sábado, 14 de enero de 2012

Alfredo Zitarrosa (1936-1989)

Más de dos décadas sin milongas


Aldo Roque Difilippo

Hace 23 años, el 17 de enero de 1989 moría en Montevideo Alfredo Zitarrosa (1936-1989). Hacía casi cinco años que había regresado al país, de ese regreso lento y doloroso que fue para Zitarrosa el estar ocho años padeciendo un exilio que, en su caso, se hizo especialmente desgarrador. "...porque el exilio a mi modo de ver es una forma de expresión y una forma de tortura", y ese desarraigo constituyó una pesada carga para su creación.


"Le encargué a mi mujer que me comprara un pasaje con destino a Buenos Aires sin decirme la fecha. Fue a "Exprinter" y me dijo: "es para la semana próxima" Y me fui a Las Toscas donde mis suegros tienen una casita donde yo había vivido un tiempo con mi familia. Sin decirle a nadie que me iba, me fui despidiendo de los parroquianos de los boliches de por ahí, sobre  todo, de los que frecuentaban lo de Piñeyro...". Así comenzaba ese largo camino que lo llevaría de Argentina a España, de España a México y de ahí nuevamente a nuestro país, con  numerosísimas escalas donde el cantor sufrió como pocos ese desarraigo.
Alfredo Zitarrosa es sin lugar a dudas, además del mayor exponente de nuestra música popular, la síntesis del exiliado, del hombre que por razones políticas o económicas debe abandonar su suelo natal y no concibe otra forma de existir que no sea en su patria.
Un exilio que "por momentos raya con lo enfermizo" como él mismo lo reconoció en una entrevista que le realizara Blanca Rebori en la audición "Raíces Latinoamericanas" de la por entonces Radio Municipal de Argentina, días antes de su regreso a Uruguay. "Yo no he podido componer a partir de la ausencia -reconocía Zitarrosa-. Es muy poco lo que he podido hacer. Alguna canción irrelevante. "Guitarra negra" una obrita de unos 15 o 20 minutos, que pensamos regrabar..." Fundamentalmente porque en su visión la patria "es todo lo que palpita en el interior, a veces agitadamente y en otras, en forma suave. Es la piedra fundamental que tenemos incrustada y que sentimos que su energía nos inunda cuando respiramos. También es el aliento, la risa de los niños, el dolor humano y la fuerza vital que nos impulsa a seguir adelante. Es por ello que a la patria no se le puede detener con decretos".

Macanudo, adelante
Ese poeta del desamor, del desgarramiento y del infortunio amoroso, como lo define Washington Benavides moría hace 23 años, y en algunos muros montevideanos florecieron palabras dolidas por la ausencia del cantor: "El violín de Becho está llorando y nosotros también", "No llores, canta". Porque él como pocos interpretó ese sentir popular. "Creo en la gente y me interesan los humildes, porque muchas veces son los primeros en perder la fé. Acaso la sociedad no los provee de los medios necesarios para mantenerse limpios y tener fé en el futuro hasta el fin de sus días. Pero mi tarea como cantante y como ser humano en general es la de aportar al humilde al desvalido" dijo alguna vez. "De modo que el desvalido sienta que no está desvalido, y que no depende su valor de si mismo solamente, sino del conjunto de los seres vivos, y en particular, claro me refiero a los hombres, a los seres humanos. Tal vez porque yo fui un niño desvalido y fui muy querido, muy amado por gente que me protegieron y no hablo solamente de mi familia, que por cierto como cualquier ser humano tengo una familia. Fui muy amado de niño, afortunadamente, pero también sufría mucho porque ya de chiquito me planteaba cosas raras. Me preguntaba: ¿por qué nací yo y no nació otro? Por ejemplo cuando era un pibe de 6 años. ¿Qué cosa es la muerte? ¿Quién es Dios? Todas esas cosas. Eso le pasa a mi hijita actualmente, a mi hija mayor; y son preguntas jodidas para una criatura, y más cuando no hay quien te asista en esas preguntas hondas con certeza, con calidad en el momento preciso. No soy pesimismta ni mucho menos, al contrario, soy muy optimista. Pero da laburo, da trabajo. Todos los días al ponerte los calcetines tenes que plantearte el asunto a fondo una vez más y preguntarte a ti mismo hondamente: ¿estoy dispuesto a seguir?. Si estoy dispuesto. Macanudo, adelante". 

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