viernes, 11 de noviembre de 2011


Antonio Seguí: “El arte contemporáneo tiene más de ingenio que de sensibilidad”

 El maestro Antonio Seguí trabajando
en la serie que presentará en Chile en 2012.
(Horacio Bilbao)
A los 77, y luego de 50 en París, Seguí revisa las concepciones
 de moda en el arte y critica la falta de apoyo que padecen sus colegas en nuestro país.

Venga ahora”, invita la voz grave en el teléfono. Suena como cualquier cordobés sin mudanzas la tonada incorrompible de Antonio Seguí (1934). Da dos indicaciones precisas y a la media hora abre la puerta de su pequeño castillo medieval. Recompensado por el veranito parisino que renació en octubre, en remera y pantalones cortos, dibuja en su atelier una serie sobre ciudades, que presentará en Chile a mediados de 2012. “Las exposiciones que hago en América latina las sigo, las de acá ya no”, aclara. Acá es París y cuando dice las sigo quiere decir que viaja. Dos veces al año también vuelve a Córdoba, de donde salió hace 60. Es que allí, curiosamente, viven sus dos hijos franceses (el más grande, que también es artista, se quedó en Francia). “A los 17 me dijo papá, yo me siento muy francés, pero me rajo para Córdoba. Y le va muy bien”. A Seguí padre también la va bien. Sus obras cotizan en alza en los principales mercados del mundo y en París es una figura notable, presente en el Metro, en el Pompidou o como ahora, en la única librería hispana de la ciudad, con una muestra sobre Mario Benedetti. Como dirá en esta entrevista, su relación con la Argentina es compleja. Por eso, o tal vez por azar, está donde quiere estar. En su taller, rodeado de trabajo, y en su caserón francés, con una colección de arte africano y precolombino envidia de cualquier museo. Allí, entre colaboradores, personal de mantenimiento y un teléfono que deja sonar más veces de las que lo atiende, conversa Seguí con Clarín . “Hasta no hace mucho quería volver, pero tuve que decidirme, no se puede estar en lugar pensando en otro”. Quizá sea cierto, pero cuando el artista habla, ese suburbio parisino, por un rato, podría ser Villa Allende.

Fue hace mucho, pero también probó en Buenos Aires y en México, y se fue quedando en París…
Entre vivir en Buenos Aires y acá, como extranjero en los dos lados acuñé rápidamente una frase muy demagógica. Prefiero ser un latinoamericano en París que un cordobés en Buenos Aires.

¿Tiene que ver con las dificultades para vivir del arte en la Argentina?
En la Argentina es difícil, no acompañan a sus artistas. No es Brasil, ni Colombia ni Venezuela, ni siquiera Perú. Veo las ventas de artistas latinoamericanos y no hay argentinos. Eso es clave.

Sin embargo, su generación ha dado varias figuras…
Sí, pero viven de lo que venden afuera, no en la Argentina. Yo tengo galerías acá, en Italia, en Bélgica y expongo en todos lados. Y en la Argentina lo hago cada cuatro años para estar presente, me encanta estar presente. (En diciembre Metrovías inaugurará un mural de Seguí en la Estación Independencia).

¿Qué ecuación hace para explicar que una obra suya en el mercado vale tantos miles de euros, qué vinculo establece entre su trabajo y lo que puede cobrar por él?
No es algo en lo que piense, el mercado es una cosa muy fluctuante. Hay gente que vende carísimo ahora y en cinco años no existe más. Pero yo tengo que decir que trabajo hace 60 años en esto, y he hecho una carrera entre comillas, porque nunca he hecho carrera. Nunca me interesó. Me interesa trabajar, pintar y chau.

¿Sesenta años pintando no es una carrera?
Digo que soy neomarginal. Trabajo solo, nunca pertenecí a un grupo, y no porque esté contra el trabajo colectivo, sino porque me sale así, para mí es natural.

Desde que llegó a París ha sido importante para los argentinos, trata con muchos de ellos…
Sí, claro, traté a muchos... desde Saer, Cortázar, pero siempre estuve metido acá, no he sido de participar mucho de aquellos encuentros. Aquí siempre ha habido dos grupos de argentinos. Uno que trabaja acá, que vive acá y que cuando llega un argentino nuevo dice uh, no, argentino no. Y otros que estamos acá, pensando y trabajando en función de la Argentina, y cuando llegan los argentinos los recibimos sin problema.

Hay varios argentinos exponiendo en París. ¿Los ve?
Sí, he visto a Leandro Elrich. No tiene nada que ver con lo que yo hago, pero tiene mucho talento.

El mundo de las instalaciones, al que es ajeno. Ahora que predomina el multimedia, ¿cómo lo ve?
Es un signo de estos tiempos. Algo que pide la sociedad, que tiene sus formas de escritura, para decirlo de algún modo.

¿Y ese es un buen mecanismo para el arte?
Hay mucho más de ingenio que de sensibilidad, eso es evidente. Pero es tal la cantidad de herramientas nuevas que sería ilógico que no las usen.

A ese fenómeno se asocian las carreras meteóricas ...
Es el mandato de la sociedad, lo que necesita el mercado. Acá, cuando un chico de 30 años no triunfó, no tiene su chateau, es un pelotudo.

¿Qué piensa de esa concepción?
Que es una boludez.

Ya ha dicho que se abrió pronto de la política, pero en su obra, con su estilo, hay acontecimientos políticos, económicos…
Sí, son los imponderables de la cultura. A veces pasamos mensajes sin saberlo. Pero mis trabajos tienen una dosis de humor, que es producto de un origen, y ese humor me permite decir cosas mucho más serias que si pretendiera decir cosas serias.

Y sigue produciendo muchísimo, con sus series ya famosas, cuándo terminan, cuándo empiezan...
Cuando se agotan doy un salto, cambiando de materia o de coloración. Trato de renovarme siempre, si no, se convertiría en un tic, los tics son malos. Renovarse es lo divertido, por eso el día que una serie se acabó, se acabó.



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