La insustituible poesía
Ángel Juárez Masares
“No basta para ser poeta, peinar en ritmo y rima el chorro de una fuente que suena; hay que ser fuente, manantial, profunda veta de humanidad que resume santa energía estética, renovadora, impulsora…”
Si el fragmento anterior extraído de “Estética de la razón vital”, de Ortega y Gasset, posee en tres líneas tan fuerte carga de severidad, es posible que muchos lo pensemos dos veces antes de ponernos a versificar.
José Ortega y Gasset |
Para conocer un poco más del tema, avanzaremos un poco más en el artículo de marras, para encontrarnos que: “el yo de cada poeta es un nuevo diccionario, un idioma nuevo a través del cual llegan a nosotros objetos como el ciprés-llama, de quien no teníamos noticias. En el mundo real podemos tener las cosas antes que las palabras en que nos son aludidas. Podemos verlas y tocarlas antes de saber sus nombres. En el universo estético es el estilo, a la vez, palabra y mano y pupila; sólo en él y por él venimos a noticia de ciertas nuevas criaturas. Lo que un estilo dice no lo puede decir otro. Y hay estilos que son de léxico muy rico y pueden arrancar de la cantera misteriosa innumerables secretos. Y hay estilos que sólo poseen tres o cuatro vocablos, pero merced a ellos llega a nosotros un rincón de belleza que –de otra suerte- quedaría nonato. Cada poeta verdadero, cuantioso o exiguo, es, portal razón, insustituible”.
Vemos entonces –en base a lo antes dicho- que la severidad, o rigurosidad tantas veces aludida a través de HUM BRAL en otras oportunidades, encuentra en las palabras de Ortega y Gasset un refugio válido, transformándose –por qué no- en un principio de las artes por su aplicación a todas las disciplinas así llamadas.
“Yo diría que el objetivo de un gran poeta –señala más adelante- es contarnos algo que nadie antes nos había contado, pero que no es nuevo para nosotros. Tal es la misteriosa paradoja que yace en el fondo de toda emoción literaria. Notamos que súbitamente se nos descubre y revela algo, y a la vez, lo revelado y descubierto nos parece lo más sabio y viejo del mundo. Con perfecta ingenuidad exclamamos: ¡Qué verdad es esto, sólo que yo no me había fijado! Diríase entonces, que llevamos dentro, inadvertida, toda futura poesía, y que el poeta al llegar, no hace más que subrayarnos, destacar a nuestros ojos lo que ya poseíamos: Ello es que el descubrimiento lírico tiene para nosotros un sabor de reminiscencia, de cosa que supimos, y habíamos olvidado.
La poesía es eufemismo, eludir el nombre cotidiano de las cosas, evitar que nuestra mente las tropiece por su vertiente habitual, gastada por el uso, y mediante un rodeo inesperado nos ponga ante el dorso nunca visto del objeto de siempre”.
Fuente: La citada en el texto
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