sábado, 20 de agosto de 2011

Entrevista a Fernando Cabezudo

Un pintor es un niño con oficio y experiencia
     
                                                            


 Aldo Roque Difilippo
Ángel Juárez Masares




Entrevistar al Maestro es internarse en un laberinto que él conoce muy bien, y por lo tanto lo único que se puede hacer es seguirlo. Así lo hicimos y confirmamos que las aparentes ambigüedades que surgen de su conversación no son tales. Todas las ideas conducen a un objetivo: la búsqueda de los caminos hacia mundos habitados por el color y las formas.

“Primero hay que ver el lugar, el ambiente en que está uno”,  dijo Fernando comenzando a desarmarnos el orden que –ingenuamente- habíamos tratado de imprimirle a la entrevista.
“Está en Mercedes, tiene una situación económica, de salud, tiene una edad, tiene una relación con todo. Esa es la primera cosa. Después hay una cuestión de dejar hacer. Hay una poesía de Rubén Darío que dice: “yo hago mis versos con las cosas de todos los días”, y en definitiva es eso lo que uno tiene que buscar. Después están las limitaciones que uno tiene; las inhibiciones. Muchas veces uno se echa para atrás en un forma de castrarse…no? Todos son elementos que están ahí jugando, pero viene la experiencia, los años, las cosas se van modificando y uno va cambiando. Cambiaron todos; Velázquez, Tiziano cambió a la vejez. Y uno también, todo lo que tiene adentro lo va transformando. A veces para bien, a veces para mal. Porque a veces se toman caminos equivocados. La experiencia del error, digamos, y entonces se le va la vida y no encuentra la cosa”.
Cabezudo hace una pausa. Los ojos entrecerrados buscan algo en el techo del taller, y su mano derecha trata de atrapar una idea antes que se fugue, o se meta en el cuadro que tiene delante suyo.
“Yo he sido un autodidacta; salvo por Scolpini. El fue un gran dibujante que se frustró por preconceptos, podría decirse. A él le dieron una beca y se fue a Europa, y vio al Tiziano, Tintoretto, todos, cientos de figuras, y él estaba trabajando con cosas chicas y dejó de trabajar. Pero luego él vino a Mercedes y como a mi me gustaba dibujar mi madre lo habló y me dio clases, pero muy poca cosa. Hablaba muy poco, pero era muy certero. Con Scolpini trabajábamos con cuatro colores: con ocre, blanco, siena, y negro, en una experiencia interesante. Con Mondrían yo me di cuenta. Ponía un color, al lado ponía otro y lo transfiguraba. Menos color y la riqueza en la combinación…por ahí iba de la cosa”.
El Maestro confiesa que le ha ido bien con la pintura, pero también que se ha “gastado toda” viajando y que ha visto mucha cosa. Sin embargo pone énfasis en el trabajo, cosa que hará durante las casi tres horas que estuvimos en su casa.
 “Lo fundamental es trabajar –insiste- yo todos los días de la vida he trabajado. De los 14 años para adelante. Tengo miles de dibujos, recortes, fotos, que se yo. Equivocándose, yendo para cualquier lado…además son descubrimientos, no hay moldes…usted ve a Saez, era un guacho de mierda de 21 años…a los 14 hacía unos dibujos extraordinarios. Pero recién a los 50 y pico empieza a pintar. Van Gohg hasta los 28 años no pintaba”.
A esta altura de la charla Fernando ya se ha internado en el laberinto del que hablábamos al principio, porque dice: “uno empieza a pintar y no sabe lo que va a pasar. Es como una conversación, y ahí es donde se desarrolla todo, es una elaboración que surge de las cosas que van naciendo. Una relación entre lo que va haciendo y lo que se le va ocurriendo.
Picasso decía: yo empiezo una naturaleza muerta, y termina siendo un chivo. Es un misterio. También hay como un hastío, un cansancio, donde se pierde el sentido crítico de lo que se hace. Mejor dicho, se tiene que perder, es una cosa mental hasta cierto punto”.
También quisimos conocer su opinión en torno a cuándo se da la última pincelada, quizá como manera de confirmar nuestra sospecha de que eso nunca sucede.
“Una obra se abandona, pero terminada no, porque siempre hay una visión más allá de la cosa. El que no sabe ver, cree que está. Siempre se pueden modificar o eliminar cosas.
Además, todas las escuelas, expresionistas, impresionistas, figurativos, abstractos, todas son un poco artificiales. Creo que todos son expresionistas, porque en el comienzo siempre hay una deformación en función de la expresión. Yo he tenido la suerte de verlos”.
Consultado acerca de lo que trasmite una obra, Cabezudo asegura que “un cuadro no es una anécdota. Es un problema de color, de composición, es una ordenación de cosas, de texturas –aunque puede no tenerlas- puede ser un paisaje, un desnudo…puede ser una naranja. Hay un problema de calidad cuando se hace, y que no tiene nada que ver con la habilidad, o lo que llamamos habilidad. Vemos un brazo de una pintura de Miguel Ángel en determinada posición, pero por ahí capaz que si lo estiramos le toca los tobillos, porque está deformado en función de toda la composición. Es una armonía que se establece en un lugar. La pintura abstracta, por ejemplo, tiene la particularidad de mostrar despojados los elementos plásticos”.

