“Si
hay algo que nunca va a
ocurrir es
que la humanidad
se suicide”
Entrevista
realizada por
Rolando Revagliatti
Carlos
Enrique Berbeglia nació el 11 de marzo de 1944 en la ciudad de
Villa Mercedes, provincia de San Luis, República Argentina, y reside
en la ciudad de Buenos Aires. Es Licenciado en Filosofía (1970;
convalidado en 1977 por la Facultad de Filosofía y Ciencias de la
Educación de la Universidad Complutense de Madrid, por la que se
recibe de Doctor en Filosofía y Letras en 1986) y Licenciado en
Ciencias Antropológicas (1974) por la Facultad de Filosofía y
Letras de la Universidad de Buenos Aires (1970). Ha ejercido la
docencia y actuado como jurado y evaluador, además de cargos
directivos en varias facultades de diversas universidades. Numerosas
son las becas y otras distinciones que le fueran otorgadas por
instituciones nacionales y extranjeras, así como sus participaciones
en Congresos, Jornadas y eventos catedráticos y literarios. De sus
libros de carácter filosófico-antropológico citamos “Vida,
interpretación y sufrimiento” (1981), de los de carácter
socio-filosófico, “La avenida más ancha del mundo” (2009),
y de los que ha sido coordinador y autor elegimos “Nosotros, los
otros” (2000), “Comprensión y tolerancia. Propuestas para
una antropología argentina” (2007). Publicó los volúmenes de
cuento “Decálogo tercero”, “Margen obligado”,
“Anclaje en los sueños”, “Reflejos sucesivos”,
“Alternativas de la emancipación”; uno de fábulas:
“Moralinas inhóspitas”; tres de dramaturgia: “Muñecos
de pelusa y azafrán” (siete obras “teatrotiriteras”),
“Nacido a destiempo”, “Imperátor”; también
las novelas “Ventanas de acceso” y “La villanía
heroica”. Sus poemarios socializados entre 1983 y 2015 se
titulan “Ráfagas de luna”, “Tardes en el paisaje y
hombre”, “Fuego sin dioses”, “Tarde crepuscular
posible”,
“Correspondencia
abierta”, “Continuidad en los modos”, “Las
horas del himno”, “Revelaciones del tiempo”, “Los
terracota y polen”, “Pantomima y desierto”,
“Proximidades lejanas”, “Penumbra sin voz y luminosa
voz de vos”, “Amaneceres vedados al tiempo” y
“Veladuras y pliegues”.
1
— ¿Cómo nos presentarías una cierta reseña berbegliana?
CEB
— ¿Por qué motivo interesan las biografías? Pareciera como
si la lectura de cualquier pieza literaria, una novela, un conjunto
de cuentos o poemas, una obra de teatro estuviera incompleta en
nuestro conocimiento si no la acompañáramos con datos del autor,
aunque escasos, que detallaran algunos aspectos de su vida
sentimental, si fuera posible, e, igualmente, los hitos más
importantes de su trayectoria literaria (o musical, o plástica). Por
supuesto que también abundan otro tipo de biografías, como las
deportivas o las políticas, pero importan, a sus lectores, de otra
manera, porque también son distintos los intereses con los que las
leen.
Las
respuestas son variadas, pero, en mi opinión hablan de la curiosidad
que, usualmente, se siente por quienquiera haya trascendido, aunque
mínimamente, los duros cercos impuestos por el anonimato cotidiano,
y ofrezca la posibilidad de interiorizarnos de algunos de sus pasos,
bien para interpretar con mayor grado de certeza aspectos de su obra
o por un simple afán que no va más allá del puesto cuando
escuchamos a un amigo contarnos sus desavenencias familiares o de
otra índole.
Un
capítulo, no aparte, sino paralelo, son las autobiografías; la
diferencia fundamental con las primeras radica en su dependencia de
la voluntad del autor por darse a conocer. Por ende, los datos que
allí vuelque, deben ser cribados con más detenimiento que en el
caso anterior previos a su aceptación, porque la carga de
subjetividad, e intencionalidad, los empaña necesariamente, forma
parte de uno de los tantos aspectos de la tantas veces aludida
“condición humana”: la tendencia a exagerar aristas consideradas
positivas por el protagonista, hasta desfigurarlas, y menospreciar y
aun negar las restantes, por la dispar nubosidad que reflejarían
sobre el aura de su auto homenaje.
Efectuadas
estas salvedades epistemológicas procedo a pasar revista, desde ya
parcial, de mi convivencia con la creación literaria y, entre ellas,
con la poesía. Si bien leí, y mucho, desde pequeño (mis padres
eran inmigrantes italianos, y, en particular mi padre, ferroviario y
socialista, y sabido es la devoción por la cultura que traían desde
el Viejo Continente los adeptos a esta ideología, lo cual me
permitió el acceso a una biblioteca que contaba con algunos de los
textos esenciales de la literatura universal y una formación
bilingüe invalorable), sin embargo no ocurrió lo mismo con la
escritura, no fui un niño prodigio (ni un adolescente, ni un joven,
ni un adulto, nunca alcancé ese rango), tanto es así que, mi primer
poemario, “Ráfagas de luna”, lo publiqué a los 39 años.
Fue precedido por algunos otros poemas (que no incluí en libro,
aparecieron en un suplemento literario de la bonaerense ciudad de
Azul, e, incluso, posteriormente). El resto, mis primeros intentos
poéticos y en prosa, datan de una adolescencia y primera juventud
vulgar y silvestre y eran abominables, por suerte los destruí.
