viernes, 17 de junio de 2011

Editorial

Somos lo que hablamos
                       ¿Estamos construyendo una nueva Torre de Babel?



Este sábado 18 de junio el Instituto Cervantes ha propuesto celebrar el Día E, el Día del Idioma Español. Para ello convocó a un importante número de personalidades de las letras, la música, las artes escénicas y el deporte,  a elegir su palabra favorita.
“Sustantivos o verbos, llanas o esdrújulas, compuestas o simples. De las miles de palabras que componen nuestra lengua, un grupo de personalidades de habla hispana de los más diversos campos del saber han elegido más de una treintena de ellas”, expresa la promoción del Instituto Cervantes, instando a los internautas a votar por su palabra favorita.

Si bien la iniciativa podría considerarse un simple pretexto para reflexionar  sobre el idioma que utilizamos a diario, para nosotros, hispanoparlantes del sur americano podría también significar una buena excusa para pensar sobre esta cuestión. ¿Qué idioma hablamos? ¿Cómo nos expresamos? ¿Cómo lo escribimos?
Parafraseando a Julio Cortázar, que reflexionó en profundidad sobre estas cuestiones “hablamos porque somos, pero somos porque hablamos”, y en la actualidad parecería ser que somos muy poca cosa ya que escribimos mal y expresamos  peor.

Más allá de adoptar una actitud  seudo moralizante utilizando un discurso simplista de que todo tiempo pasado fue mejor, o que la antigua educación distaba mucho de la actual, debemos asumir que los mensajes que emitimos, sean escritos o verbales, difieren mucho del la calidad deseada. Que la profusión de información a influencia de los medios electrónicos quizá, ha hundido a nuestro lenguaje en un nivel cuasi primario y por momentos facilista.
“Sin la palabra no habría historia y tampoco habría amor; seríamos, como el resto de los animales, mera sexualidad. El habla nos une como parejas, como sociedades, como pueblos” reflexiona Cortázar. Y quizá ese panorama  chato y por momentos bastardo que utilizamos los comunicadores y periodistas, los maestros y padres, haya llevado a que no sepamos trasmitir adecuadamente valores y preceptos a las nuevas generaciones.
El maestro se queja porque sus esfuerzos son vanos y son cada vez menos los alumnos que comprenden lo que se les trasmite. El padre reniega porque sus hijos ya no acatan sus órdenes o sugerencias. La autoridad, de cualquier índole o estamento, critica a su subordinado porque no acata adecuadamente una orden. La vecina  le protesta al verdulero de la esquina porque no le entiende cuando le hace tal o cual pedido. Todos en definitiva renegamos porque el otro no nos entiende. Pero ¿qué mensaje le estamos dando? Hemos hundido, por snobismo o moda, a nuestro querido y rico idioma español en una suerte de fango emparentado con un dialecto, y después renegamos cuando aquel joven que pretendemos educar contesta o actúa mal.
Sería tonto pensar que las buenas actitudes surgen solamente de personas que se expresan correctamente, pero cómo pretender que nazca belleza, delicadeza,  respeto o cualquier sentimiento puro de un discurso confuso, pobre, intrincado, dubitativo y a veces agresivo.

Pero todo en su justa medida. Por ello trascribimos este cuento en donde Mario Benedetti ejemplificó magistralmente lo que pretendemos decir. Ni la simplificación agresiva del idioma ni la exageración exacerbada.

Por todo eso hoy más que nunca les deseamos un feliz día del Idioma Español con buenas lecturas.



Lingüística
Mario Benedetti

Tras la cerrada ovación que puso término a la sesión plenaria del Congreso Internacional de Lingüística y Afines, la hermosa taquígrafa recogió sus lápices y papeles y se dirigió hacia la salida abriéndose paso entre un centenar de lingüistas, filólogos, semiólogos, críticos estructuralistas y desconstruccionistas, todos los cuales siguieron su garboso desplazamiento con una admiración rayana en la glosemática.
De pronto las diversas acuñaciones cerebrales adquirieron vigencia fónica:
-¡Qué sintagma!
-¡Qué polisemia!
-¡Qué significante!
-¡Qué diacronía!
-¡Qué exemplar ceterorum!
-¡Qué Zungenspitze!
-¡Qué morfema!
La hermosa taquígrafa desfiló impertérrita y adusta entre aquella selva de fonemas.
Sólo se la vio sonreír, halagada y tal vez vulnerable, cuando el joven ordenanza, antes de abrirle la puerta, murmuró casi en su oído: ''Cosita linda".

1 comentario:

Alfredo Saez dijo...

No ocurrirá.Sin embargo si alguien me encuesta para que opte por "mi" palabra favorita , casi que no tengo dudas.
Le diría al encuestador: ..."pero"....
Tras ese aprestamiento conceptual, advendrá, seguramente, mi verdaero pensamiento expresado por el habla.Antes del "pero", todo,
¡todo! es mero cinismo para respetar acaso los convencionalismos.