viernes, 10 de junio de 2011

Los niños cautivos de la dictadura cívico-militar

 

Aldo Roque Difilippo 

 

Guidaí Oleaurre, Jorge Giordano, Daniel Tarocco, contaron sus experiencias como niños presos de la dictadura cívico-militar uruguaya. Un período oscuro y desgarrador de nuestra historia en el que hasta niños fueron rehenes y víctimas del gobierno de facto.

Niños de pocos meses de vida, incluso bebés nacidos en cautiverio, con número de presos, similares al de sus madres, recluidos en recintos donde no ingresaba la luz, con apenas recreos diarios en patios reducidos donde si contravenían las órdenes eran sancionados. Incluso los más grandecitos (de no más de 4 años) comían "rancho", y si necesitaban recibir asistencia médica iban a parar a la sala 8 del Hospital Militar, el mismo lugar donde iban los presos políticos.
"Fuimos niños presos políticos; nuestras madres no podían hablar entre ellas y nosotros no podíamos jugar con los demás", comentó Jorge Giordano, "si pasábamos la línea divisoria, nos sancionaban, quedábamos sin recreo".
Un relato conmovedor y prácticamente desconocido: los niños nacidos en cautiverio, o que con apenas meses de vida, acompañaron a sus madres en los calabozos de la dictadura cívico-militar.
"Nosotros nos llamamos al colectivo «Niños en Cautiverio Político», porque pasamos nuestros primeros años de vida en cautiverio con nuestras madres y varios de nosotros estuvimos juntos", comentó Jorge Giordano. "Hay mucho espacio para seguir generando memoria. Este pueblo se merece sacarse la tapa que quisieron imponernos con nuestro pasado", agregando "¿qué podemos hacer? ¿Quejarnos del pasado? No, debemos construir el futuro". Recordando que “las primeras reuniones eran como una catarsis. Una de nuestras compañeras, Laura, contaba un sueño que tenía poco antes que el padre saliera de la cárcel, tendría 14 años en 1984, 85. Soñaba que militares entraban a su casa, desordenaban y rompían todo. En mi sueño, cuando era chico, no eran militares, sino monstruos que entraban a mi cuarto y desordenaban todo. Después buscando las historias de cautiverio con nuestras madres, encontramos que era cierto, que cuando estuvimos junto a ellas, había requisas nocturnas, y así como las madres debían ir al suelo cuando decían "cuerpo a tierra", los niños también. Revolvían, tiraban la comida, los juguetes; ese sueño que tuve mucho tiempo”. Más adelante Giordano agregó: “Gabriel, un compañero que tiene dos años más que nosotros recuerda que no teníamos recreos, nos hacían desfilar”. Muchas de estas historias comenzaron a aparecer después de intercambiar pedazos de recuerdos compartidos, comentaron los tres, ya que por esa época los mayores apenas si tenían 4 años de vida. También del testimonio de sus abuelas y demás familiares que se encargaron de mantener presentes el recuerdo y la presencia de sus padres. Sumado a las traumáticas experiencias vividas años después cuando ya estaban en libertad pero iban quincenalmente a los cuarteles a visitar a sus padres, y donde los militares los sometían a nuevas presiones, y vejámenes en los controles de ingresos.
"Nuestras madres defendieron que tuviéramos la posibilidad de tener madre, además si nos sacaban del lado de ellas no era seguro que fuéramos a dar a los familiares", agregó Giordano. "A más de una le ofrecieron plata, o le decían que íbamos a estar mejor si nos daban a los militares. Mi madre, cuando la detienen, tenía 20 años, hoy yo tengo 38 años. Para mí era una niña, hizo lo que pudo. Con mi vieja tuvimos muchos conflictos. A través de esto, y de empezar terapia, revisar para atrás, me di cuenta que mi madre no me había abandonado como yo pensé durante muchos años. Hoy puedo estar con ella, mirarla, abrazarla". Más adelante agregó "cuando llegamos al IMES (Instituto Militar de Estudios Superiores) nos llevan a 30 madres con hijos. Nos dividen en dos salones, tapiados, no teníamos luz, nos daban una hora de recreo, una de mañana y otra de tarde. Teníamos el mismo régimen que un preso político. En cuanto a la alimentación, nuestras madres comían el famoso rancho que era la comida del cuartel, y lo que nos llegaba extra era llevado por los familiares. Esos dos grupos de los dos salones, entre las madres no podían hablarse, pero tampoco podíamos jugar entre los niños, teníamos el recreo a la misma hora y en el mismo patio. Los milicos habían dividido con colores diferentes las baldosas, y el que cruzaba esa línea era sancionado, perdía el recreo. Nuestras madres estaban pendientes que no cruzáramos la línea".
Tiempo después lograron recuperar sus historias clínicas del Hospital Militar, una de ellas decía "el niño hace tres meses que no toma sol" lo que pautaba en las condiciones en que estaban recluidos estos bebés uruguayos.
"Mirtha, una de nuestras compañeras ­agrega Giordano-, tenía problemas de bronco espasmo. Una noche estaba atacada. Las madres con toallas trataron de generar ambiente en el baño para que reaccionara y no lo hacía". Algunas madres amenazaron con hacer un motín ante la negativa de los militares de trasladarla para que recibiera asistencia médica, hasta que consiguieron el objetivo. Pero previamente la camioneta pasó por la casa de un militar de rango que había terminado su turno, y recién después llevaron a la pequeña hasta el Hospital Militar. Por todo eso "los militares dijeron, "se amotinaron, plantón". Todas las madres de plantón toda la noche y nos dejaron solos, cuidados por alguna policía femenina. Una de las madres recuerda que fue el primer motín de bebés. Empezamos a llorar a todos y tuvieron que desarmar el plantón".
Guidaí Olearre acota "contar nuestras historias era un disparador para que la gente se encontrara con su propia historia. Nos pasó que contábamos nuestras anécdotas y cada uno recuperaba su pedacito de historia. La campaña de silencio, de no hablar del tema, de no contar lo que sucedió, nos afectó. Empezamos a salir de eso y me siento contenta con el reencuentro porque nos ayuda a construir memoria, a tener presente, como sociedad, lo ocurrido". En tanto Daniel Tarocco nació en cautiverio. "Mucha gente no sabe que hubo niños presos políticos. Esa es la verdad. Yo nací cuando mi madre estaba presa. Estuvo en el Hospital Militar y después nos llevaron al IMES". Daniel nació en 1975. "nos enviaron al Aeropuerto, y tenía un número de preso para mi madre y otro para mí, era un preso más". Recordando que muchas veces su madre fue presionada por los militares: "tu hijo no va a estar bien contigo, yo le puedo dar un buen futuro, una buena educación, dejá que me lo lleve"; hasta que un día mi madre dijo, "quiero entregarlo a mi madre".
Después de estar casi un año con ella en la Base Aérea N° 1 me llevan con mis abuelos, y es trasladada al Penal de Punta de Rieles".

