viernes, 27 de mayo de 2011

EN EL DIA DEL LIBRO

Lo que nos habrá de quitar la lectura digital



Ángel Juárez Masares

Si bien en nuestro país la apertura de la Biblioteca Nacional (ver recuadro) se toma como fecha propicia para celebrar el Día del Libro, quizá no sea descabellado reflexionar sobre el tema desde el punto de vista de cada lector.
Si todos lanzamos una mirada a nuestra infancia, encontraremos que hubo en ella alguna circunstancia especial relacionada con un libro o un episodio vinculado a él que nos “marcó”. En lo personal recuerdo claramente la blanquísima túnica y la alba cabellera de mi maestra de primer grado, la Señora Rosa Gastelumendi (Rosita), dibujando vocales perfectas en un pizarrón colocado bajo los paraísos de la Escuela No 39 (hoy España).
Esas cinco letras fueron la combinación que permitiría ingresar a los fantásticos mundos que habitaban en los libros.
Jamás olvidé la lectura colectiva de “Platero y yo”, que hacíamos bajo esos mismos paraísos, y que más adelante impulsara el interés por las aventuras de “Sandokán”, el Tigre de Malasia, donde fuimos conociendo la geografía y costumbres de lejanas tierras, magistralmente pintadas por Emilio Salgari.
Cada uno de nosotros recuerda los primeros pasos hacia la lectura; la tapa dura de nuestro libro preferido, y de aquel que de puro viejo y usado mostraba hilos sueltos y pequeñas láminas brillantes de la cola que pugnaba por mantener las hojas unidas.
Luego llegaron la obligaciones propias del paso de los años, y los libros continuaron formando parte de nuestras vidas de estudiantes como fuente de conocimiento: más tarde -quizá ya Profesionales- como medio de consulta, y la con la edad adulta como solaz y compañía.
Hoy día, instalada la era de la digitalización, quienes pasamos los cincuenta posiblemente generemos cierta resistencia a la lectura “en monitor” de nuestras obras preferidas. Necesitamos el libro como elemento vivo, queremos sentir su peso, su olor, la aspereza o la suavidad de sus tapas. Saber que irá con nosotros al banco de la plaza, que comulgará con el árbol que le dio vida cuando lo abramos sentados junto al río; que será uno más velando por ese amigo enfermo al borde de una cama de hospital.
Que dará un poco de esperanza y un aire de libertad al otro que paga alguna culpa tras las rejas.
Quienes pasamos los cincuenta necesitamos verlos en filas en los estantes, pacientes, esperando por la mano que hurgue entre sus páginas buscando ese dato que justifique su existencia.
Sin embargo esta visión cuasi lírica que podamos tener del libro, no nos debe impedir ver la realidad, que pasa invariablemente por habituarnos a la lectura digital que –por otra parte- se supone nos facilitará la accesibilidad.
Mientras tanto, los amantes del formato papel lo seguiremos disfrutando con los cinco sentidos, antes que la tecnología nos decomise cuatro.

1 comentario:

Alfredo Saez Santos (Charo) dijo...

En el dia de mayo de 1816 Artigas ordenó que el santo y seña del ejército patrio en la jornada fuese "Sean los orientales tan ilutrados como valientes". Fácil era demostrar la garra luchando contra enemigos domésticos y de afuera, pero ya más difícil, muy difícil, era conseguir ilustración en aquellos tiempos de privaciones.En verdad que una variable de lo mismo a simplote título explicativo del famoso santo y seña sería "Ya sabemos y nos consta que son valientes; sean,además, ilustrados... que no lo son". Hoy también, resulta performance dificultosa ilustrarse