viernes, 5 de octubre de 2012


Cuentito medieval

De como viajar a regiones remotas a través de la escritura


Escriba Medieval
 
Amados Cofrades: enterado que hube acerca de vuestras celebraciones y homenajes al lenguaje, esta noche os hablaré de las maravillas que el hombre puede descubrir si posee la valentía de lanzarse en busca de aventuras cabalgando las palabras.
Si…verdad es que no solamente es posible viajar a regiones remotas a través de la escritura, pues vero es también que un viaje igual de largo y azaroso podréis realizar al interior de vuestras almas.
Muchas veces en la soledad de mi scriptorium, acostumbro tomar la pluma suavemente, y dejar que ella se deslice a su antojo sobre el ocre desierto del papiro. Puede llover afuera, y aullar inclemente la tormenta, mas, nada será óbice para que las palabras vayan construyendo oasis fabulosos donde los caravaneros abreven sus camellos mientras beben licor de dátiles a la sombra de palmeras generosas.
Algunos días me detengo delante del ventanal que da al poniente y observo con detenimiento a las nubes en tumulto. Parece entonces que todos los sonidos de la naturaleza tuvieran allí su génesis: la brisa en las retamas del jardín, y el canto del viento en el camposanto. El látigo del relámpago, y el estallido del trueno en la tormenta. El aullido del lobo en la espesura, y el balido aterrado de un cordero. El angustioso llanto del recién nacido, y el estertor postrero de un anciano.
Otras veces es la música del ciego mendicante que sube desde el arroyo. Ora es un río desbordado de notas y arpegios tumultuosos que brota en torrente y lo inunda todo; pasa a través de los sentidos y se pierde más allá de los confines de la aldea. Otras, la música permanece agazapada en la boca mezquina y desdentada,  para deslizarse luego, lenta, sibilante, como el llamado de una serpiente. Allí es cuando los ojos de los aldeanos se abren desmesurados, tratando de ver aquella sierpe fabulosa deslizándose por el oscuro agujero de su flauta de caña, creciendo y arrastrándose por el pasto en busca de víctimas propicias.

En otras ocasiones, la música del ciego rueda  lágrimas por las mejillas de la gente, se anuda en el pecho y aprieta el estómago, para escapar luego en forma de suspiro, no sin antes haber resucitado los recuerdos en el fondo de las almas.
Tardes hay, donde la caña del menesteroso  emite millares de notas alegres que –como traviesas campesinas adolescentes- abandonan el túnel de la flauta y saltan al regazo de las viejas que tamborilean con sus torcidos dedos en la falda; mueven los pies de los mozos y palafreneros de Palacio, y hacen cosquillas en el sexo de las doncellas.
Sin embargo debo confesaros, queridos Cofrades, que hoy os he engañado vilmente.
Si… lo he hecho deliberadamente y a conciencia, y nada más que para comprobar que si llegasteis a esta altura de la lectura, verdad es que “se puede viajar a regiones remotas a través de la escritura”.
Confesaros debo, que nunca existió la tormenta que os describí, como tampoco el ciego mendicante con su flauta, mas… ¿acaso no viste nubes violetas en tu mente?...
¿Por ventura no creasteis una imagen del mendigo y su instrumento?...
Se que pese a ser un viejo cascarrabias, vosotros abrigáis un mínimo de afecto hacia el humilde y por lo tanto seréis generosamente comprensivos.
Ahora tomad vuestra pluma; hundidla en tinta, y dejadla deslizar suavemente por las praderas de vuestra imaginación. Será el mejor homenaje que podréis rendir a vuestro idioma.
 
Moraleja: que la realidad jamás impida al hombre volar, o descender a los abismos mas profundos; no es imprescindible tener alas para hacerlo… basta solo un poco de coraje para ver la maravilla de otros mundos.

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