sábado, 25 de diciembre de 2010

La leyenda del mate

Compañero inseparable de los uruguayos, el mate es el elemento que más naturalmente define nuestra identidad nacional.
Hoy queremos compartir uno a la distancia con nuestros hermanos que se hallan en los más remotos rincones del planeta, recordando la leyenda de su origen.

Cuentan que fue el mismo Tupá (Dios del bien) el que bajó del cielo y les enseñó a los guaraníes a procesar y tomar la yerba mate. Su origen se pierde en el tiempo, pero la tradición americana registra la leyenda en el norte de Argentina y en los estados sureños de Brasil.
Cierta vez, mucho antes de la llegada de los españoles, un viejecito y su nieta, cansados de seguir el derrotero de su tribu nómade, se quedaron en las serranías cerca de las Cataratas del Iguazú. Una tarde llegó hasta la cima un sediento viajero a quien el viejo y su nieta ofrecieron agua fresca.
El caminante –que no era otro que Tupá- quiso recompensar la bondadosa atención e hizo crecer una planta cuyas hojas serían un calmante para la sed, compañía para las horas de soledad, y tributo de amistad para las visitas.
Tupá les enseñó a preparar la yerba para tomarla, y los hizo guardianes de la planta y dioses protectores del yerbatal, Caá Yará (el viejo) y Caá Yarí (la nieta).
Los indios sorbían la bebida en una calabacita que servía de recipiente (que los guaraníes llaman Caiguá) por una cañita (tacuapí) usada a modo de bombilla, o bien mascaban sus hojas durante sus largas caminatas.
Según el historiador Ruiz Díaz de Guzmán, fue Hernando Arias de Saavedra quien, en 1592, descubrió la yerba mate en las bolsas (guayacas) de unos indios que hizo prisioneros.
Muy pronto se difundió esta bebida de la que los españoles exageraban sus beneficios. Los jesuitas la preparaban en forma de té (mate cocido) porque le atribuían a la bombilla connotaciones diabólicas. Sin embargo fueron los propios jesuitas quienes primero se dedicaron al cultivo de la yerba mate.
El nombre “mate” proviene de la palabra quechua “mati”, que se utilizaba para denominar a la calabaza, y que para los españoles era más fácil de pronunciar que el original en guaraní (caiguá).-


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