FRANCISCO DE QUEVEDO,
SATÍRICA DE LA LITERATURA UNIVERSAL
Francisco de Quevedo
Villegas y Santibáñez Cevallos nació en Madrid el 14 de setiembre de 1580 y
murió en Villanueva de los Infantes, España, el 8 de setiembre de1645.
Los padres de Francisco
de Quevedo desempeñaban altos cargos en la corte, por lo que desde su infancia
estuvo en contacto con el ambiente político y cortesano. Estudió en el colegio
imperial de los jesuitas, y, posteriormente, en las Universidades de Alcalá de
Henares y de Valladolid, ciudad ésta donde adquirió su fama de gran poeta y se
hizo famosa su rivalidad con Góngora.
Siguiendo a la corte, en
1606 se instaló en Madrid, donde continuó los estudios de teología e inició su
relación con el duque de Osuna, a quien Francisco de Quevedo dedicó sus
traducciones de Anacreonte, autor hasta entonces nunca vertido al español.
En 1613 Quevedo acompañó
al duque a Sicilia como secretario de Estado, y participó como agente secreto
en peligrosas intrigas diplomáticas entre las repúblicas italianas. De regreso
en España, en 1616 recibió el hábito de caballero de la Orden de Santiago.
Acusado, parece que falsamente, de haber participado en la conjuración de
Venecia, sufrió una circunstancial caída en desgracia, a la par, y como consecuencia,
de la caída del duque de Osuna (1620); detenido, fue condenado a la pena de
destierro en su posesión de Torre de Juan Abad (Ciudad Real).
Sin embargo, pronto
recobró la confianza real con la ascensión al poder del conde-duque de
Olivares, quien se convirtió en su protector y le distinguió con el título
honorífico de secretario real. Pese a ello, Quevedo volvió a poner en peligro
su estatus político al mantener su oposición a la elección de Santa Teresa como
patrona de España en favor de Santiago Apóstol, a pesar de las recomendaciones
del conde-duque de Olivares de que no se manifestara, lo cual le valió, en
1628, un nuevo destierro, esta vez en el convento de San Marcos de León.
Pero no tardó en volver a
la corte y continuar con su actividad política, con vistas a la cual se casó,
en 1634, con Esperanza de Mendoza, una viuda que era del agrado de la esposa de
Olivares y de quien se separó poco tiempo después. Problemas de corrupción en
el entorno del conde-duque provocaron que éste empezara a desconfiar de
Quevedo, y en 1639, bajo oscuras acusaciones, fue encarcelado en el convento de
San Marcos, donde permaneció, en una minúscula celda, hasta 1643. Cuando salió
en libertad, ya con la salud muy quebrantada, se retiró definitivamente a Torre
de Juan Abad.
La obra de Francisco de
Quevedo
Como literato, Quevedo
cultivó todos los géneros literarios de su época. Se dedicó a la poesía desde
muy joven, y escribió sonetos satíricos y burlescos, a la vez que graves poemas
en los que expuso su pensamiento, típico del Barroco. Sus mejores poemas
muestran la desilusión y la melancolía frente al tiempo y la muerte, puntos
centrales de su reflexión poética y bajo la sombra de los cuales pensó el amor.
A la profundidad de las
reflexiones y la complejidad conceptual de sus imágenes, se une una expresión
directa, a menudo coloquial, que imprime una gran modernidad a la obra. Adoptó
una convencida y agresiva postura de rechazo del gongorismo, que le llevó a
publicar agrios escritos en que satirizaba a su rival, como la Aguja de
navegar cultos con la receta para hacer Soledades en un día (1631). Su
obra poética, publicada póstumamente en dos volúmenes, tuvo un gran éxito ya en
vida del autor, especialmente sus letrillas y romances, divulgados entre el
pueblo por los juglares y que supuso su inclusión, como poeta anónimo, en la
Segunda parte del Romancero general(1605).
En prosa, la producción
de Francisco de Quevedo es también variada y extensa, y le reportó importantes
éxitos. Escribió desde tratados políticos hasta obras ascéticas y de carácter
filosófico y moral, como La cuna y la sepultura (1634), una de
sus mejores obras, tratado moral de fuerte
influencia estoica, a imitación de
Séneca.
Sobresalió con la novela
picaresca Historia de la vida del Buscón, llamado don Pablos, obra
ingeniosa y de un humor corrosivo, impecable en el aspecto estilístico, escrita
durante su juventud y desde entonces publicada clandestinamente hasta su
edición definitiva. Más que su originalidad como pensador, destaca su total
dominio y virtuosismo en el uso de la lengua castellana, en todos sus
registros, campo en el que sería difícil encontrarle un competidor.
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