Literatura y Pintura
Ernesto Sábato también incursionó en la plástica. A continuación transcribimos un fragmento de un reportaje publicado en agosto de 1992 en el diario La República , donde Sábato reflexiona sobre estas dos disciplinas que confluían en su creación, donde la pintura se convirtió para el, por una deficiencia física, en una continuación casi natural de la literatura.
¿Volver a la pintura significa para usted poner las cosas en su justo término?
-La pintura fue mi primera pasión desde la niñez, cuando aún no sabía leer ni escribir. Al comenzar el colegio secundario, ya en la adolescencia, empecé a describir, torpemente, pesadillas y alucinaciones que sufrí en aquel período desdichado. Felizmente las destruí cuando tuve más conciencia. Muchos años después, en 1979, después de haber publicado mi última novela Abaddón el exterminador, un oculista me detectó una enfermedad irreversible en los ojos que podía llevarme a la ceguera si seguía leyendo y escribiendo. Yo, que siempre vivía ese tema como una gran obsesión, escuché la mala noticia sin inmutarme. Estaba pensando que por fin podría volver a pintar sin la sensación de estar pediendo el tiempo que me exigía la pintura.
¿Qué es para Ernesto Sábato una obra de arte?
-Una verdadera obra de arte se caracteriza por tener muchas interpretaciones. Surge del pensamiento poético, proviene del inconsciente. Ese objeto que intuimos en una zona crepuscular, entre la vigilia y el sueño, y que yo llamo objeto poético. Uno trata de captar dicho objeto, tan frágil, tan sutil, que se trasmite por imágenes, no por palabras. El arte es una gran verdad y proviene de las mismas raíces que el sueño. De los sueños se puede decir cualquier cosa, menos que sean una mentira.
¿Y cómo trabaja el inconsciente sobre la pintura?
-En la pintura, el inconsciente casi se capta directamente. Es, en realidad, una imagen que conecta con otra imagen. En cambio, el escritor, para expresar ese objeto, tiene el tremendo problema de la palabra, que se interpone. Esta es la gran diferencia entre la literatura y la pintura.
¿Cuál es, desde su propia experiencia, el objetivo que debería perseguir un buen escritor?
-Debe ser preciso con la palabra. La misión del escritor es la de restaurar el valor de la palabra. Llamar al pan, pan y al vino, vino. Si yo me he equivocado tanto en mi vida, lo he hecho a partir de mis verdades, y no con palabras convencionales. Un escritor debe tener cuidado con la pasión verbal. No hablar por hablar, no escribir por escribir, sino solo para decir cosas importantes. Por ejemplo, Miguel Hernández no pudo vencer esa pasión verbal, pero lo vamos a recordar siempre por un par de poemas sobre la muerte, que realmente son inmortales.
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