sábado, 8 de octubre de 2011


 Las marcas
de lo sublime


Rafael Paternain

 La política de comunicación del Ministerio del Interior ha alcanzado cotas sublimes. Los publicistas quedarán perplejos ante tanta osadía, y atinarán apenas a reconocer que el simplismo no es lo mismo que la sencillez. La mirada feminista advertirá que el rostro amable y protector de la mujer policía se halla sobre representado en un mundo que, en verdad, reproduce los valores del machismo, y concluirá que una vez más la publicidad es sexista. Los ejecutores de las políticas sociales en el territorio envidiarán el soporte y el mensaje para lidiar con la exclusión y la segregación urbana.
La estigmatización es un abigarrado proceso de construcción de “marcas” y “malas reputaciones” que combina prácticas y juegos simbólicos de alta complejidad. La marca discrimina, separa y excluye: la “otredad” queda arrinconada en un espacio y cubierta por una constelación de prejuicios morales elaborados por prácticas institucionales microscópicas y cotidianas. Aunque no es el único actor, la policía juega un papel central en la designación y distribución de las marcas del estigma. La mera pretensión de revertir esos procesos con un puñado de afiches deja al desnudo una ignorancia demagógica que debe ser interpelada desde una perspectiva de izquierda.
En rigor, este borrador publicitario es un indicador elocuente de la naturaleza de la política de seguridad ciudadana a la que estamos asistiendo. El ejercicio tradicional de un policiamiento reactivo (operativos de saturación, tolerancia cero, selectividad en base a un trabajo de “inteligencia”, etc.) supone, con independencia de sus discutibles resultados, el despliegue de una maquinaria esencialmente estigmatizante. La violencia simbólica y material para gobernar la exclusión social queda reflejada -con perfecto cinismo- en la expresión “yo los protejo”.
La propia idea de la campaña es un reconocimiento de esa violencia. Los afiches juegan como un lenitivo para amortiguar los “efectos secundarios” o los “daños colaterales”. Pero el resultado es el opuesto, pues usa las mismas herramientas morales que las políticas de control para “marcar” a los barrios. 
Sería un error quedarse en el análisis de los quilates intelectuales de tanto talento creativo. El problema está en otro lado. Esos afiches al viento son un síntoma más de una concepción conservadora y de una moral de derecha que adornan esa pesada lápida que aplasta las posibilidades de pensar y hacer de un proyecto auténticamente progresista en el campo de la seguridad ciudadana. Aquellos que logren mantener a raya la indignación y el desasosiego, podrán disfrutar en paladar propio este ejemplo de comicidad involuntaria, y aprenderán así  que lo ridículo también tiene sus derechos en el mundo de lo sublime.


*Rafael Paternain, Sociólogo. Ex Director del Observatorio de Violencia y Criminalidad del Ministerio del Interior, cargo al que renunció en 2010 por diferencias con el Ministro Eduardo Bonomi.

 Extraído de: http://www.voces.com.uy/

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