sábado, 5 de marzo de 2011

Un presidente impopular
Los 21 días de marzo

Aldo Roque Difilippo

En la tarde del 21 de marzo de 1894 Juan Idiarte Borda asumía como Presidente de la República. Con 50 años de edad se convertía as¡ en el 15° Presidente desde la independencia de nuestro país, siendo el primero que accedió a la primera magistratura sin ser militar o Doctor, o sin proceder de una familia de "linaje" político; y por rara coincidencia, es también el único mandatario que fue asesinado mientras ocupaba el cargo (1897). Su elección se constituyó en un hecho inédito ya que se requirieron 40 votaciones para concitar la mayoría imprescindible, en lo que popularmente se conoció como los 21 días de marzo, una decisión en donde la inmensa mayoría de los orientales poco tuvieron que ver, y donde imperaba la influencia directriz que terminaba marcando su hegemonía para torcer los destinos del país.

En 1894 regía la Constitución de 1830, y pese a la célebre sentencia de José Artigas: "Mi autoridad emana de vosotros y ella cesa ante vuestra presencia soberana" un reducido número de personalidades, hombres cultos de las clases acomodadas, ejercían su predominio relegando a la inmensa mayoría del país. Tal como lo expresa Real de Azúa "una modalidad pudorosa de democracia censitaria, en la cual los ricos y cultos (...) representaban al resto de la nación".
El texto constitucional de 1830 excluía de la elección, y por consiguiente de postularse a cualquier cargo, a sirvientes a sueldo, peones jornaleros, soldados de línea, "notoriamente vago o legalmente procesado en causa criminal", por "ineptitud física o moral"  por "hábito de de ebriedad", por no saber leer ni escribir, por deudor fallido, o por ser "deudor del Fisco". La edad mínima requerida eran 20 años, o 18 si estaba casado. Todo esto para los varones, ya que las mujeres estaban excluidas de plano (recién comenzarían a votar en 1932), con lo que se relegaba a la inmensa mayoría. Apenas si votaba el 5% de la población.
Rolando Franco en "El sistema electoral uruguayo: Peculiaridades y perspectivas" (1986) explica: "se suponía que  tales personas se encontraban en una situación de dependencia económica tal que no estaban en condiciones de expresar libremente su voluntad política, lo que era bastante razonable, si se piensa que el voto era público". Como dato ilustrativo, en 1887, sobre 648.297 habitantes, votaron 34.497, lo que representa el 5,32% de la población; pero el sistema electivo tenía otros elementos que aportaban de todo menos transparencia a los comicios.

