MÁXIMO GORKI,
NARRADOR DE LA DIGNIDAD HUMANA
Máximo Gorki (Seudónimo de Alexéi Maximóvich Peshkov),
nació en Nijni-Novgorod el 28 de marzo
de 1868 y murió el 18 de junio 1936. Fue novelista y dramaturgo, maestro del
realismo y considerado una de las personalidades más relevantes de la cultura y
de la literatura de su país.
Tras la muerte de su padre, cuando contaba
cuatro años de
edad, Gorki se trasladó a vivir con la familia de su abuelo, en un ambiente
pequeño-burgués venido a menos y en ocasiones rayano en la pobreza. Ese mundo
de su niñez, que lo marcó decididamente, se recrea magistralmente en Mi
infancia (1913-1914), primera parte de su trilogía autobiográfica.
Gorki está considerado un modelo de escritor autodidacto.
A los once años se marchó de la casa de su abuelo y emprendió una vida llena de
aprendizajes incompletos, largas navegaciones por el río Volga y numerosos viajes
al sur de Rusia y a Ucrania, que serán el tema del también autobiográfico Mis
universidades (1923). El éxito literario le llegó tras la publicación del
relato breve Makar Chudra en 1892, donde combina una
descripción brillante de la naturaleza con un rico flujo narrativo interno para
abordar el tema de la dignidad humana y la libertad en forma folclorista y
ultra romántica.
Lo mismo puede decirse de La vieja Izergil (1895),
que narra la historia de Danko, quien hace pedazos su corazón para iluminar el camino
de la salvación a su tribu. De estos años son también una larga serie de
relatos profundamente antiburgueses, que relatan las desesperadas, y en la
mayoría de los casos inútiles, protestas de los desheredados contra el ethoscapitalista
que comienza a adueñarse de la sociedad rusa en el último tercio del siglo XIX.
Entre ellos cabe señalar Chelkash (1895), La canción
del halcón (1895), Konovalov (1896) y Veintiséis
hombres y una mujer (1899). En los albores del siglo XX, Gorki escribe
varias novelas sobre el mundo del comercio, como Foma Gordeev (1900)
y Nosotros tres (1901), que si bien son vigorosas y de
colorida expresión, padecen de cierta debilidad en su estructura.
Su primera obra de teatro, Los pequeños burgueses
(1902), explora el tema de la rebelión contra la sociedad en un medio
burgués e introduce por primera vez al héroe que milita activamente en favor de
la causa proletaria. Su segunda obra, Los bajos fondos (1903), gozó
de un éxito fulminante. En ella se manifiesta una retórica heredera de los
sermones religiosos, que acompañará a buena parte de la obra posterior de Gorki
y que irá adquiriendo un carácter abiertamente político.
El título más importante de ese giro proletario es La
madre (1907), escrita durante un viaje que realizó a Estados Unidos
para recolectar fondos para la causa bolchevique. La novela narra la historia
de una madre que adopta la causa del socialismo como una suerte de religión,
después de que su hijo, un activista político, es arrestado. Elogiada con
entusiasmo por Lenin, adquirió una injustificada fama durante el período
soviético, como ejemplo del triunfo inevitable de las ideas comunistas.
En realidad, Gorki parece menos interesado en esos
devaneos proletarios que en la descripción de la vida provinciana y la decisiva
futilidad de sus protagonistas, con un espíritu que parece ser deudor de la
obra de Antón Chéjov. Así, sus piezas teatrales Los veraneantes (1905)
y Los hijos del sol (1905), como sus obras en prosa La
ciudad Okurov (1910) y La vida de Matvei Kozhemiakin (1911),
indican su deseo de alejarse de los temas que dictaba la realidad inmediata, de
la misma manera que se vio obligado a apartarse físicamente de Rusia por orden
de las autoridades zaristas para instalarse en la isla de Capri.
La obra más característica de los años de su primer
destierro es la novela escrita en primera persona, La confesión (1908),
que evidencia su interés en la construcción de un Dios diferente para el
imaginario popular. En 1913 se le permite regresar a Rusia, donde se vio
abrumado por los excesos de la revolución bolchevique y la guerra civil y
sostuvo varias discusiones con Lenin, especialmente a causa de la política
cultural comunista. Finalmente, esa disconformidad y su manifiesto apoyo a
muchos intelectuales represaliados o forzados al exilio le hicieron tomar la
decisión de abandonar nuevamente su tierra y volver a Capri, aunque formalmente
alegó razones de salud.
En la isla, en la década de 1920, escribió su m
ejor
novela, El negocio de los Artamonov (1925), y emprendió la
monumental y épica La vida de Klim Samgin, que la muerte no le
permitió concluir. Esas obras y algunas piezas para teatro escritas en esos
años evidencian que le era imposible conciliar sus intereses artísticos con la
idea estalinista de la literatura. Sin embargo, en 1928 regresó nuevamente a
Rusia, convirtiéndose en vocero del régimen y abogado de la doctrina del
realismo socialista, lo que tuvo un decisivo y nefasto efecto sobre su reputación
intelectual. Murió en Moscú en circunstancias que todavía no han sido
aclaradas.
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