sábado, 25 de diciembre de 2010

CRONICAS DE VIAJE

El pueblo de don Perseverando

Aldo Roque Difilippo

En las primeras décadas del Siglo XX, Perseverando Pereira tenía un molino y una pulpería cerca de allí (Pueblo Perseverano), y fue quien donó el terreno para que se construyera la primera y única Escuela que tiene el lugar. Una zona del departamento con mucho más vida social con Ombúes de Lavalle que con alguna otra localidad sorianense, aunque cuando llueve más de la cuenta, la cañada Lares impide el paso.
Por allí también, cerca del vado en las puntas del río San Salvador, se combatió durante la Revolución Tricolor de 1875, y según se dice, fue en esos parajes que se usó por primera vez el fusil Remington en nuestras guerras civiles. Tiempos de disputas a campo abierto, de rigores de sol a sol, de austeridad y sacrificio, que parecieron aquerenciarse en esa zona.
Don Perseverando donó el predio para la futura Escuela, pero a aquellos toscos paisanos les costaba repetir su nombre, que se fue deformando hasta convertirse en Perseverano. La Escuela, como el caserío inicial, era apenas un rancho quinchado, compuesto por dos piezas de paredes de barro. Ahora se ha convertido en un edificio esmeradamente pintado de blanco, con amplias instalaciones para los niños que allí concurren. Algunos llegan de Lares y otros puntos de la campaña, trasponiendo varios quilómetros en bicicleta.
Si bien la Escuela N° 16 tiene hasta una moderna computadora, un lugar cómodo donde comenzó a recibir a los niños de 4  y 5 años de Educación Incial, su invernáculo donde los escolares cultivan la tierra, y que ya tiene 108 años de existencia, sigue sin nombre, porque curiosamente, hasta ahora nadie se lo ha propuesto. Sigue siendo simplemente “la Escuela N° 16 de Perseverano”, a secas, al punto que cuando cumplió cien años no hubo festejo ni acto oficial, y la fecha pasó prácticamente desapercibida, apenas recordada por algunos viejos vecinos del lugar.
Al lado de la Escuela está la Iglesia “María Auxiliadora”, una añeja construcción de ladrillo visto que fue donado por la familia Wilson. Un edificio alto y rústico, como un galpón de acopio de cereales, pero con una belleza austera que lo hace sobresalir en ese paisaje, donde predominan el pastizal y los eucaliptos. Una iglesia sin Cura ni Diácono. Una vez al mes llega un Cura a impartir misa, por lo que el ocasional viajero –de no coincidir con la presencia del Cura- debe conformarse con trasponer la  portera y observar el edificio desde el exterior.
A  lo lejos, a unas cinco cuadras o quizá más, el pueblo se dibuja en una sucesión  de casas blancas,  donde predominan las viviendas de MEVIR.
En 1939 un censo estimaba que vivían allí 120 personas. El último registro del Instituto Nacional de Estadísticas dice que Perseverano cuenta con 141 habitantes, lo que quiere decir que los largos 70 años de ambos registros, apenas si creció en 21 personas. Lo que aventuraría a pensar que muchos de los que allí nacieron se marcharon buscando un mejor destino.
Los muchachos que ya dejaron la Escuela deben trasladarse varios quilómetros hasta el liceo de Ombúes de Lavalle a continuar sus estudios. Algo que significa un verdadero sacrificio económico para sus familias, que deben afrontar parte de los costos del traslado, ya que por allí no pasa una línea regular de ómnibus. Y lo que significa decir también que una vez culminado el Liceo, aquel que puede busca su destino en otro lugar, ya que la única actividad del lugar son los emprendimientos agropecuarios, ahora dominados por la forestación.
Un pueblo bajo y silencioso, que recibe al viajero con la mano tendida y la sonrisa franca. Con la misma simpatía con que diariamente Alicia prepara el guiso en el comedor de la Escuela N° 16,  o los alfajores de maicena que servirán de postre.


* Fotografía Ruben Cabrera

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