viernes, 20 de junio de 2014

MÁXIMO GORKI, NARRADOR DE LA DIGNIDAD HUMANA



Máximo Gorki (Seudónimo de Alexéi Maximóvich Peshkov), nació en  Nijni-Novgorod el 28 de marzo de 1868 y murió el 18 de junio 1936. Fue novelista y dramaturgo, maestro del realismo y considerado una de las personalidades más relevantes de la cultura y de la literatura de su país.
Tras la muerte de su padre, cuando contaba
cuatro años de edad, Gorki se trasladó a vivir con la familia de su abuelo, en un ambiente pequeño-burgués venido a menos y en ocasiones rayano en la pobreza. Ese mundo de su niñez, que lo marcó decididamente, se recrea magistralmente en Mi infancia (1913-1914), primera parte de su trilogía autobiográfica.
Gorki está considerado un modelo de escritor autodidacto. A los once años se marchó de la casa de su abuelo y emprendió una vida llena de aprendizajes incompletos, largas navegaciones por el río Volga y numerosos viajes al sur de Rusia y a Ucrania, que serán el tema del también autobiográfico Mis universidades (1923). El éxito literario le llegó tras la publicación del relato breve Makar Chudra en 1892, donde combina una descripción brillante de la naturaleza con un rico flujo narrativo interno para abordar el tema de la dignidad humana y la libertad en forma folclorista y ultra romántica.
Lo mismo puede decirse de La vieja Izergil (1895), que narra la historia de Danko, quien hace pedazos su corazón para iluminar el camino de la salvación a su tribu. De estos años son también una larga serie de relatos profundamente antiburgueses, que relatan las desesperadas, y en la mayoría de los casos inútiles, protestas de los desheredados contra el ethoscapitalista que comienza a adueñarse de la sociedad rusa en el último tercio del siglo XIX. Entre ellos cabe señalar Chelkash (1895), La canción del halcón (1895), Konovalov (1896) y Veintiséis hombres y una mujer (1899). En los albores del siglo XX, Gorki escribe varias novelas sobre el mundo del comercio, como Foma Gordeev (1900) y Nosotros tres (1901), que si bien son vigorosas y de colorida expresión, padecen de cierta debilidad en su estructura.
Su primera obra de teatro, Los pequeños burgueses (1902), explora el tema de la rebelión contra la sociedad en un medio burgués e introduce por primera vez al héroe que milita activamente en favor de la causa proletaria. Su segunda obra, Los bajos fondos (1903), gozó de un éxito fulminante. En ella se manifiesta una retórica heredera de los sermones religiosos, que acompañará a buena parte de la obra posterior de Gorki y que irá adquiriendo un carácter abiertamente político.
El título más importante de ese giro proletario es La madre (1907), escrita durante un viaje que realizó a Estados Unidos para recolectar fondos para la causa bolchevique. La novela narra la historia de una madre que adopta la causa del socialismo como una suerte de religión, después de que su hijo, un activista político, es arrestado. Elogiada con entusiasmo por Lenin, adquirió una injustificada fama durante el período soviético, como ejemplo del triunfo inevitable de las ideas comunistas.
En realidad, Gorki parece menos interesado en esos devaneos proletarios que en la descripción de la vida provinciana y la decisiva futilidad de sus protagonistas, con un espíritu que parece ser deudor de la obra de Antón Chéjov. Así, sus piezas teatrales Los veraneantes (1905) y Los hijos del sol (1905), como sus obras en prosa La ciudad Okurov (1910) y La vida de Matvei Kozhemiakin (1911), indican su deseo de alejarse de los temas que dictaba la realidad inmediata, de la misma manera que se vio obligado a apartarse físicamente de Rusia por orden de las autoridades zaristas para instalarse en la isla de Capri.
La obra más característica de los años de su primer destierro es la novela escrita en primera persona, La confesión (1908), que evidencia su interés en la construcción de un Dios diferente para el imaginario popular. En 1913 se le permite regresar a Rusia, donde se vio abrumado por los excesos de la revolución bolchevique y la guerra civil y sostuvo varias discusiones con Lenin, especialmente a causa de la política cultural comunista. Finalmente, esa disconformidad y su manifiesto apoyo a muchos intelectuales represaliados o forzados al exilio le hicieron tomar la decisión de abandonar nuevamente su tierra y volver a Capri, aunque formalmente alegó razones de salud.
En la isla, en la década de 1920, escribió su m
ejor novela, El negocio de los Artamonov (1925), y emprendió la monumental y épica La vida de Klim Samgin, que la muerte no le permitió concluir. Esas obras y algunas piezas para teatro escritas en esos años evidencian que le era imposible conciliar sus intereses artísticos con la idea estalinista de la literatura. Sin embargo, en 1928 regresó nuevamente a Rusia, convirtiéndose en vocero del régimen y abogado de la doctrina del realismo socialista, lo que tuvo un decisivo y nefasto efecto sobre su reputación intelectual. Murió en Moscú en circunstancias que todavía no han sido aclaradas.


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