José de Ribera, Llamado el Españoleto, nació en Játiva el 12 de
enero de 1591 y murió en Nápoles el 2 de
setiembre 1652. No se tienen noticias seguras sobre su formación artística, si
bien se cree que fue discípulo de Francisco Ribalta.
Hacia 1608-1610 marchó a Italia, donde visitó la corte de los
Farnesio en Parma (San Martín partiendo su capa con el pobre) y se
interesó por la obra de Correggio. Hasta 1616 estuvo en Roma, donde admiró a Rafael, Miguel Ángel y, especialmente, a Caravaggio. Allí consiguió celebridad y realizó
obras de una gran calidad, como evidencian El gusto y El
tacto, de la serie de Los cinco sentidos.
Se estableció definitivamente en Nápoles, donde se impuso como la
personalidad más importante del foco napolitano. Gozó de la protección de los
virreyes, que le fueron adoptando como pintor de cámara, como el duque de
Osuna, para quien realizó el grupo de obras de la colegiata de Osuna, el conde
Monterrey (Inmaculada y otras obras en la iglesia de las Agustinas
de Salamanca) y don Juan de Austria. Trabajó para la iglesia napolitana de
Jesús Nuevo, la capilla de San Jenaro de la catedral y, sobre todo, para la
cartuja de San Martín, que conserva un magnífico conjunto (serie de Profetas, Piedad).
De 1620 a
1626 no se tienen noticias de obras pictóricas, pero a este período
corresponden la mayoría de sus gra
bados, técnica que cultivó con maestría (Martirio
de san Bartolomé).
De su origen español conservó siempre el gusto por la temática
religiosa (La bendición de Jacob), con figuras aisladas de santos
(abundando los penitentes y mártires) de rostros atezados y frentes arrugadas,
plasmados con crudo realismo (San Andrés, San Jerónimo), así
como milagros, martirios (Martirio de San Felipe, Martirio de
San Andrés), episodios del Nuevo Testamento y vírgenes con Niño. Sin
embargo, también cultivó el género mitológico y el retrato, y realizó las
series de los Filósofos, así como representaciones de mendigos y
tipos populares.
Hasta 1634 su estilo se caracterizó por un acusado tenebrismo, con
violentos contrastes de luz, un plasticismo duro, un crudo realismo en los
detalles y cierta tendencia a la monumentalidad. A partir de ese momento optó
por una pictoricidad más libre y un colorismo más rico, así como por temas y
formas más amables, asimilando influencias venecianas y boloñesas. En su
producción final parece advertirse un repliegue hacia formas de su período
juvenil, retornando al tenebrismo y los contrastes lumínicos.
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