Acerca de los fantasmas que habitan una
antigua máquina
de escribir
Ángel
Juárez Masares
Días atrás alrededor de la media noche
“se cayó” internet. Tras unos segundos mirando la pantalla estúpidamente, me
levanté para controlar el router. Estaba muerto. Apagados los pequeñísimos leds
de ese adminículo símil ovni, solo quedaba esperar o hacer otra cosa. Ponerme a
pintar significaba sumergirme en la parafernalia de pomos, pinceles, trapos, y
solventes; y si volvía pronto la señal, sedantes, por no haber tenido un poco
de paciencia.
De modo que me dispuse a pasar un poco
de humo por los pulmones y una copa de cabernet sauvignón por las arterias,
como para compensar.
Por un momento pensé cargar música en el
Winamp, pero decidí escuchar el silencio –asunto que deberíamos hacer con más
frecuencia- alterado apenas por el paso de algunos autos en la cercana avenida.
Sin embargo no fue el apagado sonido de
los motores los que alteraron esa noche. Fue el “carro” de la antigua máquina
de escribir “Continental” de 1917, que Virginia nos había regalado hacía un par
de semanas como elemento decorativo para el nuevo taller.
Estaba sobre la mesa donde la habíamos
dejado con la idea de limpiarla y aceitarla con la esperanza de volverla a la
vida, pero de pronto –y sin mediar intervención humana alguna- el carro
retrocedió haciendo “tope” con violencia en alguna parte del complejo
mecanismo.
Con la copa a medio camino hacia la
boca, mi atención fue de la pantalla de la PC a la pesada pieza de museo que apenas se veía
en la deliberada penumbra del taller.
Varias fueron las imágenes que entonces
pasaron por mi mente. La primera fue la de nuestro amigo Roberto Sari, quien
aún utilizaba la máquina de escribir (tenía más de una) pese a nuestros
esfuerzos por hacerlo trabajar en la virgen computadora que tenía sobre su
escritorio.
Recordé también mi primera Olivetti,
cuya compra insumió varios meses de especulaciones económicas suprimiendo
entradas al cine, al teatro, o cualquier gasto que pudiera considerarse
innecesario. Claro… esa máquina ya entraba en “la era del plástico”, y había
que atarla a la mesa para que no terminara en el suelo. En cambio la Continental no se
movía por más que se aporreara de manera inmisericorde.
De todas maneras esa noche me levanté de
la silla y con un dedo volví el carro a su lugar dando por terminado el
episodio. Aprovecharía la falta de internet para escribir algunas cosas que
tenía en mente, y pondría música de mi carpeta.
Serían las 2:00 de la mañana cuando el
ruido a metal rompió el silencio nuevamente.
Molesto por la interrupción y procurando
que no volviera a suceder, esta vez fui hasta la máquina munido de un rollo de
gruesa cinta engomada, y poniendo el carro en su lugar le di un par de vueltas.
Cuando intenté retomar la escritura, caí
en la cuenta que mi atención estaba centrada en la máquina de escribir y su
misterioso afán por distraerme.
¿Acaso alguien dejó inconclusa en ella
una carta de amor?... ¿O fue un relato
lleno de fantasías intrigantes?...
Aún di unas vueltas por el taller
procurando racionalizar el episodio; abandonando lo que estaba haciendo, y
decido a irme a dormir.
Evidentemente alguna traba que debía
sujetar el carro en su lugar estaba gastada y lo hacía “saltar” impulsado por
un resorte activo.
Sin embargo a la mañana siguiente cuando
vuelvo al taller descansado y mate en mano, la cinta que rodeaba la máquina
estaba floja, y el carro había retrocedido nuevamente.
Ese día decidí olvidarme del asunto y lo
encaré como todos. La conexión a internet restablecida me permitió seguir con
la rutina matinal; leer los diarios, revisar el correo, chusmear el face, y
terminar el texto inconcluso.
Fue a la noche cuando mi atención volvió
a la Continental.
Saqué la cinta que aún la rodeaba, y le puse una hoja en
blanco. Desde entonces el carro no se a movido, y no me extrañaría si una
mañana de estas parece escrita en ella algún poema. Si eso sucede, prometo
publicarlo en estas páginas como “anónimo”. Seguros estén que no me apropiaré
de su autoría. Nunca se sabe lo que pueden hacer los fantasmas que habitan en
una antigua máquina de escribir.
2 comentarios:
Tengo una maquina de escribir no tan antingua, digamos que de los años 70 pero han transcurrido cosas extrañas en ellas, la he comprado con intención de escribir mis relatos pero la primera noche en mi casa senti como presionaban su teclas, me levante y nada. He dejado como tu una hoja en blanco esperando que alguna energía o algo escriba en ese papel, cuantas ideas inconclusas tendran las maquinas de escribir.
He buscado en google "fantasmas en maquina de escribir" y di con esta pagina. Es increible, amo escribir y hace poco compre una maquina de escribir porque escribir en ellas tiene un plus inexplicable, le da otro aroma a cualquier relato, magia.
Esta maquina no es tan antigua como esa que cuentas, esta debe de ser del 70, pero estoy seguro que en ella hay ideas inconclusas que nunca se pudieron concluir por alguna razón, por alguna dictadura, o pòr algun motivo. El primer dia no la use tiene poca tinta la cinta, la limpie, llego la noche y me fui a dormir, y la maquina empezó a escribir sola, sentia que alguien escribía, me levante asustado y nada. Pense que estaba quedando loco pero mi madre unos dias despues me pregunto -¿Qué hacias tan tarde escribiendo en la maquina? Y confirme que no estaba loco, desde ese dia decidi no usarla y dejar un papel en blanco, esperando la idea de ese ser que quiere comunicarme o comunicar al mundo algo.
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