viernes, 26 de agosto de 2011

HABLANDO DE BUEYES PERDIDOS

Estrategia para un fracaso


Ángel Juárez Masares


Aquella mañana se había despertado más tarde que de costumbre, y por lo tanto decidió salir a trotar para mantenerse en forma y despejarse. Estaba nublado, pero algunos rayos de sol llegaban a través de retazos de cielo azul.
La media hora de ejercicios lo hizo sentir mejor, y buscó algo para leer. Estuvo un par de horas metido en las disquisiciones de Baudelaire sobre la “Vida y Obra de Edgar Poe”: “…ningún hombre ha narrado con más magia las excepciones de la vida humana y la naturaleza, los ardores de la curiosidad, los fines de Estación cargados de esplendores enervantes, los tiempos cálidos, húmedos y brumosos, en que el viento sur debilita y distiende los nervios como las cuerdas de un instrumento. El absurdo instalándose en la inteligencia y gobernándola con una espantable lógica; la historia ocupando el sitio de la voluntad, la contradicción establecida entre los nervios y el espíritu, y el hombre desacordado hasta el punto de expresar el dolor por la risa.”
Levantó la vista y pensó que eso había sido escrito para él. Sentía el viento sur compitiendo con el sol para colarse entre los agujeros de las nubes procurando debilitarlo con su persistencia. El absurdo ya estaba instalado hacía mucho tiempo en la inteligencia y la gobernaba con su lógica espantable. La historia ya se había sentado en el trono de la voluntad, y la contradicción estaba echada a sus pies, pero no como un perro fiel, sino como una fiera salvaje a la espera de un acto de renunciamiento.
Sin embargo él se había propuesto matar de hambre a la bestia, y para eso no tenía que claudicar. Ese era el único objetivo que debía tener presente cada hora, cada minuto, y a cada latido.
Pero la estrategia también consistía en no evitar la otra realidad. Sabía que debía entrar y salir a voluntad de esos mundos paralelos, pues quedarse en uno de ellos implicaba el fracaso. Por eso ahora se ha sentado en el suelo de piedra del aljibe donde hace tres meses lo arrojaron los milicos, abandonando la pradera donde trotaba hace un rato. Las nubes ahora no son tales, y es por los agujeros de la tapa de hierro por donde se cuelan algunos rayos de sol. Se quedará en ese mundo algunas horas, y dejará de lado a Baudelaire y sus reflexiones sobre Poe. Quizá más tarde busque en los estantes de su mente algo de Quiroga, para ayudarle a buscar algún capibara en medio de la selva misionera. Eso le llevará casi toda la tarde, y el paseo entre espinillos y ñandubay puede ponerse interesante si tiene la suerte de ver a la anaconda al sol en la resaca.
Cuando llegue la noche, tiene pensado ver 2001 Odisea del Espacio, pues ha descubierto que esa película le permite atravesar el tiempo si logra subirse al hueso que el primate arroja al espacio, antes que la materia ósea se convierta en nave intergaláctica.
“Estas cosas formaron parte de la estrategia del fracaso del sistema –dice mi Amigo cerrando un ojo para calibrar la rectitud de una alfajía- claro….no era fácil.
Muchos compañeros no pudieron entrar y salir a voluntad de esos mundos, y quedarse en uno era la muerte”.

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