Los gatos y el fraude
Frente a la Catedral o la Iglesia del lugar se instalaban las urnas, donde concurrían los votantes. Previamente al sufragante el Registro Cívico Nacional le expedía la "balota", un documento donde figuraban sus datos, pero que carecía de foto e impresión dactilar. Esto ocasionaría  diversas irregularidades, donde era común la intervención de los "gatos", individuos al servicio del partido dispuestos a votar con la "balota" de otro sufragante. El voto era cantado, y debía manifestarse a "viva voz". Esto facilitaba la coacción de las personas.
Los jefes políticos de cada departamento, elegidos por el Presidente, ejercían su poderío en la región, haciendo cumplir las órdenes recibidas del Poder Ejecutivo. "Jamás en época alguna se ha extremado, como en el presente el abuso y el fraude", denunciaba Juan José Herrera. (1)
Fraudes evidenciados en un cable de las autoridades de
Mercedes a sus subordinados, en las elecciones de 1888: "Cueste lo que cueste, ha de triunfar el candidato del Presidente, porque así lo ordena éste telegráficamente".
Washington Lockhart (2) relata un hecho donde el caudillo
Pablo Galarza hizo pesar su poderío: "les habló desde la puerta sin siquiera sacarse el sombrero. 'No vengo aquí a imponerme, pero vengo a manifestar que acabo de recibir telegrama del Presidente de la República, ordenándome haga triunfar la lista del General Galarza(!), cueste lo que cueste. Yo me retiro. Ud. queda ahí, General, para hacer cumplir la orden", recién sobre las 11hs. pudieron retirarse los 5 integrantes del Colegio Elector, desafectados a las orientaciones del Presidente, tras acatar la orden.
Con asombrosa capacidad de síntesis resumió esa filosofía de
mando un comisario mientras molía a un paisano con el plano del sable: "­Yo viá  quitarte el vicio de votar!" (3)
Daniel Muñoz ("Sansón Carrasco") escribía en "La Razón" en 1893: "Ya no se repara en nada. Nada importa que el aspirante a elector solicite su papeleta en italiano o en ruso, ni que el postulante haya dejado apenas de ser párvulo, ni que el mismo individuo se presente ocho o diez veces llamándose una vez Pérez, otra Rodríguez, otra Fernández y dando tantos domicilios como nombres. Bástale al funcionario saber que el extranjero o el impúber o el Proteo responde a la combinación electoral de sus simpatías para que le expida credenciales de ciudadano, certificado con su autoridad que vive donde sabe que no vive, y que se llama como tiene la convicción de que no se llama".
Estas arbitrariedades pautaron el surgimiento del caudillismo. En el interior comienzan a fundarse los clubes políticos (en 1896 existían 25, en la mayoría de los departamentos de la campaña), difundiendo el pensamiento  opositor.
En la década de 1880 se hizo cada vez más apremiante la
necesidad de protección, especialmente en las regiones apartadas del país, ante los atropellos de la autoridad.
Dr. Julio Herrera y Obes
Muchos de estos actos de prepotencia han quedado en el anonimato, pero como lo cita Enrique Mena Segarra, poco antes de 1897 "un par de infelices fueron retobados y arrastrados con caballos por un comisario". Desde el poder se impartían órdenes tajantes. En 1894, Miguel Herrera y Obes, Ministro de Gobierno de Idiarte Borda, hizo circular una orden a los Jefes Políticos: "La autoridad policial debe hacerse temer con severidad inexorable del malhechor que perturbe la autoridad y lleve la amenaza y la alarma al seno pacífico de nuestros habitantes (...) Los Jefes  Políticos no tienen ya que combatir ni destruir influencias del caudillaje, que están felizmente muertas".
Al "mal pelo" agrega Mena Segarra "es sencillo hacerle la vida imposible: una vez sabido que se atrevió a votar contra la lista del Jefe Político, se le puede acusar falsamente de
abigeato, provocarlo para después meterlo en el cepo como castigo de su reacción, atentar contra su propiedad; si se decreta la leva ser  el primero en caer". Así se vuelve a producir el nucleamiento espontáneo alrededor del vecino de prestigio, "generalmente estanciero, siempre que posea condiciones de líder, pues su posición económica le  brinda mayores medios de defensa".
Los "gatos" jugaban su papel importante en las elecciones.
 Éstos brindaban sus servicios al partido, presentándose a votar con identidad falsa.Milton Schinca (4), describe una de estas situaciones, que adquiere ribetes jocosos: "En cierta oportunidad, por ejemplo, se presentó un "gato" ante una Mesa Receptora, dispuesto a votar con la balota de un cura. El hombre aparecía bastante mal trajeado y con un rostro desapacible, que hacía pensar más en un malandra profesional que en un sacerdote. Cómo sería la facha que los de la Mesa entraron a sospechar que allí se les quería pasar "gato" por liebre; recurrieron a sus registros y el Presidente fue leyéndolo en voz alta:
-¿Oriental?
- Así es.
-¿39 años?
-S¡, señor.
-¿Soltero?
-Soltero.
-¿Presbítero?
Apenas si un relámpago de duda cruzó por el "gato", pero al momento contestó con perfecto aplomo:
-Si, por parte de madre".

