Ante un nuevo
aniversario del natalicio de Cervantes
Ángel Juárez Masares
"Si
necesidad le ha de obligar a escribir, ruegue a Dios que nunca tenga
abundancia, para que con sus obras, siendo él pobre, haga rico a todo el
mundo".

La
pobreza, el rigor, y el sufrimiento son elementos casi imposibles de
cuantificar. No se sufre “poco”, su sufre.
Lo
curioso es que las privaciones, tanto materiales como afectivas, actúen muchas
veces como disparador del acto creativo, mas allá que existan algunas teorías
biológicas que avalen tal cosa o pretendan hacerlo.
La
vida de Cervantes estuvo signada por la pobreza, el rigor, y el sufrimiento.
Fue una serie ininterrumpida serie de fracasos, en la que no faltó ni el
cautiverio, la cárcel, ni la afrenta pública. No sólo no contaba con renta,
sino que le costaba atraerse los favores de mecenas o protectores; a ello se
sumó una particular mala fortuna que lo persiguió durante toda su vida. Sólo al
final, tras el éxito de las dos partes del Quijote, conoció cierta tranquilidad
y pudo gozar del reconocimiento hacia su obra, pero siempre agobiado por las
penurias económicas.
De infante
peregrino
Sexto
de los siete hijos del matrimonio de Rodrigo de Cervantes Saavedra y Leonor de
Cortinas, Miguel de Cervantes Saavedra nació en Alcalá (dinámica sede de la
segunda universidad española, fundada en 1508 por el cardenal Francisco Jiménez
de Cisneros) entre el 29 de septiembre (día de San Miguel) y el 9 de octubre de
1547, fecha en que fue bautizado en la parroquia de Santa María la Mayor. La familia de su
padre conocía la prosperidad, pero su abuelo Juan, graduado en leyes por
Salamanca y juez de la
Santa Inquisición , abandonó el hogar y comenzó una errática y
disipada vida, dejando a su mujer y al resto de sus hijos en la indigencia, por
lo que el padre de Cervantes se vio obligado a ejercer su oficio de cirujano
barbero, lo cual convirtió la infancia del niño en una incansable peregrinación
por las más populosas ciudades castellanas. Por parte materna, Cervantes tenía
un abuelo magistrado que llegó a ser efímero propietario de tierras en
Castilla. Estos pocos datos acerca de las profesiones de los ascendientes de
Cervantes fueron la base de la teoría de Américo Castro sobre el origen
converso (judíos obligados a convertirse en cristianos tras 1495) de ambos
progenitores del escritor.
A tímido
adolescente
A
los diecisiete años Miguel era un adolescente tímido y tartamudo, que asistía a
clase al colegio de los jesuitas y se distraía como asiduo espectador de las
representaciones del popular Lope de Rueda, como recordaría luego, en 1615, en
el prólogo a la edición de sus propias comedias: «Me acordaba de haber visto
representar al gran Lope de Rueda, varón insigne en la representación y del
entendimiento».
En
el año de 1569 un tal Miguel de Cervantes fue condenado en Madrid a arresto y
amputación de la mano derecha por herir a un tal Antonio de Segura. La pena,
corriente, se aplicaba a quien se atreviera a hacer uso de armas en las
proximidades de la residencia real. No se sabe si Cervantes salió de España ese
mismo año huyendo de esta sanción, pero lo cierto es que en diciembre de 1569
se encontraba en los dominios españoles en Italia, provisto de un certificado
de cristiano viejo (sin ascendientes judíos o moros) y meses después era
soldado en la compañía de Diego de Urbina.
Pero
la gran expectativa bélica estaba puesta en la campaña contra el turco, en que
el Imperio español cifraba su continuidad en el dominio y hegemonía en el
Mediterráneo. Diez años antes, España había perdido en Trípoli cuarenta y dos
barcos y ocho mil hombres. En 1571 Venecia y Roma formaban, con España, la Santa Alianza , y el
7 de octubre, comandados por el hermanastro bastardo del rey de España, Juan de
Austria, vencieron a los turcos en la batalla de Lepanto. Fue la gloria
inmediata, una gloria que marcó a Cervantes quien relataría luego, en la
primera parte del Quijote, las circunstancias de la lucha. En su transcurso
recibió el escritor tres heridas, una de las cuales, si se acepta esta
hipótesis, inutilizó para siempre su mano izquierda y le valió el apelativo de
«el manco de Lepanto» como timbre de gloria.
Catalina no fue
su Dulcinea
A los treinta y siete años Cervantes se casó
con Catalina de Salazar y Palacios, jóven de una familia de Esquivías, pueblo
campesino de La Mancha.
Tenía sólo dieciocho años, no obstante, no parece haber sido
una unión signada por el amor. Meses antes, el escritor había acabado su
primera obra importante, La
Galatea , una novela pastoril al estilo puesto en boga por la Arcadia de Sannazaro
cincuenta años atrás.

Viejo, soldado,
hidalgo, y pobre
A
principios de 1616 estaba terminando su novela de aventuras en estilo
bizantino, Los trabajos de Persiles y Segismunda; el 19 de abril recibió la
extremaunción y al día siguiente redactó la dedicatoria al conde de Lemos,
ofrenda que ha sido considerada como exquisita muestra de su genio y
conmovedora expresión autobiográfica: «Ayer me dieron la extremaunción y hoy
escribo ésta; el tiempo es breve, las ansias crecen, las esperanzas menguan y,
con todo esto, llevo la vida sobre el deseo que tengo de vivir...».
Unos
meses antes de su muerte, Cervantes tuvo una recompensa moral por sus penurias
e infortunios económicos: uno de los censores, el licenciado Marques Torres, le
envió una recomendación en la que relataba una conversación mantenida en
febrero de 1615 con notables caballeros del séquito del embajador francés ante
la corte Mariela: «Preguntáronme muy por menor su edad, su profesión, calidad y
cantidad. Halléme obligado a decir que era viejo, soldado, hidalgo y pobre, a
que uno respondió estas formales palabras: "Pues ¿a tal hombre no le tiene
España muy rico y sustentado del erario público?". Acudió otro de aquellos
caballeros con este pensamiento y con mucha agudeza: "Si necesidad le ha
de obligar a escribir, ruega a Dios que nunca tenga abundancia, para que con sus
obras, siendo él pobre, haga rico a todo el mundo"».
En
efecto, ya circulaban traducciones al inglés y al francés desde 1612, y puede
decirse que Cervantes supo que con el Quijote creaba una forma literaria nueva.
Supo también que introducía el género de la novela corta en castellano con sus
Novelas ejemplares y sin duda adivinaba los ilimitados alcances de la pareja de
personajes que había concebido. Sus contemporáneos, si bien reconocieron la
viveza de su ingenio, no vislumbraron la profundidad del descubrimiento del
Quijote, fundación misma de la novela moderna.
Así,
entre el 22 y el 23 de abril de 1616 murió en su casa de Madrid, asistido por
su esposa y una de sus sobrinas; envuelto en su hábito franciscano y con el
rostro sin cubrir, fue enterrado en el convento de las trinitarias descalzas,
en la entonces llamada calle de Cantarranas. Hoy se desconoce la localización
exacta de su tumba.
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