A 87 años del primer voto femenino
Se recuerda el 87
aniversario del primer voto femenino en
Uruguay. Un hecho histórico para la región y que significó también un cambio
cultural en la política y en la sociedad uruguaya.
Aldo Roque Difilippo
Algo que parece tan natural
en la actualidad no era habitual para nuestras abuelas. En Uruguay el derecho
al sufragio no siempre fue
universal y fue necesario el trabajo y la prédica de muchas mujeres para que el
voto femenino se constituyera en un derecho.
Hace 87 años, el 3 de julio
de 1927, en un plebiscito local realizado en Cerro Chato para definir a qué
departamento pertenecía dicha localidad, Uruguay protagonizó un acontecimiento
histórico para la región con el primer voto femenino para el país y toda
América Latina.
Este acontecimiento tuvo
lugar varios años antes de que se instaurara el voto femenino en las elecciones
nacionales, lo que se concretó en 1938. La ciudadana que sufragó, y que
representa el primer voto de su género, fue Rita Ribera, una brasileña de 90
años que vivía en Cerro Chato.
Este 3 de julio de 2014 se
cumplen 87 años de est
e hecho considerado fundamental para los derechos de la
mujer. La realización de un plebiscito en la localidad de Cerro Chato para
definir su lugar de pertenencia fue el punto de partida; mujeres del
departamento de Durazno y Treinta y Tres que se vieron duramente enfrentadas
por dicha situación forjaron su derecho a votar y decidir.
Cerro Chato tiene actualmente
alrededor de 3.700 habitantes y los servicios del Estado siguen funcionando en
forma autónoma en cada porción departamental que comprende la localidad.
Las sorianenses
En Soriano existieron, en
diferentes ámbitos, mujeres que con su
trabajo y su predica contribuyeron también
a este cambio cultural en la sociedad uruguaya. Tal es así que
actualmente varias calles de Mercedes
llevan el nombre de mujeres que
en distintas actividades se han destacado a lo largo de la historia
departamental: las maestras Julia y Josefina Flores Novo, Sara Roura, Leila
Tuya, Isabel Rubio, Sara Camino, la Prof. María Aída Vespa, la actriz Trinidad
Guevara, la partera Ángela Erba, la enfermera Dolores Brussain, Dra. María Inés
Alustiza, y la Maestra
Glafira Francia.
Queremos detenernos
precisamente en la figura de Glafira Francia, no en desmedro de las otras, sino
para ejemplificar en ella la lucha y prédica de las mujeres a lo largo de la
historia por conquistar sus derechos dentro de la sociedad. Comenta el Prof. Washington Lockhart en
“Historia de la Escuela
en Soriano” (1957): “Fue Glafira Francia una feminista decidida, y sus
intervenciones públicas debieron vencer prejuicios como los que se evidencian
en el párrafo que extraemos de «La
Reforma » en 1882: ‘Que el h
ombre suba a la tribuna para
defender tales o cuales ideas, se le admite y tolera, porque al fin y al cabo
es el hombre; pero que lo haga una mujer es cosa fuera del común sentido’; y
agrega luego el articulista: ‘Sería mejor contemplarla con la escoba en la
mano, sacando las telarañas de su aposento; o en la cocina, estregando con el
estropajo los platos y cucharas.’...”
Estallido de procacidad
La sociedad actual les debe a
estas valientes mujeres de finales del Siglo XIX y principios del XX gran parte de las conquistas sociales y
culturales que gozamos. Por eso es buen pretexto extractar algunos párrafos de
un artículo publicado en la
Revista “Solar Chaná”, en agosto de 1949 donde se hace una
semblanza de otra de estas feministas del Siglo XIX mercedario: Rita Díaz
Ferreira de Lasconotegui.
“Niña de la escuela pública
en 1874, dejaba ya oír sencillas alocuciones en festivales escolares” comenta
la revista “Solar Chaná”, presumiblemente su director el Dr. Edelmiro Chelle,
ya que esta nota carece de firma. “En noviembre de 1881, los socios del docto
Club Progreso pusieron la piedra fundamental al edificio propio, de calle 18 de
Julio. Con tal motivo, y en su local primitivo, el Club combinó para dicho mes
brillante programa de varias actividad literaria y artística. Asidua animadora
de ese ciclo, igual que continuara siéndolo años después, fue la joven Srta.
Rita –quien ocupó la tribuna en el estrado que presidía la austera figura del
Dr. Mariano Pereira Núñez (…) Esa tarde, desde
tribuna tan prestigiosa por cuanto al Club Progreso le estaba acreditada
en el consenso intelectual del país rectora misión de Ateneo. –Rita Díaz
Ferreira aventuró su avancismo y espíritu liberal en pronunciamiento
categórico, como nunca antes lo hiciera. Con firme acento abordó el tema, de
suyo escabroso, para un medio eminentemente católico como el local. “Influencia
del catolicismo en la educación”, desenvolviendo su pensamiento con
comunicativa convicción. Sus conceptos,
máxime en boca de mujer, produjeron estupor en gran parte de la concurrencia,
poco habituada a que cosas tales se expusieran crudamente, aunque las revistiera ropaje de bella forma. En
muchos pasajes de la conferenciante, menudearon murmullos en el auditorio
femenino y -valga la expresión de un cronista- mantuvo asedio con “verdaderas bombas de conceptos
que escandali
zaban al bello sexo, adalid del fanatismo ultramontano”. Resultó
una desbozada pieza anticlerical y en días
siguientes, los periódicos “El Oriental” y “El Porvenir”, la fustigaron
reciamente, y Juan Ma. Blanch, periodista bastante ágil, reclamó de
Mujeres inteligentes y con
coraje, que enfrentaron a una sociedad machista, gobernada por unos pocos, y
que han sido prácticamente olvidadas.
Señoras de gruesas figuras y
vestidos encorsetados, que hoy vemos como personajes extraños y recatados, y de
quienes deberíamos tomar ejemplo de su pasión
y coraje.
No hay comentarios:
Publicar un comentario