Cuentito medieval
De como viajar a regiones remotas a través de la escritura
Escriba Medieval
Amados Cofrades:
enterado que hube acerca de vuestras celebraciones y homenajes al lenguaje,
esta noche os hablaré de las maravillas que el hombre puede descubrir si posee
la valentía de lanzarse en busca de aventuras cabalgando las palabras.
Si…verdad es que no solamente es posible
viajar a regiones remotas a través de la escritura, pues vero es también que un
viaje igual de largo y azaroso podréis realizar al interior de vuestras almas.
Muchas veces en la soledad de mi
scriptorium, acostumbro tomar la pluma suavemente, y dejar que ella se deslice
a su antojo sobre el ocre desierto del papiro. Puede llover afuera, y aullar
inclemente la tormenta, mas, nada será óbice para que las palabras vayan
construyendo oasis fabulosos donde los caravaneros abreven sus camellos
mientras beben licor de dátiles a la sombra de palmeras generosas.
Algunos días me detengo delante del
ventanal que da al poniente y observo con detenimiento a las nubes en tumulto.
Parece entonces que todos los sonidos de la naturaleza tuvieran allí su génesis: la brisa en
las retamas del jardín, y el canto del viento en el camposanto. El látigo del
relámpago, y el estallido del trueno en la tormenta. El aullido del lobo en la
espesura, y el balido aterrado de un cordero. El angustioso llanto del recién
nacido, y el estertor postrero de un anciano.
Otras veces es la música del
ciego mendicante que sube desde el arroyo. Ora es un río desbordado de notas y
arpegios tumultuosos que brota en torrente y lo inunda todo; pasa a través de
los sentidos y se pierde más allá de los confines de la aldea. Otras, la música
permanece agazapada en la boca mezquina y desdentada, para deslizarse luego, lenta, sibilante, como
el llamado de una serpiente. Allí es cuando los ojos de los aldeanos se abren
desmesurados, tratando de ver aquella sierpe fabulosa deslizándose por el
oscuro agujero de su flauta de caña, creciendo y arrastrándose por el pasto en
busca de víctimas propicias.
En otras ocasiones, la música
del ciego rueda lágrimas por las
mejillas de la gente, se anuda en el pecho y aprieta el estómago, para escapar
luego en forma de suspiro, no sin antes haber resucitado los recuerdos en el
fondo de las almas.
Tardes hay, donde la caña del
menesteroso emite millares de notas
alegres que –como traviesas campesinas adolescentes- abandonan el túnel de la
flauta y saltan al regazo de las viejas que tamborilean con sus torcidos dedos
en la falda; mueven los pies de los mozos y palafreneros de Palacio, y hacen
cosquillas en el sexo de las doncellas.
Sin embargo debo confesaros,
queridos Cofrades, que hoy os he engañado vilmente.
Si… lo he hecho
deliberadamente y a conciencia, y nada más que para comprobar que si llegasteis
a esta altura de la lectura, verdad es que “se puede viajar a regiones remotas
a través de la escritura”.
Confesaros debo, que nunca
existió la tormenta que os describí, como tampoco el ciego mendicante con su
flauta, mas… ¿acaso no viste nubes violetas en tu mente?...
¿Por ventura no creasteis una
imagen del mendigo y su instrumento?...
Se que pese a ser un viejo
cascarrabias, vosotros abrigáis un mínimo de afecto hacia el humilde y por lo
tanto seréis generosamente comprensivos.
Ahora tomad vuestra pluma;
hundidla en tinta, y dejadla deslizar suavemente por las praderas de vuestra
imaginación. Será el mejor homenaje que podréis rendir a vuestro idioma.
Moraleja:
que la realidad jamás impida al hombre volar, o descender a los abismos mas
profundos; no es imprescindible tener alas para hacerlo… basta solo un poco de
coraje para ver la maravilla de otros mundos.
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