viernes, 2 de septiembre de 2011

Gabriela Mistral  sin  restricciones


A fines de 2007, más de cien cajas procedentes de Estados Unidos llegaron a territorio chileno. En su interior había manuscritos, correspondencia, y textos inéditos de Gabriela Mistral.
Desde entonces, esos tesoros han sido analizados y procesados por el Archivo del Escritor de la Biblioteca Nacional de Chile, un organismo que ha decidido publicar todo ese interesante material en Internet a fin de que los aficionados a la literatura que admiren a la autora puedan consultarlo sin restricciones.
Sala Mistral es el nombre del sitio que permite renovar el interés general por la vida y obra de esta gran exponente del mundo de las letras.
Sobre los más de diez mil documentos que están ahora a disposición de los lectores, Pedro Pablo Zeguers, el director del archivo, resaltó que el conjunto está compuesto por 900 artículos y prosas varias, más de mil poemas y alrededor de diez mil cartas.
La correspondencia incluye intercambios de mensajes entre Mistral y su albacea Doris Dana, así como también misivas que documentan sus vínculos con personalidades como Victoria Ocampo, Juan Ramón Jiménez y Matilde Ladrón de Guevara.
Si hoy es posible acceder a estas piezas que ayudan a conocer con mayor profundidad a la creadora de títulos como “Sonetos de la muerte”, “Lecturas para mujeres”, “Todas íbamos a ser reinas” y “Poema de Chile” es porque Doris Atkinson, la sobrina de Dana, le confirió el legado a Chile. Por esa razón, quienes custodian ahora el material han aceptado cumplir con un pedido de ella: hacerles llegar a las universidades de Chile, Católica y La Serena copias microfilmadas de toda la documentación cedida hace ya algunos años.

Todo este material está disponible en: http://salamistral.salasvirtuales.cl/




Vergüenza


Si tú me miras, yo me vuelvo hermosa
como la hierba a que bajó el rocío,
y desconocerán mi faz gloriosa
las altas cañas cuando baje al río.
Tengo vergüenza de mi boca triste,
de mi voz rota y mis rodillas rudas;
ahora que me miraste y que viniste,
me encontré pobre y me palpé desnuda.
Ninguna piedra en el camino hallaste
más desnuda de luz en la alborada
que esta mujer a la que levantaste,
porque oíste su canto, la mirada.
Yo callaré para que no conozcan
mi dicha los que pasan por el llano,
en el fulgor que da a mi frente tosca
en la tremolación que hay en mi mano…
Es noche y baja a la hierba el rocío;
mírame largo y habla con ternura,
¡que ya mañana al descender al río
lo que besaste llevará hermosura!


Gabriela Mistral

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