de perder el impulso tenía el dedo en el timbre.
El tiempo que tardó en abrirse la puerta no lo puedo medir, pero “finalmente” una joven señora preguntó amablemente qué deseaba, y volvió al interior de la casa en busca de la causa de mi sudoración.
Sentados frente a frente, expliqué a Circe que sólo quería conocer a quien había sido capaz de escribir: en un gesto trivial, en un saludo/ en la simple mirada dirigida en vuelo, hacia otros ojos/ un áureo, un frágil puente se construye. / Baste eso sólo/ aunque sea un instante, existe, existe/…
La señora sonrió, y dijo: “que alguien lo recuerde sin duda justifica haberlo escrito”.
Nunca más la vi. Pero haber constatado que era un ser terrenal me hace reivindicar al hombre cada día. La humanidad está a salvo mientras alguien que vuelve de la feria cargando acelgas y cebollas pueda escribir:

Unas veces el cambio se prepara
en forma subterránea pero estalla
de modo brusco, abierto:
nova en el cielo
grieta en la tierra
inundación de luz en plena noche
lengua de fuego
asoma sorpresivamente en la mirada
del otro, vuelto Otro, vuelto ajeno.

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Nota: la biografía y la obra de Circe Maia puede consultarse en  su sitio oficial:

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