Cien niños presos

 

Entre 80 y 100 fueron los niños que padecieron el cautiverio en las cárceles uruguayas entre 1972 y 1974. Daniel Tarocco es hijo de Waldemar Tarocco que estuvo preso en el Penal de Libertad hasta 1985, y de Nibya López que estuvo presa en el Penal de Punta de Rieles hasta 1985. Daniel nació en 1975, en cautiverio, en el Hospital Militar.
Guidaí Oleaurre, es hija de Máximo Oleaurre, y de Ana Kristof que estuvo presa durante 9 meses en el Cuartel de Blandengues, cuando su hija tenía apenas dos meses y medio de vida. Jorge Giordano, es oriundo de Durazno. Es hijo de Carmelo Giordano, y María de los Angeles Aldaya. Carmelo Giordano estuvo preso entre 1972 y 1977. Angeles Aldaya estuvo presa entre 1973 y 1977. "Pasamos primero por el Cuartel de Durazno" recuerda Jorge. "Ahí estuvimos en el Pozo de Durazno que se ve en la película "El Círculo". Después nos trasladan al 4° de Caballería, donde estuvimos hasta más o menos marzo de 1973. En ese Cuartel pasamos ese pre golpe de Estado, del 9 de febrero, que fue un momento muy jodido, y después vamos a dar al IMES hasta fines del '74".

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