viernes, 29 de julio de 2011

EDITORIAL

Hijos de aquellos escolares
del 70, nos despertaron la noción de Patria




Aldo Roque Difilippo


El desempeño de la Selección uruguaya de fútbol, tanto en el Mundial Sudáfrica 2010, como en la reciente Copa América, ha desatado una serie de manifestaciones que tiempo atrás parecían producto de otras culturas, y no de los grises y nostálgicos uruguayos. Banderas y caras pintadas han inundado las calles de todas las ciudades, en un hecho que más allá de lo deportivo –que no es el motivo de esta reflexión- nos mueve a un par de consideraciones.
Tiempo atrás  -no tanto- era  extraño ver a un joven enarbolando una bandera uruguaya. Incluso muchos solían vestir orgullosos indumentarias con la bandera británica o norteamericana, pero nunca o casi nunca  la bandera nacional. Es que los que actualmente tenemos entre 40 y 50 años somos  los liceales o escolares de la dictadura. Es decir las generaciones que nos formamos en ese período oscuro de nuestra historia,  y que recibimos mensajes subliminales o a veces directos pretendiendo someternos. 
 En las escuelas uruguayas era común en la década de los años 70, formar fila, no cuestionar a maestros y directores, o concurrir puntualmente a los actos patrios donde se cantaba “con unción patriótica” el Himno Nacional. Una bella melodía que por rebeldía susurrábamos por el simple hecho de contradecir a aquellos que nos sometían a aburridos y largos actos patrios.
Al ingresar a la Educación Secundaria las situaciones se repetían con el agregado de que debíamos lucir  una primorosa e inútil corbata, junto con la insignia que tampoco podía faltar. En la puerta de la Escuela “Pedro Blanes Viale” de Mercedes había un dibujo de un rostro masculino de perfil, y un funcionario que solía controlar que  nuestro cabello tuviera el mismo largo que el de aquella figura. Es decir que no tocara el cuello de la camisa. Incluso se llegó al extremo de prohibir  el ingreso de un alumno porque cometió la osadía de concurrir a clases con zapatos marrones, y no negros como correspondía.
En ese ambiente crecimos y nos educamos los que hoy tenemos entre 40 y 50 años, y en ese ambiente nos acostumbramos a relacionarnos con nuestros símbolos patrios, con nuestros héroes, que eran personajes de bronce en centro del patio escolar o liceal; y hasta con nuestros mayores.  Cantábamos el Himno Nacional pensando en cómo zafar de esa situación, y la bandera era un símbolo que flameaba en el mástil que no nos pertenecía. Era una suerte de reflejo de esos padecimientos.
Las nuevas generaciones, o sea los hijos de los liceales y escolares de aquellos años, afortunadamente se han relacionado de otra manera con nuestros símbolos patrios; y en gran medida nos han contagiado ese sentir como propia la enseña patria. Que va más allá de un falso sentimiento patriótico sectarista, que pasa por reconocerse parte de  algo, como individuos gregarios que somos.
Podría decirse que a casi 3 décadas de la recuperación democrática, los hijos y nietos de aquellos escolares y liceales de la dictadura, comenzaron a revertir esa situación, y el ser uruguayo más que una carga está empezando a ser un motivo de orgullo. 

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