Familia de Pablo Neruda acusa a fundación de vulgarizar su nombre
El espíritu del poeta chileno Pablo Neruda habría sido desvirtuado por el abogado Juan Agustín Figueroa, presidente de la Fundación Neruda, entidad que según la familia del poeta chileno ha comercializado y vulgarizado su nombre, convertido hoy en una marca de agendas, vinos, chocolates y hasta una cadena de hoteles.
Los herederos del poeta han decidido llevar el caso a los tribunales, entendiendo que la fundación se ha extralimitado en sus funciones, además de haber traicionado el ideario social de Neruda.
Según informó el viernes 3 de diciembre el escritor Bernardo Reyes, sobrino nieto de Neruda y autor de ensayos y libros biográficos sobre el Nobel, “Figueroa tiene un mandato nuestro para firmar contratos relativos a derechos de autor, pero jamás dijimos que íbamos a renunciar a derechos que son inalienables, como ser dueños de la marca, actualmente registrada a nuestro nombre”.
Neruda impulsaba la fundación Cantalao con el objetivo de difundir las letras, artes y ciencias. “Y el directorio de esa fundación debía estar integrado por sus representantes y también por catedráticos, escritores y hasta un dirigente de la central de trabajadores”, explica el familiar del poeta.
Figueroa llega a la fundación de la mano de su hermana Aída, una antigua amiga de Neruda que dio cobijo al poeta cuando a fines de los años 40 era un perseguido político. “Será varias décadas después y con el arribo de otro régimen represivo —el encabezado por el general Augusto Pinochet— cuando la esposa del poeta, Matilde Urrutia, debió recurrir a una cara legal para organizar la fundación”, cuenta Reyes.
Lo que nadie esperaba es que se haya ido desvirtuando el legado del poeta: “Se produce entonces una nueva versión de aquellos estatutos, la idea original muta en la Fundación Neruda, y si bien la familia queda con participación en los ingresos por derechos de autor, se la excluye del prorrateo proporcional de la administración de las casas museos”.
También poeta, autor de varios libros —entre ellos Karmazul y Grito del solo—, Reyes alega que su familia dio todo tipo de facilidades a los administradores entrantes, pero la relación se tensó “cuando Figueroa nos impide ver y estudiar los nuevos contratos, sabiendo que somos legalmente herederos y partícipes de los derechos de autor”.
Otro abogado, esta vez el de la familia —Rodolfo Reyes Muñoz, sobrino del poeta—, sostiene que existe una intención de Figueroa de adueñarse de Neruda. En esa dirección Bernardo Reyes caracteriza a Figueroa de “prepotente, advenedizo, oportunista y manipulador de las leyes”.
“Ha intentado adueñarse de la marca, como los latifundistas cuando corren los cercos de sus vecinos que disponen de un pequeño terreno aledaño”, compara. “Claro, hay muchos productos, como vinos de exportación y agendas que lucran desvergonzadamente utilizando una marca comercial que no le pertenece”.
“Como era tan evidente el acto de usurpación, los herederos procedimos a registrar la marca a nuestro nombre, cuestión que no recibió ni el más mínimo reparo legal”, apunta Reyes.
Abundando sobre argucias jurídicas que le habrían permitido al presidente de la fundación adueñarse de la marca y hacer un uso puramente comercial, Reyes se explaya sobre los hoteles Neruda, que “fundamentan la utilización de la marca por una carta simple, sin ningún valor, otorgada por un secretario”.
La disputa alcanza al Premio Iberoamericano de Poesía “Pablo Neruda”, otorgado anualmente por el gobierno chileno a través de su Ministerio de Cultura, en el que también ha cobrado protagonismo Figueroa y que, según expresa Reyes, “no tiene por qué arrogarse la representación de Neruda, pues él no otorga el premio”.
En ese sentido, concluye: “Le hicimos saber a varios ministros de Cultura que Figueroa no puede pronunciar discursos a nombre de Neruda. Eso se ha respetado. Pero el premio otorgado por el gobierno ha pretendido estar asociado a Figueroa, por lo que amenazamos con demandas legales e incluso retirar nuestra autorización para el uso del nombre”.
Fuente: Télam
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