Despojarse de los preconceptos
“Dicen que un pintor es un niño con un oficio y una experiencia –señala Cabezudo para inmediatamente poner énfasis en la necesidad de despojarse de los preconceptos-  cuando usted tiene preconceptos, y cree  que la pintura… o que la política; o que los viajes tienen que ser tal cosa, se está castrando. Porque usted va a buscar lo que usted cree que hay…pero es ir a buscar lo que hay. Si usted cree que la pintura tiene que ser verde, cuando aparece el colorado…no sirve. Cualquier cosa donde usted tenga preconceptos, lo está limitando”.
Acerca de establecer una planificación al momento de abordar una obra, dice que lo que puede haber es una idea. “Yo tengo la idea de ir a la isla…si?...ahora… ir a la isla, lo que voy a hacer allá, con quien me voy a encontrar, todo eso es lo que vendrá. Pero si yo digo: voy a la isla, y me encuentro con una persona; me pongo a conversar, y por esa conversación salgo para la plaza…es una cosa…pero si yo encuentro esa persona y digo: no hablo con éste, y me voy a la isla…ahí soné…es decir, el principio es ir mantener la idea pero sin preconceptos que impidan encontrar los caminos para hacerlo.”
Esto es como hacen los escritores, que se les ocurre algo y lo escribe (muestra carpetas de dibujos)  éstas son cosas que no están ni pensadas, ni nada…ahora…de aquí a hacer un cuadro es otro problema.”
Naturalmente su amigo Jaime Parés no podía estar ausente en la conversación, pero el Maestro se tomó su tiempo para buscar en su memoria algunos aspectos de significativos.
“El no trabajó mucho tiempo –recordó- cuando vino aquí a Mercedes lo único que tenía eran unas copias de Gauguin…de Van Gogh…y acá empezó a trabajar con los títeres y el teatro de chiquilines. Jaime no completó la cosa.”
Tampoco estuvo ausente la alusión a Torres García; su taller y la influencia sobre la formación de quienes fueron sus alumnos.
“El viejo Torres García vino a armar el taller y lo que hizo fue juntar gente de plata. A Scolpini lo quería agarrar…pero no pudo…y Manolo Lima… fabricaba ladrillos; los Ribeiro era dos canarios del norte que también los fue agarrando. Los capó, los hizo hacer constructivismo, les enseñó a ser viejos como él, siendo muchachos, no dejó que se desarrollaran. Pero bueno…Manolo Lima pintaba y tiraba la yerba del mate abajo del caballete…era un tipo formidable…loco…tenía una gracia para pintar las mujeres, pero tenía un problema con las manos porque no había estudiado, las manos son muy difíciles de trabajar. Hay que armonizarlas para que sean manos…y el loco las escondía…les ponía una por acá y la otra del otro lado.”
Al pedirle su visión sobre la pintura en nuestro Departamento, dijo que “Soriano tiene a Saez, a Blanes Viale, a Figari, que no los tienen los argentinos. Los brasileros ahora están con Portinari, y algunos hay…pero no tienen lo que tenemos nosotros; un país chico, un país mugriento de cuatro habitantes. Hay que acordarse que acá había en todo el territorio unos cuarenta mil habitantes…no era un país…y todos lo seguían al viejo Artigas, que no lo pensó nunca como país. El lo veía como la casa de América…Corrientes, Santa Fé, Las Misiones Orientales, y Paraguay…él veía la región….pero el pueblo se formó con el éxodo…parece mentira…no? Y una cosa muy singular. Hubieron muchos éxodos en el mundo…se iban cuando había un avance…como venían los brasileros...pero se formó una cosa muy particular en poquita gente, y ahora nosotros estamos viendo las diferencias…esa cosa independiente del gaucho…fue acá…que se dio también en pensadores, en poetas, escritores, y pintores. Los países grandes no tiene un Blanes…!y no tienen los jugadores de fútbol!…acá somos cuatro monos…en Alemania hay más de tres millones y medio de jugadores profesionales…acá somos tres millones de habitantes”.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Donde podemos contactar a Fernando Cabezudo? para un trabajo de investigaci{on para el liceo!