Tengo
formación filosófica y antropológica y una visión muy particular
de la primera, antiacadémica, y crítica de la segunda. No consiento
en dividir los campos, el conocimiento es uno, el mundo es uno y,
sumados los dos, nos acercamos a los dos de distintas maneras, como
nos resulta posible, eso es todo. Con lo cual quiero
significar lo siguiente: el problema, la incógnita, la emoción o lo
que fuere están allí, enfrente y dentro mío, dependerá de la
manera como lo enfoque o lo exprese mi recurrencia a la prosa
ensayística, la narrativa, el teatro o el poema para manifestarlos.
Del
hecho que pueda expresarme indistintamente en cualquiera de los
géneros aludidos no implica que me considere un ser “privilegiado”,
sí, en cambio afortunado; de no haber tenido la cuna
paterna mentada no se hubieran despertado en mí las inquietudes que
me acompañaran desde entonces, e, igualmente, habría carecido de la
voluntad por desarrollarlas, aunque malamente, e ir mejorando su
impronta literaria con el tiempo.
Detesto
el incienso propio y soy absolutamente incapaz de mover un incensario
para otros (hecho muy distinto a elogiarlo si su obra lo merece, así
se trate de una simple operación de maestranza, como la de barrer un
piso, o profesional, como escribir un libro o dictar una
conferencia). De allí que una de las temáticas primordiales que
siempre afloran en mi obra sea la de la injusticia, la desigualdad
socio–económica, debida a los hombres, o las intelectivas y
físicas congénitas debidas a los dioses o la naturaleza me
enfrentan a la peor de las alternativas, no comprender en absoluto
nada o, en otros momentos, comprenderlo todo,
de cuanto me rodea y darme cuenta que, en ambas acepciones, sucede lo
mismo, la continuidad profunda de esa incomprensión
atroz y desgarrante como horizonte final de cuanta empresa iniciemos,
en conjunto, los humanos, para superarla.
La
otra temática que siempre aflora en mi creativa filosófico–poética
es la de la verdad, siempre aludida y manoseada, y, además, temible
cuando, supuestamente, se halla en mano de los detentadores del poder
(religioso, político, económico, cultural), admito su búsqueda
pero reniego de quienes sostienen haberla encontrado, se desliza de
las manos lo mismo que una anguila, salvo que la apresemos con
guantes provistos de tachas y, entonces, se arroje sobre la tabla del
negocio donde se la vende un cuerpo sanguinolento y
desgarrado. Valga la metáfora en una autobiografía poética y una
confesión existencial: me aterroriza quienquiera blasone poseerla y
nadie me quitará el convencimiento de que miente.
Sumo, así, a la metáfora, una paradoja.
Entre
el sí y el no opto por la negación, las ofertas del mundo, lo
confieso, me asustan, no me, tienden tientan,
por lo general a conducirme a cualquiera de sus engalanadas trampas.
Soy lo que soy a pesar de haberlas rechazado y no me fue tan mal. El
aprendizaje y la práctica por el no deja un vacío creador;
la del credo por el sí un lleno que intoxica y
empalaga, empacha, al decir de las viejas comadronas. La marcha
liberadora de la historia fue, siempre, la que
expresara no, a las costumbres sociales, a las imposiciones
escolares, a los mandatos ideológicos, a la credulidad religiosa, a
las terapias mentales, a cuanta compañía se ofrezca como paliativo
a una soledad desamparada pero autónoma.
Y
con esto concluyo mi reseña autobiográfica; más no se me ocurre
decir de mí ni creo que interese para la intelección de mi poesía,
una poesía de búsqueda y des-comprometida de cuanto lugar común
asfixie la belleza que debe, necesariamente, acompañarla, en su
logro mi ansiedad.
2
— Villamercedino y puntano (o sanluiseño). Te propongo que nos
sitúes en tu provincia, en tu ciudad, en tu acontecer por aquellos
paisajes, no sólo en tus primeros años, también incluir cuánto,
cómo seguís vinculado.
CEB
— Me sitúo ambiguamente porque soy de dos paisajes, el
ciudadano porteño y el serrano. Y hablo de paisajes, no de
tradiciones o costumbres en particular; San Luis no tiene la
presencia identificativa del Norte o el Litoral, y tampoco sus
problemas; es una provincia mediterránea influenciada por sus
aledañas Córdoba y Mendoza, aunque de una autonomía psicológica y
cultural notable.
Vine
desde pequeño a Buenos Aires y la nostalgia, aunque se trate de un
tópico entre los poetas, no es mi fuerte. Sin embargo confluyen en
mi vida esos dos paisajes por algo en común que me hace amarlos, el
ser abiertos; no soporto las selvas tropicales ni los bosques porque
me asfixian.
Pero
sigo vinculado porque en el Norte de San Luis, en Merlo, un lugar
paradisíaco, se encuentra una quinta familiar a la que voy cuantas
veces me resulta posible; allá escribí parte considerable de mis
obras.
Carlos Enrique Berbeglia con Beatriz Schaefer Peña, Graciela Aráoz, R. A. Vásquez, N. Barleand, R. Balseiro y Graciela Maturo |
3
— Desde 2012 sos vicepresidente en la sede Buenos Aires de la “Red
Iberoamericana de Trabajo con Familias”.
