Encomillado
"Cuesta bastante acostumbrarse a la rara mezcla de estilo despojado y sensación de pesadilla, que singulariza los relatos de Garini. (...) La principal dificultad radica en que son escasos los datos que el lector recibe para sacar sus propias cuentas, para formular sus propia interpretación, para saber realmente qué es lo que está pasando. No faltan datos para quienes tienen la obsesión de pasarlo todo por el filtro del psicoanálisis. Es seguro que, para éstos, el libro de Garini (con su atmósfera, bien provista de gotas de sangre, lechos, redes, carnes rojizas, aves de patas gruesas, caballos, mechones de pelo y otras tantas contraseñas de simbología erótica) ha de ser un manjar de los dioses. Sin embargo ni aún con el falible socorro del psicoanálisis, es posible introducirse verdaderamente en las últimas intenciones de estos cuentos oscuros. Se intuye que, por debajo de la palmaria simbología, de cierta cáscara verbal casi impenetrable, de una precisión obsesiva e implacable para describir los objetos (convertidos a menudo en presencias casi monstruosas), existe una actitud única, cuya esencia permanece en el misterio.
Benedetti: "Garini parece sobre todo escribir para sí mismo" |
Existe en Garini una curiosa mezcla de afán de narrar y designio de ocultar, como si la presencia inevitable del lector fuera para él estímulo a la vez que estorbo. (...) ya que Garini parece sobre todo escribir para sí mismo. O quizá más insólito aún: escribir para sus personajes. Entre el autor y los personajes, hay seguramente un lenguaje en cifra, una complicidad destinada a que el lector quede poco menos que al margen. (...)
Hay en los cuentos de Garini tres o cuatro rasgos que permiten otras tantas aproximaciones. Uno de ellos es su predilección por los etcéteras. (...)
Otra constante del autor son las comillas, usadas aquí (además del empleo funcional en los diálogos) para destacar o apartar palabras, y a veces para desprestigiarlas, para desmontarlas de su significado ortodoxo. (...)
El empleo abusivo de los etcéteras parecería indicar por lo menos dos docas. Por un lado, cierta convicción (tal vez heredada de Borges) de que en algún instante, en algún sitio, en algún punto, todo vuelve a empezar, a reiniciarse. En ese mundo de recurrencias, cada etcétera sería la mera indicación de que comienza un nuevo ciclo. Pero hay otra interpretación posible. Llega un instante en que el escritor se vuelve escéptico con respecto a la eficacia, a la profunda validez de la palabra, y entonces corta repentinamente el hilo verbal. En ese último sentido, cada etcétera será simplemente un tijeretazo, un no va más. En esos momentos Garini parece formularse una doble pregunta: ¿A qué seguir, si de todos modos el lector no entiende? ¿A qué seguir, si no me importa que el lector entienda? Y el etcétera es la respuesta simple a la pregunta doble.
Más importante, a los efectos de obtener algún dato, parece el otro empleo abusivo: el de las comillas. Por medio de ese inocente signo ortográfico, Garini logra poner distancia entre sus personajes y el resto del mundo. Seres y cosas no aparecen con su real aspecto, sino distorsionados, entre comillas. (...) Los personajes de Garini están tan encerrados en sí mismos, tan encarnizadamente solos, que ven el resto del mundo como a través de un vidrio esmerilado; no ven exactamente la realidad tal cual es, sino una "realidad" confusa y desprestigiada (...), una realidad que por lo general lleva descuentos e impurezas. Acaso Garini utilice la carga peyorativa de las comillas para dar a entender que es apenas una parodia de realidad la que adviene a sus cuentos; pero también puede ser que, al poner virtualmente al mundo entre comillas, quiera simplemente llamar la atención sobre su condición subsidiaria, sometida, lamentable parodia de algo que no existe".
* Mario Benedetti, en "Literatura uruguaya Siglo XX", Ediciones La República , Montevideo, 1991.
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