Los 21 días de marzo
Juan Idiarte Borda
La elección de Juan Idiarte Borda como Presidente de la República se produjo tras una agitada seguidilla de reuniones, un hecho sin precedentes en nuestra historia que se conoció como los "21 d¡as".
La
Asamblea General había sido convocada el 1° de Marzo, para elegir al sucesor del Dr. Julio Herrera y Obes, quien había elevado al Parlamento un mensaje expresando su pensamiento directriz: "es indudabe que el gobierno tiene y tendrá  siempre una poderosa y legítima influencia en la designación de los candidatos del partido gobernante y entonces, de lo que puede acusársele es del buen o mal uso que haga de esa influencia directriz pero no
José Batlle y Ordóñez
de que la ejerza, y mucho menos podrá decirse racionalmente que el ejercicio de esa facultad importa el despojo del derecho electoral de los ciudadanos".
Iniciada la
 sesión se recogieron las cédulas firmadas, con el siguiente resultado: Tomás Gomensoro, 40 votos, Alejandro Chucarro, 42, el Gral. Luis Eduardo Pérez 2, y el Dr. José María Muñoz 1. Ninguno de los candidatos propuestos había conseguido los 45 votos estipulados. Sobre la media noche el presidente Herrera y Obes comunicó al Parlamento que habiendo vencido su mandato, ponía el Ejecutivo a disposición del Presidente del Senado, como lo establecí la Constitución. Asumiendo el mando, Duncan Stewart, un porteño radicado en nuestro país desde 1839. Algo que José Batlle y Ordoñez había adelantado en "El Día" el 20 de febrero: "Empieza a delinearse claramente el propósito que persigue el doctor Herrera. Este propósito no parece otro que el de introducir la anarquía en las filas de sus mismos amigos, a fin de que no puedan formar mayoría alrededor de ningún ciudadano el 1° de Marzo. Se produciría as¡ un interinato presidido por el señor Duncan Stewart, de quien es necesario no olvidar que es argentino de nacimiento. La Constitución sería reformada en ese interinato, y el doctor Herrera se haría elegir otra vez Presidente de la República por 6, por 8, por quién sabe cuántos años".
Las gestiones se suceden con los días, con las tropas formadas frente al Cabildo, en una situación de expectativa, y luego de tirantez.
El 7 de marzo, en la 15° ronda, 45 voluntades eligieron al Dr. José E. Ellauri, que no aceptó. Una comisión  fue a su casa
, buscando disuadirlo en su postura, para que prestara juramento, pero Ellauri ratificó su negativa.
Se suceden las conversaciones buscando un acuerdo entre los grupos pero en cada ronda se cambiaban los candidatos, al punto que no existía una puja definida entre dos o más candidatos. "Cada vez que la otra fracción porponía candidaturas de transacción, que no figuraban en sus filas, contestaba: no son de la colectividad, no podemos votarlas", comenta Eduardo Acevedo.
Dr. Luis A. de Herrera
"Entretanto, crecía no ya la preocupación sino la ansiedad y el temor en toda la ciudadanía. Parecía que una mecánica institucional que, bastante aceptablemente había funcionado desde el nacimiento  de la República para elegir al Jefe de Estado, mostraba alguna grave falla. No era posible obtener entre los 88 legisladores 45 voluntades en torno de un nombre" (5).
Recién en la 40° votación se consiguió superar las 45
voluntades entre 81 Senadores y Diputados. Idiarte Borda recibió 47 votos, el Gral. Pérez 24, Eustaquio Tomé 7, Alcides Montero 2 y el Dr. Muñoz 1.
Gran parte de los legisladores aplaudieron, pues se había
conseguido elegir el nuevo Presidente. "­Mierda!" comentó Julio Herrera al saber por teléfono la decisión. Batlle fue más contundente: "El señor Idiarte Borda tiene una característica bien conocida; ha sido en los últimos cuatro años, colocado a la cabeza de una comisión constituída quién sabe cómo, el gran manipulador de todos los escandalosos fraudes que en este período se han cometido. (...)La expres¡ón de la soberanía nacional, no va a ser más respetada bajo la administración del señor Idiarte Borda que bajo la administración del señor Herrera, y rodea al nuevo magistrado de un justo y profundo desprestigio".
En la tarde del 21 de marzo de 1894, Juan Idiarte Borda asumió sus funciones, siendo el 15° Presidente de la República.
Real de Azúa lo catalogó como "un muñidor político de estatura municipal". Para Roberto B. Giudici, es tan sólo un "hombre débil y de menguado entendimiento. Más se iniciaba, pues, la nueva presidencia. Después de Herrera y Obes, que desencantó a todos después de haber ilusionado a todos, venía Idiarte Borda, desprovisto de prestigio y, para colmo de males, desconceptuado aún más por el acto mismo de su elección, verdadera tómbola cuyo premio mayor el azar quiso entregarlo al más impopular de los hombres colorados del momento" (6). Opinión que comparte el Dr. Luis Alberto Lacalle (7): "el bordismo, con su cargazón barata de oropeles y el crudo primitivismo de su prepotencia, fue la culminación del proceso. En palabras del propio (Luis Alberto) Herrera: 'Después de la bota del tirano vino la fusta del letrado. Ahora era lógico esperar la supremacía de un advenedizo dentro mismo de la carcoma'". Agregando "El 'colectivismo', que en sus inicios elevó a Idiarte Borda, se había transformado en un mero círculo aprovechado que, cuando convenía, pretendía vestirse de coloradismo".
Opinión que apenas si logra atenuar Mena Segarra: "La mala ventura de Idiarte Borda lo colocó en la situación ideal para convertirse en chivo emisario de las culpas de todo un régimen que no había creado, pero que tampoco quiso que evolucionara".
Sea como fuere, el gobierno encabezado por ese "vasco" nacido en Mercedes, rápidamente quedó en solitario en medio de las disputas políticas a lo que se le sumó el alzamiento nacionalista encabezado por Aparicio Saravia, y que terminó, para él, con el disparo en plena calle el 25 de agosto de 1897, a manos de Avelino Arredondo, en el único magnicidio registrado en Uruguay.
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Notas:(1)"Después de Artigas", Eduardo Acevedo, Monteverde, 1943.(2) "Vida de los caudillos: los Galarza", Washington Lockhart, Banda Oriental, 1968.
(3) "Aparicio Saravia, las últimas patriadas", C. Enrique Mena
Segarra, Banda Oriental, 1981.
(4) "Boulevard Sarandí", Milton Schinca, Banda Oriental, 1992.
(5) "El único magnicidio en el Uruguay", Juan Carlos Pedemonte, Montevideo, 1985.
(6)"Batlle y el Batllismo", Roberto B. Giudici, Imprenta Nacional Colorada, Montevideo, 1928.
(7) "Herrera, un nacionalismo oriental", Luis Alberto Lacalle, Banda Oriental-La República, 1998.

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