CEB
— Es una ONG. Allí mi trabajo, por supuesto que honorario,
consiste
en
llevar adelante la parte intelectual. Aclaro, se hacen numerosos
Congresos, nacionales e internacionales, sobre temáticas afines a la
violencia de género, vincularidad padres e hijos, conflictos de la
adolescencia, controversias interculturales y similares, en donde se
vuelve una y otra vez sobre lo mismo, y se aporta poco y nada nuevo a
nivel teórico o práctico. He participado en unos cuantos, incluso
con otro tipo de desempeños en Colombia, México, España, Chile y
aquí. Mi insistencia en estos eventos siempre giró sobre la
necesidad de enfrentar los desafíos de frente y no con medias
tintas: el narcotráfico, la trata de personas, la venta de órganos,
el trabajo esclavo, la prostitución y la corruptela política que da
pie a estos cánceres sociales…; y puedo asegurar que no solí ser
precisamente aplaudido.
Carlos Enrique Berbeglia con Cayetano Zemborain, etc. |
4
— “Argentina, tal vez” es el sugestivo título de un ensayo
tuyo que obtuviera una mención en 1969, en un concurso organizado
por la Editorial Siglo XXI. ¿Qué Argentina, tal vez,
la de los sesentas?...
CEB
— Fue uno de los pocos premios que obtuve a lo largo de mi
carrera literaria y no se editó, pero me sirvió de base para una
obra que fui desarrollando, a posteriori, en sucesivas publicaciones:
“Argentina, incógnita y cuestionamiento”, por el Ciclo
Básico Común de la Universidad de Buenos Aires, con dos ediciones,
en 1995 y 1997, y, luego, totalmente actualizado, con el título de
“La avenida más ancha del mundo”, cuyo subtítulo es
“Grandilocuencia y depresión en la Argentina”, en el año 2009
bajo el sello de Biblos.
Se
trata de un ensayo socio–político donde analizo ciertas constantes
negativas del país, entre ellas la paulatina pérdida de identidad
cultural debida, en lo fundamental, a la radical ignorancia
histórica, literaria y filosófica de la casi totalidad de sus
dirigentes políticos y del instantaneísmo de sus planes, la mentira
solapada en los discursos en lo relativo a una sociedad empobrecida,
y la negación de la realidad de un país con fronteras abiertas que
no cuida ninguno de sus bienes, ni el territorial ni el espiritual.
Es
una obra bastante polémica y su destino fue similar al de mis
intervenciones en los eventos citados en mi tercera respuesta.
5
— Aunque ignoro con qué nivel de dominio, sé que has aprendido
varios idiomas: ¿puede ser que no hayas traducido poemas, por
ejemplo, o lo has hecho pero no alcanzó a conformarte el resultado?
CEB
— Sí, hice el ensayo de traducir poesías, del italiano y del
francés, pero, al consultar el resultado con ediciones serias,
advertí que eran desastrosas. Es doloroso confesarlo, pero responde
por la verdad.
6
— Es a quien ha disertado en las “IV Jornadas de Psicología
Social: Hacia dónde va el mundo” en la Universidad Argentina John
F. Kennedy, en 2004, a quien le pregunto: ¿hacia dónde va el
mundo?...
CEB
— En una obra de tesitura filosófica publicada en 2005 también
por la Editorial Biblos: “Razón, persistencia, racionalidad.
Algunos componentes del saber humano”; incluyo una serie de
escolios: en uno de ellos expongo mi idea al respecto,
y en el siguiente: Descreo de la crisis; denomino, con una idea de mi
pertenencia, racionalidad instintiva al instrumento del
cual se vale la humanidad para sortear los abismos en los que cae:
guerras, colapsos económicos, desastres ecológicos, genocidios y
otras delicias con las que nos tiene acostumbrados y seguir adelante.
La pregunta “¿hacia dónde va el mundo?” tiene, desde mi
perspectiva, una sola respuesta: hacia el constante cambio
tecnológico y una mejora en la calidad de vida de partes
substanciales de su población, pero con la misma base moral de la
prehistoria, la (o las) crisis, de las cuales descreo, son
superficiales, le sirven para despertar en los seres humanos temor
por los cambios que, a la larga, siempre son superficiales y le
permiten tenerlos controlados.
Si
hay algo que nunca va a ocurrir es que la humanidad se suicide,
siempre lo evitará, así tenga que eliminar a sus mejores
civilizaciones.
Carlos Enrique Berbeglia con Graciela Krapacher, etc. |
7
— Disertar, exponer, participar en un panel: ¿cómo se expone un
panelista?
CEB
— Hay una cosa importante: decir siempre lo que pensamos y
aquello que somos capaces de demostrar; parafraseando al Evangelio,
“lo demás viene por añadidura”.
8
— En tu presentación curricular omití —justamente para que nos
detengamos en ellos ahora— tus libros de creación literaria
categorizados como “Interlineales” (1988 a 2006): “Interlineal
cincuenta”, “Homo homini homo”,
“Viaje parcial por el planeta Tierra”,
“Ambigüedades y certezas. El mediodía en su sombra”
y “La rebeldía agónica”.
CEB
— En ellos abordo asuntos desde lo que denomino las zonas
en claroscuro de la literatura: sus géneros allende la
poesía, la narrativa, el ensayo o el teatro, que son los más
frecuentados; esto es, las parábolas, los aforismos, la prosa
poética, las fábulas, entre otros. Me sirven para darles
contundencia a los escritos, evitar los largos períodos o los
desarrollos rigurosos propios de la filosofía.
9
— No te has privado de incursionar en dramaturgia para el teatro de
títeres (o de manipulables “Muñecos de pelusa y
azafrán”).
