¿Por qué dejamos de dibujar?


Todos los seres humanos tenemos la capacidad innata de dibujar. El dibujo infantil es una parte fundamental de nuestro desarrollo hacia la comprensión del mundo que nos rodea y todos los niños dibujan, como medio de expresión y como juego. Sin embargo al llegar a la adolescencia algo hace que muchos de nosotros renunciemos a esta capacidad de representación gráfica.


¿Por qué dejamos de dibujar?


No podemos hablar de un motivo único pero sí podemos apuntar algunos factores que sin duda tienen influencia. En primer lugar, la escuela no se ha esforzado en potenciar la capacidad de representación gráfica. Como explica Howard Gardner cuando se refiere a la teoría de las inteligencias múltiples, la educación tradicional se ha centrado en el desarrollo las inteligencias lingüístico-verbal y lógico-matemática relegando a un segundo plano todas las demás, entre ellas la inteligencia espacial dentro de la cual se incluye la capacidad de percepción y representación visual.

Por otro lado, el dibujo se ha asociado históricamente al arte y a la estética ignorando todas sus demás aplicaciones que no tienen una pretensión estrictamente artística. Esto condiciona nuestra manera de mirar nuestros propios dibujos y los que nos rodean, calificándolos de “buenos o malos” en base a cánones estéticos académicos como la proporción, el naturalismo, la composición o el equilibrio cromático. Así, a excepción de aquellos cuya manera de dibujar encaja con este canon o quienes poseen una vocación impermeable a toda crítica, la mayoría acabamos concluyendo que “no sabemos dibujar” o “no se nos da bien” y abandonamos la práctica.

¿Por qué debe preocuparnos?


También para esta pregunta hay múltiples respuestas. La primera, en la línea de lo apuntado más arriba, es que el dibujo no es exclusivamente una forma de arte. Ante todo es una herramienta comunicativa, un medio para resolver problemas, visualizar nuestras ideas, analizarlas, criticarlas, mejorarlas, crear ideas nuevas y compartirlas con otros, no un fin. Cuando observamos algo con el propósito de dibujarlo, nuestra mirada es mucho más profunda; comprendemos el funcionamiento de las cosas y proyectamos nuestro pensamiento sobre el papel. El dibujo crea la necesidad de estudiar y responder a los detalles, estimulando la imaginación y el pensamiento.

Durante siglos ha prevalecido la idea de que la imagen no es más que un complemento del texto. El mismísimo Platón era un claro opositor de la imagen y no dudaba en afirmar que el lenguaje verbal es el único vehículo de la inteligencia. Sin embargo, ahora sabemos que lo visual constituye un lenguaje por sí mismo. El lenguaje visual y el lenguaje verbal poseen cualidades y aplicaciones diferentes y el hecho de que puedan complementarse o que un mismo mensaje pueda comunicarse a través de ambos lenguajes no significa que puedan sustituirse. Para determinados mensajes el lenguaje visual es más claro, directo y rápido, como demuestra el boom de las infografías o algo tan común como las señales de tráfico.

El dibujo es la forma más sencilla y directa de construir mensajes visuales y expresarnos gráficamente. Si lo entendemos como una habilidad humana universal y lo equiparamos al lenguaje verbal, resulta evidente la incoherencia que supone que renunciemos a utilizarlo. Nadie deja de escribir porque tenga ‘mala letra’ o porque no sea un gran escritor. ¿Por qué aceptar que estos mismos motivos justifiquen el que dejemos de dibujar? Al fin y al cabo escribir y dibujar no son tan diferentes si consideramos que las letras son grafismos.

