Aldo Roque Difilippo
El dilema del artista a frente a la obra es “un diálogo de sordos”, tal el
calificativo utilizado por Gustavo Alamón, quien definió su obra “no
para agradar” sino como un gran signo de interrogación; porque “cada
cuadro es un pregunta que yo hago, una pregunta dolorosa. Pregunta que sale de lo más profundo de nuestro ser”.
Alamón presentó en Mercedes una colección de óleos en
una exposición junto a dibujos de su amigo Fernando Cabezudo. Constituyéndose
para Mercedes en un evento poco usual ya que se trata de dos de los
grandes de la plástica nacional.
En la presentación de la muestra Gustavo Alamón se
refirió a los dilemas del artista frente a la obra y a otros aspectos del arte creativo que significa abordar una actividad artística.
A continuación transcribimos lo medular de esta
interesante disertación.
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“Cuando planteé el problema del dialogo de sordos estaba
planteando un problema artístico que tiene mucha vigencia.
Porque el artista plástico trabaja en
soledad, la calma del taller” para
“hacer funcionar el lado derecho del cerebro que es el de la creación”.
(…) “La obra de arte es el producto de angustias existenciales, de cosas que
nosotros tenemos en nuestro interior y no sabemos de qué forma expresar. Cosas que son
auténticamente angustiantes, que además, como el arte es un lenguaje de
trasmitir, capaz que lo que justamente lo que nos falta es la palabra para
poder contundentes”.
(…) “Cuando pinto estas cosas no es para gustar, ni
para agradar. Todo el mundo me podría decir eso yo no lo pondría en mi casa, porque
eso ya me lo han dicho varios; y para mi
eso es uno de los más grandes alicientes para seguir trabajando.
A esos personajes los pongo como un mensaje, un
sentimiento de rechazo, porque es el hombre mediocre, el hombre cifra, el súper
numerario de la vida, que vive indiferente del mundo. Es decir el hombre que
está totalmente deshumanizado, que muchas veces lo han deshumanizado. Vemos, en
la historia del Siglo XX tropeles de gente que cometieron atroces crímenes de
lesa humanidad y que fueron trasformados en robots para poder ejecutar
todo ese tipo de cosas”.
Un trabajador del arte
“En ese dialogo de sordos es donde cada
uno utiliza su cabeza y su corazón para
poder decir esas cosas que nos angustian. Un compromiso hermoso que
asumimos cuando dedicamos nuestra vida al arte. Porque el arte como decía Malraux
(André),
implica un gran coraje. ¡Porque hay que hacer obras de arte!, no hacer pintura. Intentar hacer obras
de artes.
Somos concientes que la obra de arte se concreta
cuando el autor ha muerto, y cuando pasó una perspectiva bastante grande. Por
eso a veces me da vergüenza cuando me dicen que soy artista. Yo soy un
trabajador del arte, pero artista lo va
a dictaminar el tiempo. No hay nadie que pueda decir que en este momento seamos
eso.
Nosotros sabemos que el arte no trasforma la
sociedad, no cambia las situaciones políticas ni humanas de la gente. Si el
arte tiene una virtud es que es algo hecho con el corazón y la mente, y al
hacerse de esa forma estamos trasmitiendo cosas que sentimos muy profundamente.
Al sentirlas, así, conmovemos.
Lo que
podemos ayudar es a pensar. El acto de pensar genera además la necesidad
de pensar en el resto, porque las obras,
no son otra cosa que un gran interrogante. Cada cuadro es un pregunta
que yo hago, una pregunta dolorosa. Pregunta
que sale de lo más profundo de nuestro ser. Pregunto y pido al espectador que me responda. No a mi,
que se responda a sí mismo. Este hombre
deshumanizado, un ser que anda en la calle
prácticamente como inocuo, sin
ninguna intención de producir nada, que no es
más que una cifra en los cálculos de la población, que no tiene
absolutamente nada en su vida interior, que ha perdido todas esas cosas y al no
poseer todas esas cosas que nos
diferencian del animal; eso es en definitiva
una cosa aterradora. Lo vemos en la
historia reciente, y en la historia desde que nací hasta este momento”.
Encontrar una esquina
(...) “Los que fuimos docentes y ejercimos con
vocación y ganas de servicios, aplicamos un concepto que es muy viejo. Me
remoto a 4 siglos antes de Cristo cuando un pensador chino, Confucio, decía en
una de sus sentencias: yo a mis discípulos les enseño cómo encontrar una
esquina para que ellos después busquen las otras tres. Es darle el conocimiento
de investigación, de análisis, de entrar en profundidad en lo que quieren
conocer para luego que cada uno pueda encontrarlo usando la cabeza. Ir
encontrando las respuestas a las interrogantes
que se le pueden plantear. Ese, en gran medida, es el mecanismo que el
arte propone. El arte no es capaz de
cambiar nada, pero sí es capaz de hacer
pensar. Ese el propósito que lleva cada uno a plantear en nuestras
obras ese gran interrogante que cada uno se pregunte a si mismo todo lo que ese
interrogante sugiere.
Por eso para hablar de arte no se puede
dejar de hablar de todo, porque el arte sin lugar a dudas es la vida misma. Uno
esta trasformando en una tela todas nuestras experiencias dolorosas, pero también
las buenas que conforman nuestra
existencia, y también nuestra sabiduría.
Al menos eso intento trasmitirles a mis
alumnos”.
Tratar de entender
(…) “El gran problema es tratar de
entender lo que es el arte. La mayoría de la gente cree que es pintar un
paisaje, un bodegón, un retrato excelentemente pintado. Eso es una artesanía.
Yo puedo hacer todo ese tipo de cosas en un grado de excelencia y me transformo en un gran artesano”.
(…) “Como creo que el arte lo que procura
es transformar las cosas de la naturaleza. Las cosas que le ocurren a los seres
humanos en grandes símbolos que pueden decir con claridad,
o al menos obligar a investigar en la mente de cada uno lo que representa ese
símbolo.
Es complejo, porque cuando vemos los
dibujos de los caballos de Cabezudo, o
las viejas lindas y horribles que pinta, porque
hasta con perversidad lo manifiesta, él está marcando símbolos.
Fernando Cabezudo y Gustavo Alamón. |
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