CEB
— No, me divertí mucho con ellos, son las únicas obras
escritas donde me acerqué a las predilecciones y lenguaje infantil,
aunque también pueden ser apreciados como una metáfora adulta, como
en la pieza “El dragón, los duendes y el destino”, donde
algunos de sus actores son… ¡los piolines! que mueven a los
títeres.
Carlos Enrique Berbeglia con Graciela Licciardi, Nora Nardo, etc. |
10
— Es debajo de muchos poemas tuyos donde, por ejemplo, asentás
“Pinamar, enero del año 2014”, “Ramos Mejía, octubre del año
2013” (“Veladuras y pliegues”) o “Colonia,
R. O. U., marzo 2013”, “Vísperas navideñas del año 2011”,
“Piedra Blanca, Merlo, pcia. de San Luis, octubre 2012”
(“Amaneceres vedados al tiempo”). ¿Te
referirías a lo que te impulsa a esta decisión?
CEB
— El motivo que me lleva a colocar las fechas, a veces muy
precisas, aunque, por lo general, únicamente el mes y el año, y los
sitios donde fueran escritos los poemas, responde por una
peculiaridad psicológica antes que a una inspiración,
o como quiera llamarse, a este extraño oficio de acceder al
mensaje poético, y es ella la de documentar el curso y desarrollo de
mi estilo y temática. Como ya afirmara en el apartado segundo, “la
nostalgia no es mi fuerte”; si vos te fijás, la temática de
los poemas así localizados, prácticamente nunca tiene que ver con
alguna peculiaridad del sitio donde fueran elaborados, por el
contrario, repiten una y otra vez mis obsesiones.
Carlos Enrique Berbeglia con S. N. Pastrana, S. Fernández Sachaos, M. Simpson, S. Manzini, E. Goldar, R. Glorioso, H. M. Ángeli, G. Maturo, etc. |
11
— En más de una ocasión se ocupó de tu obra la crítica
literaria Graciela E. Krapacher. Analizando uno de tus poemas, cuyo
título es “Poética”, afirma: “…persiste siempre
un secreto que nos convierte en esclavos del conocimiento.”
Así, aislado lo que destaco, ¿qué te promueve?...
CEB
— Una crítica que supieron hacerme, entre otros, un querido
amigo dedicado al pensamiento medieval, fallecido en enero de este
año y a quien reitero, en estas líneas, mi homenaje, Valentín
Cricco, fue que a mi poesía le costaba desprenderse de la filosofía,
que siempre la cultivara paralela. Allí radica, creo, la clave de la
frase de Graciela Krapacher que vos destacás certeramente, el
conocimiento, la desesperación por el logro de alguna certeza que me
permita ubicarme en la vida y no las emociones o los sentimientos,
son la fuente de mi pensar y hacer poético. No se encuentra en mí
afirmar si redunda en un beneficio estético…
12
— ¿Para qué sirve el Arte? ¿Cómo
surge?
CEB
— Esta pregunta tiene dos respuestas
básicas posibles: una, erudita, donde para contestarla deberíamos
efectuar una selección de autores y de orientaciones, recurrir, por
ejemplo, a los diálogos platónicos como el Hippias Mayor y el Fedro
o la poética de Aristóteles, entre los clásicos, y, por ese
camino, arribar a la estética de Hegel y las posteriores visiones
socializantes del arte propias del siglo XIX, o, caso contrario, por
qué no simultáneo, acercarnos a obras actuales y decisivas como la
“Obra abierta”
de Umberto Eco y, bajo su guía, analizar las proclamas surrealistas
o las consignas y prescripciones del período barroco, tal vez uno de
los más racionales
de la historia del arte. Francamente me excede, los baches que
dejaría serían innumerables.
Queda
recurrir a la preceptiva propia: desde ella respondería comenzando
por la segunda parte de tu interrogación (que, con tota seguridad,
vos también, como poeta, te la habrás hecho infinidad de veces):
surge de un momento anímico y de la posibilidad, técnica, de
volcarlo, en el lienzo, la partitura musical, el mármol o la
palabra; sin dominio del medio expresivo las ideas restan confusas y
se pierden, el “dí tu palabra y
rómpete”, de Nietzsche, se cumple
bajo esta sola condición. En cuanto a la utilidad del arte es muy
variada; la más bastarda y despreciable es cuando se lo mediatiza
con fines ideológicos o económicos, cuando, por ejemplo, un cuadro
impresionista se cotiza en el mismo escaparate donde luce una pulsera
de diamantes.
En
el arte, para mí, ocurre el encuentro de dos almas que se
trascienden, uno en la obra, otro en la contemplación; es un diálogo
superador que fortalece el yo del individuo, y, a través del goce,
nos aleja de una realidad asfixiante o nos hunde en ella para que
termine de asfixiarnos.
13
— ¿Suelen interesarte de algún modo peculiar las novelas en las
que el tema histórico es esencialmente protagonista?: por ejemplo,
las primeras cinco por orden cronológico: “Los
novios” (1823) de Alessandro
Manzoni (1785-1873); “La letra
escarlata” (1850) de Nathaniel
Hawthorne (1804-1864); “Historia
de dos ciudades” (1859) de
Charles Dickens (1812-1870); “Los
miserables” (1862) de Victor
Hugo (1802-1885); “Guerra y
paz” (1865) de León Tolstoi
(1828-1910).