Por otro lado, en el mundo actual el desarrollo de nuestras facultades para leer, interpretar de forma crítica y construir mensajes visuales es especialmente importante ya que vivimos inmersos en una cultura dominada por la imagen. Alrededor del 80% de la información que recibimos nos llega a través del sentido de la vista y el lenguaje visual hace que un mensaje sea más atractivo, más accesible a la comprensión, más persuasivo y más fácil de recordar. Vivimos bajo el estímulo permanente de imágenes que nos llegan a través de los medios y canales de comunicación. Este bombardeo continuo de información en forma de imágenes ha hecho que aprendamos de forma autodidacta a leerlas, pero sólo de forma superficial. Por ejemplo, sabemos leer en una imagen publicitaria lo que su creador quiere transmitirnos -las cualidades del producto que nos harán desearlo- pero no somos capaces de interpretar de forma crítica la imagen publicitaria y descifrar qué ideas subliminales nos está trasladando -como estereotipos de género que consolida- o a qué estrategias puede estar recurriendo para manipularnos. La alfabetización visual, entendida como capacidad para producir y leer imágenes, debe ocupar una posición primordial entre las habilidades que ayuda a desarrollar la educación artística.

¿Cómo podemos recuperar la práctica del dibujo y mejorar nuestras competencias en el lenguaje visual?


Es sencillamente una cuestión de práctica pero no es fácil ponerse directamente a dibujar por el placer de hacerlo, lo cual nos llevaría de nuevo al terreno del arte. Si lo que queremos es que nuestros alumnos descubran el potencial del dibujo como herramienta y proceso lo lógico es proponerles actividades en las que pongan en práctica precisamente esto. Estos son algunos ejemplos:

– El bloc de dibujo: Ésta no es una actividad en sí misma sino el “contenedor” de todas las demás. Se trata de que cada alumno elija un bloc de dibujo – escogiendo cuidadosamente el formato, tipo de papel y encuadernado que le invite a dibujar – para realizar en él todos sus dibujos. El objetivo es que lo llevemos siempre encima y aprovechemos cualquier momento para dibujar. La única regla es no arrancar ninguna hoja ni borrar ningún dibujo. Algunas ideas con las que llenar el bloc: esquemas, apuntes y mapas mentales de otras materias o trabajos, visualizaciones de problemas de física o matemáticas; un plano de distribuciones alternativas para tu habitación, la lista (gráfica) de la compra o de lo que llevarás en la maleta a un viaje, un plano para indicar a alguien cómo llegar a algún sitio, garabatos mientras hablas por teléfono, una receta (gráfica) de cocina, dibujos que completan fotografías o recortes, juegos como Pictionary… Las opciones son infinitas y no hace falta dedicar mucho tiempo ni entretenerse en los detalles del dibujo. Mirad cómo hacía la lista de la compra Miguel Ángel.


Graphic recording: Es una práctica que se está extendiendo en el ámbito de congresos, cursos y seminarios. Consiste en tomar apuntes visuales de una ponencia (o de una clase) combinando dibujos y texto. Trasladado al aula podemos proyectar un vídeo como una conferencia TED de algún tema de interés para los alumnos para que tomen apuntes de la ideas expuestas de la manera más visual posible. Podemos valorar más positivamente un graphic recording cuanto más claro y fácil de recordar resulte a su creador. Es importante recalcar que no pretende ser estético ni naturalista sino sencillo, completo y esquemático.


– Test de creatividad: Algunos tests de creatividad como el de la imagen no sólo sirven para medir nuestra imaginación sino también para practicar el dibujo. Partiendo de una forma geométrica podemos hacer infinidad de dibujos cuya finalidad no es colgar de las paredes de ningún museo sino visualizar una idea de forma clara y comprensible para cualquiera.
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El fin último de todas estas actividades es que los alumnos pierdan el miedo a expresarse gráficamente y adquieran progresivamente mayor confianza y destreza para plasmar sus ideas visualmente sobre el papel hasta incorporar la práctica del dibujo como un medio más de expresión útil en todos los ámbitos de su vida personal, académica y profesional.

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Bibliografía recomendada y una infografía imprescindible:


– Acaso, M. El lenguaje visual, Paidós, Barcelona, 2006.

– Arnheim, R. El pensamiento visual, Paidós, Barcelona, 1998.

– Berger, J. Sobre el dibujo, Gustavo Gili, Barcelona, 2011.

– Hanks, K. y Belliston, L. El dibujo. La imagen como medio de comunicación, Trillas, México D.F., 1995.

– Jardí, E. Pensar con imágenes, Gustavo Gili, Barcelona, 2012.