De como evitar que el beber altere el pensamiento, y torne al hombre
bueno y sabio en ridículo remedo de un jumento
Escriba Medieval
Vinum in jucundidatem ab initio creatum non ad ebrietatem
Nobles y nunca bien
ponderados integrantes desta Cofradía: una destas noches cayeron de lo alto de
los estantes donde guardo viejos pergaminos, un par de rollos que –al
recogerlos- no pude resistir la tentación de extenderlos sobre la mesa de mi
scriptorium. Acercado que hube una candela, me entero que – según Suidas- la
costumbre de saludarse en la mesa por medio de libaciones, en la antigüedad se
llamaba filotesia, (lo cual tenía como significado, amistad y salud). Dicen que
primeramente, el dueño de la casa se hacía llenar la copa de vino, del que
derramaba un poco en el piso invocando el nombre de dioses, o –según Homero,
Filóstrato, y algunos otros, se aproximaba la copa a los labios y bebía a la
salud del invitado a quien quería distinguir deseándole toda clase de
felicidades. Luego, el aludido tomaba la copa, bebía a su vez correspondiendo
los deseos, y la pasaba para que el resto de los invitados pudieran hacer lo
mismo.
Sin embargo, Nobles
contertulios, tal lectura disparó una vez la imaginación del humilde hacia
algunos aconteceres pueblerinos que nada tienen de imaginarios.
Ocurre qu´este año de 1513
recién empezado ha traído a la comarca una suerte de afán por beber hasta
caerse, y lo peor es que tal industria se ve mas en los jóvenes qu´en los
viejos.
¿Por qué lo peor?, os
preguntaréis, simplemente porque los jóvenes serán quieren construyan las
naciones, mientras que las actitudes de nosotros, los viejos, poco y nada
incidirán en ello.
Recordad que si la gula
embota el pensamiento, el beber en exceso anula en el hombre los mecanismos que
sujetan la bestia, y en suma, destruyen la libertad.
El vino fue creado para
salud regocijo, y no para enfermedad, sin embargo el hombre que no encuentra la
frontera entre tales asuntos llega fácilmente a la degradación.
Todos los pueblos del
mundo han sabido descubrir en la naturaleza, esencias y frutos que –procesados-
les proporcionan licores embriagantes.
En Egipto encontramos
desde la mas remota antigüedad la cerveza, dela cual había dos variables: una
dulce, llamada zithum, y otra mjas fuerte llamada cormi.
Grecia trató durante mucho
tiempo, de inspirar horror a la embriaguez; la mitología representa al viejo
Sileno (viejo conocido nuestro) montado en un asno, tendido sobre un odre, y
pintarrajeado con heces, para que sirva de motivo de risa del pueblo…!oh!.. ¡vaya sorpresa!...percibo que
poco ha cambiado en este 1513.
Licurgo mandó arrancar las
viñas como método para erradicar “el mal”, y ofreció a los jóvenes el
espectáculo de cien esclavos embriagados. Si embargo pronto pudo mas el gusto
que la razón, y multiplicáronse las excusas para entregarse a la embriaguez.
Algunos médicos
complacientes aseguraron que los excesos en la bebida “purgaban las acrimonias
de la sangre”, los filósofos legitimaron la “sensualidad” de beber, y el mismo
Platón permitió embriagarse a los hombres, a partir de los cuarenta años.
Interesado en estas
cuestiones, fui entonces en procura de otros papiros que guardo en lo alto del
scriptorium, donde se fabla que los árabes encuentran en la simiente del cáñamo
el principio de un brebaje incitante; los habitantes de las regiones frías,
como los siberianos y los lapones, tienen el braga, y el quass, una especie de
cerveza de setas y centeno; la leche de yegua proporciona el kumiss a los
tártaron, los chinos tienen el facki, y los habitantes de la India el arack, que extraen
de la caña de azúcar, y el tabaxir, que sacan del bambú.
Persia tiene su
aguardiente de dátiles y pasas, Egipto su savia de palma fermentada, Germania
el kirsch, extraído de la guinda, y bretania el gin, de bayas de jengibre.
Recordad entonces, amados
integrantes desta Cofradía, questas bebidas influyen negativamente sobre las
facultades mentales, y por lo tanto sobre la voluntad, reemplazando el control
de la razón por una excitación perniciosa. Cuando el bebedor se torna
comunicativo y osado tras algunas libaciones, es precisamente porque su
capacidad de raciocinio se ha debilitado. Habla más, pero piensa con menos
acierto. Su palabra gana en cantidad, pero pierde el sentido común, por lo que
no tarda en decir tonterías.
Por estas regiones tenemos
el hipocrás, un vino muy popular cuyo nombre procede del médico Hipócrates. Su
elaboración se remonta a principios del siglo XIII, y en realidad fue concebido
como un tónico medicinal que combate catarros, malas digestiones y que estimula
la sudoración. También se indica para cuando la mujer sufre la sangre del mes,
o como afrodisíaco. Se elabora con una mezcla de vino tinto y blanco, a la que
se añade miel y especies como la nuez moscada, jengibre, pimienta negra, canela
o clavo, y luego se hierve en grandes cazos. A partir del siglo XI, los monjes
de los monasterios cristianos se hicieron cargo de elaborar cerveza y mejoraron
la receta. A este tipo de cerveza se la llamó cerevisa monacorum, cerveza de
los monjes con denominación de origen, y cuyo secreto guardaba celosamente cada
fraile boticario. Los ingredientes principales de la cerveza eran la cebada
malteada, el agua y la levadura. En ocasiones, se añadía romero y tomillo para
evitar que la cerveza se estropeara (acción contra el moho y las levaduras) y
para darle sabor. Esta cerveza era turbia y muy nutritiva, y la consumían tanto
los campesinos como la nobleza. Los monjes europeos refinaron el proceso e
institucionalizaron el uso del lúpulo por su sabor y sus propiedades como
conservante.
Como veis, Nobles
contertulios, la caída fortuita desos rollos a los que antes aludiera, disparó
en la mente del humilde el deseo de fablaros sobre las bebidas, o mejor, sobre
el exceso dellas. Pero como escribir sobre estos asuntos buena sed me ha
provocado, voy me a beber una copa de vino….a vuestra salud.
Moraleja:
Brindemos con
dicha y con placer a la salud y fortuna del Amigo, mas no permitamos qu´el
exceso, transforme al invitado en enemigo.
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