CEB
— Leí esas cinco novelas, pero las
alterno con otras donde la imaginación desempeña un rol mayor y los
protagonistas enfrentan otros tipos de problemas; evoco, al azar de
la memoria y siguiendo aproximadamente las fechas, los Libros
de Alicia, de Lewis Carroll o “Los
demonios” de Dostoievski. Sucede que,
en la época donde asientan las novelas que vos citás, predomina
esta temática, propia del romanticismo, que ya entronca con el
realismo que va a culminar en obras al estilo de “Madame
Bovary”, de Gustave Flaubert; se
mueve paralela a la novela gótica (previas a H. P. Lovecraft) y
anticipa la terrible literatura del absurdo de Kafka.
Quienes
amamos la literatura no podemos prescindir de ninguno de estos
estilos.
14
— ¿Podrías determinar cómo surgió la necesidad de escribir cada
una de tus dos novelas?
CEB
— La primera, “Ventanas
de acceso”, es una novela para
adolescentes que tuvo varias redacciones hasta la definitiva, en
1991; en ella el protagonista es un antihéroe en la realidad, que
entra en contacto con un mundo fantástico donde encuentra un lugar a
su medida; es una crítica, nada vedada por cierto, al momento
histórico que atravesaba por aquel entonces, y me valí de ella para
llevarlo a cabo. En “La villanía
heroica” fue la necesidad, si así
querés llamarla, de enaltecer a un trío de delincuentes a los que
une algo nada común en estos individuos, y es el menosprecio por
cuantos no consideren la libertad como el máximo bien posible. Sin
embargo, si bien roban y secuestran, para conseguir un nivel de vida
que les permita gozarla al máximo, nunca vulneran la dignidad de sus
víctimas, un principio moral irreductible.
15
— En el prólogo de Juan José Saer a “José
Pedroni – Obra Poética”,
leo: “…toqué el timbre,
esperé tembloroso un momento, y cuando me abrieron y me invitaron a
pasar, al trasponer el umbral, entré a la vez, con el mismo paso
inseguro, en la casa de José Pedroni y en la literatura.” Y
en otro párrafo: “Si Pedroni
no fue el primer poeta que leí, fue sin la menor duda el primero que
conocí y que admiré personalmente. La increíble emoción de
tenerlo sentado frente a mí, atildado, atento y cordial, escuchando
la lectura de mis poemas…”
¿Qué se asemejaría en tu derrotero, Carlos, a lo que Saer
trasmite?
CEB
— Primero debo hacer una mínima
referencia a Pedroni y Saer, los dos litoraleños, tal vez, de allí,
aunque externamente, su cercanía. Pedroni fue un referente de la
poesía social de la década del cuarenta y Saer, uno de los más
grandes narradores argentinos, cuando lo conoce, pertenece a otra
generación. Yo, como te afirmara anteriormente, me introduje tarde
en el mundo de la literatura y no tuve la suerte de conocer,
personalmente, a ningún “grande” o que alguien escuchara con
similar atención mis poemas, no tengo puntos de contacto con ese
derrotero, si te lo contestara sería puro invento.
16
— ¿Qué opinión te merecen las poéticas del francés Paul
Verlaine (1844-1896), del italiano Dino Campana (1885-1932) y del
austríaco Georg Trakl (1887-1914)?
CEB
— Son tres momentos distintos de la
expresión poética, aunque, tengamos en cuenta que Verlaine, además
de poeta, también fue crítico, tal vez el primero que habló de los
“poetas malditos” en un libro publicado en 1884, donde pasa
revista de quienes nunca triunfan en su propia época por
incomprendidos y únicamente les aguarda una gloria pos
mortem. Desde su visión, solamente
en las vanguardias se traduce el verdadero arte; por ese motivo se
encuentran obligados
sus cultores a ser ignorados y hasta
despreciados por sus contemporáneos. La obra incluye su
auto-inclusión entre los que así denomina, el tiempo le dio la
razón, dado el sitial de honor que ocupa actualmente su poesía.
Dino
Campana (hay una reciente edición antológica bilingüe a cargo de
Rodolfo Alonso de sus “Cantos
Órficos”) representa, junto con
Gabriele D’Annunzio, el momento de transición de la literatura
italiana del romanticismo a la gran poesía del siglo pasado de
Ungaretti, Quasimodo, Eugenio Montale, entre otros. En su poesía
conjuga lo épico y lo iniciático, su técnica remite a la prosa
poética y a los versos de arte mayor. Residió un tiempo en nuestro
país y lo refleja en su escrito “Pampa”, donde la describe con
el mismo misticismo que alienta el resto de su obra.
De
Georg Trakl, uno de los más grandes poetas expresionistas alemanes,
de quien contamos con dos versiones al castellano en nuestro país,
una debida a Aldo Pellegrini y la otra a Rodolfo Modern, me resulta
tan difícil opinar como de Verlaine y Campana, tal vez porque llegan
al corazón de la poesía, y la prosa que los retrate, resulta,
fatalmente prosaica.
Empero, me atrevo a decir que es alucinante, su obsesiva danza
discursiva con la muerte, que termina en su probable suicidio, a los
veintisiete años, el vínculo con la Gran Guerra, que acabó con lo
mejor de su generación en las trincheras, el extraño amor, casi
incestuoso, por su hermana, se reflejan en sus poesías donde la
noche, el crepúsculo, la melancolía, entre los temas más abusivos,
la pueblan y ennoblecen hasta llegar a nuestro espíritu y permitirle
esa catarsis que solamente posibilita el contacto con lo grandioso.
