La insoslayable contundencia de los números
Ángel Juárez Masares
Cuando los hombres
comienzan a caminar por la vida generalmente se plantean algunas metas. A veces
posibles, otras no tanto, en ocasiones inalcanzables.
La multiplicidad de
factores que habrán de encontrar en ese trayecto incidirá inevitablemente en la
obtención de esos objetivos; algunos de los que no los alcancen culparán por
esto a la mala suerte, otros a terceros, otros al Gobierno, y otros a sus
padres.
Naturalmente que no
tenemos intención de desagregar circunstancias, detallar situaciones, o
encontrar soluciones mágicas, porque no es la idea, porque no las tenemos, y
porque de intentar hacerlo acabaríamos elaborando un burdo tratado de
auto-ayuda de esos que tanto criticamos por inútiles.
En lo que sí insistiremos,
es en la necesidad de hacer. No importa qué, pero hacerlo poniendo en ello toda
nuestra energía y el máximo esfuerzo.
Hacer buscando la perfección, aún sabiendo que no habremos de conseguirla, pero
llevando la tenacidad al extremo.
Con esos ingredientes
comenzamos hace 17 meses a editar HUM BRAL en este formato. La imposibilidad de
volver al papel fue uno de los factores principales para adoptar esa decisión.
Sin embargo, debemos
confesar que en aquel momento no teníamos idea de lo que podíamos generar, y la
expectativa que alguien nos leyera era más que moderada. Sí teníamos claro el
objetivo; queríamos una publicación volcada a la cultura, aún conociendo lo
extenso, complejo, y nada rentable que es ese camino. Otro de los objetivos era
actualizar totalmente la página cada semana, aunque en este caso ignorábamos
las horas de trabajo que eso implicaría.
Y fuimos “haciendo”.
Comenzamos a escribir, a buscar material, a hurgar en estantes abandonados
(también virtuales), a extremar el cuidado del idioma, pese a que la memoria
visual suele fallarnos con frecuencia y descubrimos un error gramatical o de
“tipeo” una vez que está diagramada, y luego de una docena de lecturas
procurando evitar ese error.
Buscamos que HUM BRAL
fuera visualmente agradable, que las notas no fueran demasiado extensas, y que
el resultado fuera una publicación cultural, pero no “culturosa”, es decir, que
fuera comprensible aún para el hombre común, básicamente porque quienes la
hacemos somos hombres comunes.
Los primeros meses fuimos
trabajando quizá hasta con cierta inocencia (nunca displicencia). Lo tomábamos
en serio, pero no sentíamos que nos pesara mas responsabilidad que la de
mantener la línea trazada.
Entonces aparecieron los
números. Esos números que aún hoy tratamos de mirar de soslayo, pero cuya
contundencia nadie puede evitar, por real, y por eso mismo inevitables. Los
primeros meses la curiosidad apareció casi de manera inconsciente cada viernes,
en la medida que el contador de visitas se acercaba a las 1.000 semanales;
luego ese número fue una constante, y continuó acrecentándose sin pausa. Al
mismo tiempo, la cantidad de lectores alrededor del mundo también crecía.
Primero fueron los países limítrofes, luego saltamos a Europa y Asia, y de
pronto vimos con sorpresa que alguien nos había leído en Ucrania; y comenzamos
a jugar con eso. Personalmente se me ocurrió divertirme señalando que nadie nos
leía en Burkina Faso, seguro que nadie nos leería en ese minúsculo y
políticamente complicado país africano.
Hasta que el milagro se
produjo –para usar una frase hecha- y apareció UN lector allí. Ahora, perdida
esa partida, menciono en Facebook que aún nos falta Antananarivo, aunque ya no
estoy seguro que un día de estos la
Red nos diga que tenemos un lector en Madagascar.
No pocas veces, quienes
hacemos HUM BRAL nos sentamos a pensar, y entre teóricos divagues y reales
realidades nos preguntamos por qué razón nos leen, sobre todo cuando en este
asunto que hemos abordado existen miles de propuestas quizá más ricas en
contenido por la capacidad de quienes las ofrecen.
Como no conseguimos
encontrar una respuesta nos aferramos a
la idea que planteábamos al principio: la necesidad de buscar la perfección,
aún a sabiendas que será como tratar de llegar al horizonte, evidentemente
tiene su recompensa. Actualmente quedó lejos la meta de las 1.000 visitas
semanales, y hoy rondamos las 1.700, lo que está indicando que esta humilde
propuesta llena las expectativas de mucha gente.
¿Qué es un número
insignificante? Lo es.
¿Importa que alguien nos
lea en Senegal? Importa.
No sabemos hasta cuando
podremos sostener HUM BRAL; ya lo hemos dicho y es una realidad, pero si de
algo pueden estar seguros, es que mientras podamos mantenerla la seguiremos haciendo teniendo como techo
solo nuestra limitada capacidad intelectual, pero jamás escatimaremos el
esfuerzo.
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