ALFRED SISLEY, PINTOR DE
LA LUZ QUE VIVIÓ EN LAS SOMBRAS
Alfred Sisley nació en
París el 30 de octubre de 1839 y murió en Moret-sur-Loing, Francia, el 29 de
enero de 1899. Pintor impresionista cuya obra, poco apreciada en su tiempo, ha
ganado en reconocimiento con el paso de los años. Se formó en el estudio de
Gleyre, donde conoció a Monet, Renoir y Bazille, con los que integró el grupo
de los impresionistas. Nunca alcanzó, sin embargo, el renombre de la mayor
parte de sus compañeros de tendencia, y vivió en la miseria cuando dejó de
recibir la ayuda económica de su acaudalada familia, la cual cesó a raíz del
hundimiento del negocio familiar en 1871. A partir de 1880 residió en
Moret-sur-Loing, y la mayor parte de sus obras fueron vistas de la localidad,
de composición monumental y gran sensibilidad tonal. Cultivó en exclusiva el
paisaje, en el cual incluyó a veces figuras humanas, y empleó una gama de color
más restringida que la característica de otros impresionistas.
Perteneciente a una
familia de financieros británicos afincada en Francia, abandonó sus estudios
comerciales en Londres para ingresar como aficionado en el estudio parisiense
de Charles Gleyre, donde conoció a los pioneros del impresionismo Pierre-Auguste Renoir y Claude Monet. Sus primeras obras, que acusaban
la perceptible influencia del paisajista francés Camille Corot, reflejaron su
predilección por la pintura al aire libre y una paulatina evolución de su
paleta hacia las tonalidades claras características de su madurez.
La quiebra económica
familiar producida por la guerra franco-prusiana de 1870 decidió a Sisley a
dedicarse profesionalmente a la pintura. Durante los años siguientes llevó una
vida de gran pen
uria en diversas villas de los alrededores de París, parajes
que representó con especial atención a los efectos cambiantes de la luz y del
agua en lienzos como La esclusa de Bougival (1873) y Nieve
en Louveciennes (1878).
Un ejemplo muy
característico de este momento de su obra es el lienzo Pueblo a la
orilla del Sena (1872). El paisaje representado es muy sencillo: en
primer plano se encuentra la orilla, sombreada por árboles jóvenes en cuyas
hojas, lo mismo que en el sendero que pasa por la margen contraria, juegan los
destellos del sol, unas veces muy brillantes, otras suaves y apagados. El río
parece un espejo transparente y extraordinariamente azul por el reflejo del
cielo. En la verde orilla opuesta se extiende una vista parcial del pequeño
pueblo de Villeneuve-la-Garenne. Sus casitas de dos pisos se muestran
particularmente limpias y adornadas en un día de brillante sol.
Contemplando el cuadro
parece que puede sentirse el ligero vientecillo, el sosiego, el silencio y la
tranquilidad de este pequeño rincón rural; tal es el arte de Alfred Sisley en
su capacidad para transmitir sensaciones. Aunque Sisley es impresionista, en
este trabajo (y también en otros) se siente más su lazo con la tradición del
arte francés. En esta obra, por ejemplo, se conserva el principio de la
composición entre bastidores, que se remonta a las fórmulas del arte clásico.
Sin embargo, en todo lo demás, es decir, en la manera de pintar y en el dominio
magistral de las leyes de la transmisión de la luminosidad del aire, el pintor
es un impresionista perfecto.
Ante la escasa
repercusión obtenida por sus cuadros en las primeras exposiciones
impresionistas, se retiró en 1880 a la pequeña localidad de Moret-sur-Loing, en
la que pasó el resto de sus días. Este último período estuvo marcado por la
afirmación de un estilo cada vez más personal, que si bien revelaba afinidades
con las concepciones pictóricas de Monet y Camille Pissarro, se distinguía de
ellas por la suave armonía del color y un sentido casi arquitectónico de la
composición, como se aprecia en obras como Iglesia de Moret (1893).
Muestra representativa de
ese rumbo más personal es el bello y expresivo lienzo Día ventoso en
Veneux (1882), que, en contraposición con los paisajes claros y soleados de
la mayor parte de la creación impresionista, refleja un paisaje sombrío, propio
del otoño. La naturaleza está en completo movimiento: un viento fuerte en un
lugar campestre arranca despiadadamente las ramas deshojadas de los árboles; se
siente la resistencia de los troncos mutilados por las rachas de la tempestad.
El cielo también está bajo el poder del fuerte soplo; con admirable técnica,
Sisley nos lo muestra encapotado y lleno de nubes que se mueven velozmente,
pintadas con un estilo próximo al puntillismo, pero con grandes pinceladas, en
donde alternan colores blancos, grises y azules. La forma de tratar los árboles
y el cielo descubre, de un modo sumamente convincente, el tema fundamental del
trabajo: el viento. La fuerza del colorido parece depender totalmente de la
oscilación constante de la luz, la cual emerge entre las nubes en constante
movimiento.
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