17
— “Penumbra sin voz y luminosa voz de vos”
ofrece al lector lo que has denominado “Post Ludio: ‘El
itinerario y la poesía’”: ¿intentarías resumir el contenido de
ese texto?
CEB
— Allí afirmo que “descreo de la
inspiración” y que algunos seres, entre los cuales me ilusiono
encontrarme, tienen la facultad de expresarse poéticamente. La
poesía, desde esta perspectiva, es un trabajo con la palabra, un
trabajo especial, como el de la narrativa, el ensayo o el teatro,
donde lo importante radica en la co–relación entre quien escribe,
lo que dice y cómo lo dice. Somos hijos de las palabras, hasta
nuestro rostro termina de configurarse gracias al movimiento que le
imprimimos a los músculos que lo constituyen, y, nos desenvolvemos
en el tiempo, pero hay un lugar donde ese “tiempo” transcurre y
es la Tierra, la siempre Tierra nuestra de cada ser humano, que tanto
nos duele su ausencia en el destierro.
Hay
dos poemas, en ese libro, dedicados al “desencuentro”, un tópico
existencial tan caro a nuestra expresión popular por excelencia que
es el tango; aquí no resumo sino, más bien, añado: ese
desencuentro duele más cuando se da en el paisaje (antes que físico,
anímico y cognitivo) donde transcurre nuestro ser.
Más
no puedo decir, además de mi descreencia en la inspiración, me
resulta difícil auto–referirme; de allí, también, la falta de
lirismo en la mayor parte de mis poemas.
18
— ¿Ruth Benedict (1887-1942), Bronislaw Malinowski (1884-1942),
Mary Douglas (1921-2007), Claude Lévi-Strauss (1908-2009) o Ruth
Cardoso (1930-2008)?...
CEB
— Esos nombres remiten a mi quehacer
profesional como antropólogo, los conozco y he trabajado sus teorías
en mis clases universitarias, pero no me basé en ninguno de ellos ni
en mis trabajos de investigación, por ejemplo los realizados en la
zona del Altiplano argentino–boliviano, que concluyeron en mi tesis
de doctorado sobre la concepción y práctica del espacio de los
grupos aymara, ni en los diversos artículos de índole socio
antropológica publicados en diversos medios. Le debo a la poesía y
a la creación poética el desprenderme de las influencias en el
momento de pensar o escribir.
19
— ¿Me equivoco si se me da por sospechar que te identificarías de
inmediato con Luis María Panero cuando declara: “...a
pesar de lo mucho que me empeño en hacer de la escritura, hasta la
más mínima, una dedicatoria por ejemplo, una práctica rigurosa y
sin concesiones, un ejercicio inhumano.”?
CEB
— Parcialmente: lo del “ejercicio
inhumano” me trae a la memoria otra “práctica”, esta vez
anterior a cualquier quehacer de los intelectuales, la de creerse
seres elegidos por los dioses, habitantes del Parnaso o
pertenecientes a una especie distinta a la del común de los
mortales. Una anécdota, nada divertida por cierto, abona esta
afirmación, que una poeta, hace bastantes años, me rechazara,
airada, un prólogo a su poemario, porque allí trataba a los poetas
(y a ella, por supuesto) de trabajadores
de la palabra.
Desapruebo este tipo de posturas, no
por falsa humildad sino por sinceramiento con lo que somos; sí
acepto y postulo la rebeldía contra todo tipo de normas en el
momento de escribir (o, incluso, de vivir), porque me permiten el
vuelo hacia la compañía de la libertad, siempre en peligro de ser
cercenada, muy a menudo, desgraciadamente, debido a nuestras falsas
iluminaciones.
20
— ¿Te “explicás” a veces el por qué de algunos
títulos de tus poemarios?
CEB
— Eso es justo lo que hace pocos días me pidió que por mail
le respondiera el poeta y fotógrafo Daniel Grad, a propósito de
seis poemarios que obsequié a la Biblioteca “María Meleck
Vivanco” del Hospital Neuropsiquiátrico “Braulio A. Moyano”,
donde él coordina un taller de poesía. Grad, además, requirió que
me refiriera —para compartirlo con los integrantes del taller,
desde luego— a “la razón de ser” de mi poesía, así que me
voy a permitir encomillar para nuestros lectores el texto que
redacté:
“No
siempre los poetas explicamos los motivos conducentes al título de
un libro de poemas; en mi caso, a veces suelo hacerlo en algún
preámbulo, como acontece aquí, en“Correspondencia
abierta” (1992), donde afirmo que la poesía por la poesía
misma no va más allá de un solipsismo vacuo, “ella configura
un camino y solo uno de acceso a la humanidad inherente en cada ser
humano”, de lo cual se desprende el título de la obra, una
serie de cartas (poéticas) donde relato las experiencias estéticas
y metafísicas que me posibilitan dicho acercamiento; no,
en “Revelaciones del tiempo” (1997), porque el tiempo,
desde que cobramos conciencia de nosotros mismos, teje y, a la vez
desteje, el ovillo que concentra la existencia, urde su trama para
desmenuzarla luego, el tiempo circula por el cuerpo y lo circunda en
cada ser que lo rodea, cons-tituye y des-tituye; sí,
en cambio, en “Los terracota y polen” (2001), con las
“consideraciones posteriores” donde expreso: “los perros le
dieron el nombre al libro al confesarme uno de ellos el motivo que
los condujo a llamarnos terracota, algo así
como divinidades mal cocidas” y polen por la fecundidad que
atesoran; tampoco
en “Pantomima y desierto” (2003), el más escéptico de
los títulos de este grupo de poemarios, alude a lo que resta luego
de las representaciones sin contenido que solemos efectuar junto a
las trascendentales, obteniendo, en estas últimas, como resultado,
si no un vergel al menos un paisaje desprovisto de abrojos; y
vuelven a justificar el libro en “Proximidades lejanas”
(2007), un oxímoron su título que expresa, fidedignamente, la
contradicción reinante en numerosas experiencias, algunas de ellas,
bastante pocas, por cierto, nos conducen a la escritura poética.
