Los restos de la
expedición de Hernando de Soto brotan ahora de la tierra
Los vestigios de la expedición española de 1539 podrían
trazar la hasta ahora casi desconocida ruta que siguieron por Florida
La expediciónal M de Hernando de Soto llegando al Missippi |
Nuevos hallazgos de la expedición de Hernando de Soto se
han efectuado en el actual condado de Marion, Florida, al sur del lago Orange.
Monedas, cuentas de vidrio fabricadas en Italia en el siglo XVI, trozos de cota
de malla y restos de la mandíbula de un cerdo van apareciendo poco a poco. En
2005 una serie de huracanes y tormentas comenzaron a desvelar algunos de estos
vestigios de entre la tierra suelta, que encontró el arqueólogo local Ashley
White y que sirvieron para desvelar la ubicación de la Misión perdida de San
Buenaventura. A partir de ahí, la exploración de la zona llevó a diferentes
hallazgos hasta las piezas desenterradas esta primavera y la pista de De Soto.
Aunque se debate entre los historiadores la ruta exacta
de la expedición del explorador (1539-1542) suele haber acuerdo en que recorrió
los actuales estados de Florida, Georgia, Carolinas, Tennessee, Alabama,
Mississippi, Arkansas, Louisiana y Texas. En el caso de Florida, la información
era hasta ahora muy escasa, habiendo solo evidencias arqueológicas de la
expedición española en lago Tallahassee. Los nuevos descubrimientos podrían
trazar una ruta más exacta.
En 1539 Hernando de Soto era un hidalgo inmensamente
rico, no en vano fue lugarteniente de Francisco Pizarro en la conquista del
Imperio Inca. Disgustado por la ejecución de su amigo el emperador Atahualpa,
regresó a Sevilla con 18.000
onzas de oro a casar con Inés de Bobadilla y a vivir
rodeado de lujo y de pajes. Pero la sangre de los conquistadores extremeños
circulaba por sus venas, y engatusado por las historias de gloria y botín de
Cabeza de Vaca decidió partir a la conquista de Florida, imaginando colosales
pilas de oro y según palabras de Garcilaso de la Vega “para propalar la
religión católica y enfanchar el imperio español, hasta dejarle sin límites”.
El experto en numismática Alan Stahl cree que las monedas
encontradas en las excavaciones, propiedad del arqueólogo Ashley White, apuntan
a de Soto. El dinero en esa época estaba en circulación muchísimos años, de ahí
que las monedas pertenezcan a un tiempo anterior. Muchos gobernantes no
acuñaban nuevas monedas por décadas, porque producirlas costaba más que su
valor de mercado. Para Stahl es improbable encontrar monedas de oro, pero si de
cobre, pues una vez caídas al suelo se pierden de vista fácilmente tapadas por
la tierra. Para los indigenas las monedas no tenían valor y comerciaban con
perlas de vidrio. Los nativos no habían visto nunca trozos de cristal, asi que
los valoraban mucho, impresionados por sus tonos azules, rojos y blancos. Se ha
autentificado que el vidrio procedía de Italia, y más concretamente de Murano,
cerca de Venecia.
Hernando de Soto tuvo fácil el conseguir el cargo de
Gobernador de Cuba de mano de Carlos V del que era acreedor. Vendió todas sus
propiedades y organizó una expedición de 1000 hombres, 220 caballos y 29
sacerdotes, la más preparada que jamás envió España a tierras americanas. Y sin
embargo la expedición fue un cumulo de crueldades, inclemencias y calamidades.
En Florida no había oro, pero si muchos mosquitos y pantanos. Además los indios
les eran hostiles después de que Pánfilo de Narváez hollara esas tierras.
Desembarcaron en la Bahía de Tampa en un lugar que bautizaron como
Espíritu Santo. Su modo de avance consistía en la captura de jefes locales. En
1540 se adentraron en los montes Apalaches y estuvieron a un paso de la
aniquilación. El famoso tesoro del que oían hablar se encontraba en
Cofitachequi y por el cual caminaron semanas padeciendo hambre y sed. Los
españoles exigieron oro y les dieron cobre. Codiciando más metal áureo atacaron
Mauvila, defendida por la tribu Chotaw, en cuyo asedio dejaron los españoles 20
muertos.
Heridos, enfermos y en territorio hostil, la tropa solo
pensaba en abandonar, sonaba la palabra motín y Hernando de Soto hacia oídos
sordos, internándose tierra adentro.
Cuando el pacense exigió 200 hombres a la tribu Chikasaw,
para que sirvieran de porteadores lo único que consiguió es que atacaran su
campamento al amparo de la oscuridad, y en esa degollina perecieron 40
españoles. La expedición prosiguió diluida, y con la muerte del interprete Juan
Ortiz, la recolección de alimentos se hizo cada vez más difícil. A orillas del
Mississippi murió de Soto preso de la fiebre tras sufrir durante cinco agónicos
días. Hizo testamento, se despidió de todos y nombró sucesor a Moscoso de
Alvarado. Como era considerado inmortal por los nativos, se le hundió con
cautela en el río al caer la noche. La fiebre del oro, cuando tenía la
existencia resuelta, fue la antesala de la verdadera enfermedad que se cobró su
vida. Finalmente algunos de los miembros de la desastrosa aventura consiguieron
alcanzar el Panuco en México.
Extraído de: http://www.laaventuradelahistoria.es
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