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147 AÑOS DEL NACIMIENTO DE JACINTO BENAVENTE
Jacinto Benavente Martínez nació en Madrid el 12 de
agosto de 1866, y murió el 14 de julio
de 1954. Dramaturgo cuyos comienzos en El nido ajeno (1894) permitieron
vislumbrar una profunda renovación del teatro en castellano. No obstante, la
situación de la escena española le aconsejó inclinarse por obras de gran éxito
en lugar de comprometerse con una producción exigente, pero minoritaria e
incomprendida.
El valor de su extenso trabajo radica en la
introducción de referentes europeos y modernos en el teatro español. Benavente,
quien conocía muy bien la producción escénica que se desarrollaba más allá de
los Pirineos, entre autores tales como G. D´Annunzio, O. Wilde, M. Maeterlinck,
H. Ibsen y B. Shaw, supo incorporar con acierto influencias que resaltaron
notablemente muchas de las cualidades de su teatro, tales como la variedad y
perfección de los recursos que introdujo en la escena, una gracia inteligente
que recorre la sátira social que despliega, y unos diálogos vivos, chispeantes,
muy dinámicos.
Sin embargo, la preeminencia de los aspectos escénicos
sobre lo dramático puro, así como un espíritu burlón y frívolo, le restan
profundidad y alcance a muchas de sus piezas, convirtiéndolas en brillantes
fuegos artificiales. Esa tendencia se puso de manifiesto en su segunda obra,
Gente conocida (1896), así como en las que le sucedieron: La comida de las
fieras (1898) y La noche del sábado (1903). En ellas puede comprobarse cómo el
autor amortigua de forma significativa el tono de su crítica, centrada en las
clases aristocráticas y acomodadas de la sociedad, para sustituirla por una
reprobación simpática, amable, casi paternal, que no por casualidad obtuvo los
favores del público.
Culminación de esta corriente de su trabajo sería la
que está considerada su obra más representativa y lograda: Los intereses
creados (1907). En ella presenta una afilada sátira del mundo de los negocios;
particularmente atractiva, desde un punto de vista técnico, por la sabia
combinación de elementos procedentes de la commedia dellarte con otros que
brotan del teatro clásico español. Esta pieza continuó en otra, menos
conseguida, y que a juicio de muchos críticos fracasó: La ciudad alegre y
confiada (1916). El punto de vista que adopta Benavente en esta franja de su
producción es el de un escéptico que desconfía profundamente de la naturaleza
humana y de la sociedad en la que aquélla se manifiesta con frívola hipocresía
cuando no simple crueldad.
Otra vertiente cultivada por el autor fue la del drama
rural, en obras que, como Señora Ama (1908) o La malquerida (1913), contrastan frontalmente
con el grueso de su producción. Esta faceta de su trabajo proyecta tal
intensidad trágica que sus trazos sombríos parecen hablar de otro hombre,
rastro de un primer Benavente que, tal vez, pretendía un teatro más en
consonancia con los valores de la Generación del 98. Son dramas de grandes
pasiones que se desarrollan en un medio aldeano asfixiante y brutal, primario,
y en los que palpita un clima de carácter naturalista.
Pero Benavente, cuya obra mantiene evidentes puntos de
contacto con el modernismo y con la Generación del 98, no pertenece a ninguno
de los dos movimientos. No posee la gravedad de M. de Unamuno, P. Baroja,
Azorín o R. de Maeztu; ni tampoco las cualidades necesarias para acercarse al
exquisito mundo poético de los discípulos de R. Darío. Le sobró ironía; le
faltó quietud y aliento poéticos. Fue un eminente continuador de la mejor
comedia del siglo XIX, de la cual elimina todo vestigio romántico para
enriquecerla con su espíritu culto e inteligente, y sus formidables recursos técnicos.
En la última etapa de su vida literaria, dominada en
algunos aspectos por su familiaridad con el modernismo, escribió algunas obras
de teatro infantil, cuyo tono poético y fina ironía cristalizan en piezas tan
encantadoras como El príncipe que todo lo aprendió en los libros o La novia de
nieve (1934). Otro título importante de su producción durante este período es
Pepa Doncel (1928). En 1922 obtuvo el premio Nobel de Literatura. Tal concesión
ha estado siempre rodeada de polémica, pues para algunos críticos, la de
Benavente no deja de ser una obra menor comparada con la que dejó el modernismo
o la Generación del 98.
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