Este poemario presenta un entreacto donde niego la
especificidad del lenguaje poético, la terminología de cualquier
disciplina, incluso la de las ciencias duras, puede revertirse en los
versos, dependerá de la habilidad con que la empleemos que se
convierta, en el poema que recurra a ella, en poéticas; también
en “Veladura y pliegues” (2015), donde apelo a la
experiencia, y siempre la experiencia, que nos revela cómo la
realidad de cuanto se nos ofrece se halla, precisamente, oculta y se
desoculta, al menos para mí, en ciertos momentos de iluminación
poética que abre algunos de sus portales al entendimiento.
En
cuanto a la razón de ser de la totalidad de mi poesía
queda expresada en otro libro: “Si la poesía hablara en mí yo
callaría.” No importa en cual porque redunda en una frase que
hago valer por la totalidad de las publicaciones realizadas hasta la
fecha, y, sin duda, incluso en las que el destino, o el estro, me
permitan seguir realizando. Me identifico en cada uno de mis libros
por igual, una continuidad sincopada por las fechas de impresión, no
veo en ellos un antes o un después, ni una mejora estilística o
cambios de temática desde que me animara a darme a conocer de esta
manera; sí me cabe afirmar los motivos que me impulsaron (no digo
inspiraron porque descreo de esa facultad) a la
hechura de todas mis poesías:
la
justicia y su antónimo, asociadas a la suerte o la maldad humana;el
doble paisaje vernáculo por el que hube de transitar desde la
infancia, el serrano y el pampeano;Buenos
Aires sublimada por el tango, ese destello de nostalgia y bronca,
soledad y angustia, esperanza y tedio, escepticismo y sabiduría que
la privilegia como una urbe poética que danza con su propio ritmo,
tan “propio” como el de las esferas celestiales del pitagorismo; el
amor, no universal porque me parece una abstracción mendaz, sino
siempre personalizado en mis padres y hermanos, amigos y Sandra;
la
figura de Cristo, contrapuesta al desconocimiento de Dios y a la
negación de toda la parafernalia que lo exalte; la
misma poesía como sujeto de la especulación poética y la
persistencia por el logro de la belleza a través de las
versificaciones, las metáforas y el encabalgamiento del poema; la
naturaleza en su conjunto, como constituyente nuestro a la par que
víctima de la expoliación humana; los
animales, sobre todo los domésticos, por la sinceridad de sus
sentimientos hacia nosotros y la enseñanza que nos brindan, un
aprendizaje que negamos amparándonos en cuanto lugar común, hasta
pretendidamente científico, recaiga sobre ellos; el
desprecio, absoluto y reiterado, por toda falacia autoritaria, el
asco por las manifestaciones del poder dictatorial, del signo que
fuera; la
ruptura, una exigencia ontológica previa a cualquier adscripción
escolar estética o gnoseológica, aunque su prestigio y aceptación
del mundillo literario e intelectual así lo ordenen y expongan sus
beneficios para quien las acate, las genuflexiones nunca formaron
parte de mis ejercicios corporales;
el
vino como posibilidad de transubstanciación a dimensiones que la
cotidianía nos impide o vela;la
alegría como sentido, práctica y fin de la existencia; el
conocimiento que la experiencia y la cultura me deparen, unidos a la
desconfianza hacia los sistemas que lleven la pancarta de una sola
verdad (hay tantas que apabullan) y la blasonen e intente imponer
desvergonzadamente;
la
rebeldía como autoexigencia previa para el logro del más preciado
de los bienes al cual podamos arribar por el imperio de nuestras
propias fuerzas, la libertad;
la
hermandad y la humildad con las criaturas más desprotegidas, los
marginados del orden social, los pobres, los ancianos, los enfermos
y, por lo tanto, así cerrar (olvidando, tal vez, algunos otros) los
motivos de un poetizar que encuentra uno de sus anclajes y pivotes
motivadores en la imperiosa necesidad de la justicia.”
21
— Seas o no ajedrecista: ¿qué
partida estás jugando ahora?...
CEB
— Querido amigo, la cotidiana, en la
cual, parafraseando el inmortal poema de Jorge Luis Borges, ignoro ya
no “¿Qué Dios detrás de Dios la
trama empieza…” universal aquí,
sino la concatenación de causas, azares, o determinaciones
propiamente mías y que vuelven mi existencia, como la de todos,
dubitativa e incierta, apasionada y tensa, alegre y triste,
aventurera y sosegada, pero nunca absurda.
*
Carlos
Enrique Berbeglia selecciona poemas de su autoría para acompañar
esta entrevista:
XXXIII
A
mis padres
Si
el país que sueño
fuera
como lo sueño,
su
geometría, en la lluvia,
al
margen de los ríos,
no
empañaría la esperanza
de
su gente y las ciudades
alzadas
a la vera de su historia
no
atesorarían ejemplos de infortunio
en
sus archivos.
Los
alféizares de sus ventanas
a
paisajes sin claudicaciones abrirían
y
las fórmulas de la inquietud
y
el miedo, fenecidas en inaccesibles tumbas,
enunciarían
la caducidad del mal
y
la risa abierta de la dicha
perduraría
en toda boca y alma.
Y
la justicia, la sagrada justicia,
cobijada
en su verdad como un capullo
delicado
y joven, extasiada de belleza
en
toda bestia y hombre reinaría
y
un no lugar, no cetro, no diadema
ocuparía
el olvido y su obsecuencia
pertinaz
de muerte y quebradura.
(de
“Tierra crepuscular posible”, incluido en “Continuidad
en los modos”, Ediciones Filofalsía, Buenos Aires, 1990)
*
24.
Variaciones de la imagen
¿Qué
reflejos desprende la locura
cuando
la escasa luminosidad
alcanza
los espejos?
¿y
qué destellos
en
los bronces opacos por el tiempo
obtiene
la oscura servidora del mal
si
con su aliento los tizna de melancolía?
Pareciera
como si las entidades
se
diluyeran acuosas entre lágrimas
de
una matemática sin números
o
la descompusieran átomos de extintos universos.
A
un soldadito de plomo, que defiende
con
su fusil de utilería y no sagrado fuego
la
triste ciudad que nos cobija,
se
asemeja la tarde donde perduran los interrogantes
no
obstante el ritmo que anhela la conciencia
cuando
los espías del daño pretenden nuestra lengua.
(de
“Los terracota y polen”, Editorial Amaru, Buenos Aires,
2001)
*
VI
Ricercare, los amantes
Esas
telas de araña ennegrecidas por el hollín de los incendios,
la
sangre de los fugitivos moteando los vellones de lana,
nieve
en los valles y mesetas cubriendo algún erial reseco,
la
playa soportando la fetidez de los pescados muertos,
la
luna, en su verde aterrador bajo los eucaliptos,
el
viento, como una maldición fugaz en los cañaverales…
y
ellos dos, bebiendo las gotas de vino que les restan
y
afuera, a la intemperie, las metamorfosis del mal
buscándolos
sin tregua
y
la sordera de Dios cayendo sobre las ciudades
que
todavía
resisten
el asedio.
(de
“Pantomima y desierto”, Editorial Amaru, Buenos Aires,
2003)
Otoño
en el espíritu
Coloquemos
en el escenario los drammatis personae:
una
pordiosera anciana, su perro, enflaquecido,
tan
sucio como ella,
una
joven mujer, triunfante en un certamen de belleza
que
asciende a su automóvil,
las
hojas del otoño arrastradas por la noche,
la
luna, cuarto – menguante en las alturas,
la
radio trasmitiendo un discurso político
del
intendente nuevo,
un
afiche proclamando el regreso triunfal
de
un grupo de cantantes
y
algún triste cronista
apercibiendo
el conjunto de hechos
entretanto
desmenuza su propio infortunio:
los
padres fallecidos, el hogar al que no vuelve
dada
su desnudez oprobiosa,
y,
en la esquina, un ángel junto a Dios
llorando
y abrazados,
sin
fuerzas capaces de impedir
el
suicidio de cuantos hollaran las encrucijadas.
(de
“Penumbra sin vos y luminosa voz de vos”, Ediciones La
Luna Que, Buenos Aires, 2011)
*
Conversaciones
con mi gato II
Nunca,
en la noche,
supo
bajar un ángel
siquiera
hasta mis sueños,
o,
en la plenitud del mediodía,
allá,
en las sierras de mi lejana infancia,
alguna
otra deidad,
indígena
o mediterránea,
se
reveló en el zumbido de los insectos
que
recorrían el seco ramaje
del
otoño.
Ni
la belleza de las hadas
cabalgando
en el perfume de las flores,
o
briosos y burlones pegasos en el cielo
me
incitaron a que los enjaezara
para
perseguirlas hasta sus moradas intangibles.
No
sé si debiera apenarme
por
tales desencantos
en
estas lides de la vida cotidiana,
acaso
la desilusión
apenas
insinuado por un roce
con
esos huidizos habitantes
de
otros mundos
hubiera
sido
menos
auspicioso todavía.
(de
“Amaneceres vedados al tiempo” , Ediciones La Luna Que,
Buenos Aires, 2013)
*
Autobiográfica
primera
Dada
la parsimonia que, hasta ahora,
manifestó
la historia para justificar sus yerros
(y
algunos aciertos que los equilibraran),
el
silencio oculto en las respuestas
de
las religiones, las ciencias, las filosofías,
este
simple mortal, en un día lluvioso
y
de ventisca agreste, tributa,
no
obstante la incertidumbre que colmara,
al
pensarse, su existencia,
los
siguientes agradecimientos:
a
los dibujos animados
las
tiras cómicas,
las
mentiras que me prodigaran
cuando
me hallaba enfermo,
la
belleza expuesta, como llagas beatíficas
en
las artes, sin condicionamientos para experimentarla,
a
los iconoclastas, que nunca demolieran definitivamente
las
compulsiones de la sociedad, pero las desnudaran,
y
a cuanta ruptura implique
una
libertad desaforada, única, absoluta.
(de
“Amaneceres vedados al tiempo”, La Luna Que, Buenos Aires,
2013)
Entrevista
realizada a través del correo electrónico: en la Ciudad Autónoma
de Buenos Aires, Carlos Enrique Berbeglia y Rolando Revagliatti, 22
de abril de 2016.
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