De como antiguos documentos pusieron al descubierto la conspiración
contra el caballero Louis Suarés, campeón de “los celestes”, y digno
representante de los “sudakas”
Ángel Juárez Masares
Había una vez un hombre que había nacido en una
pequeña, humilde, e ignorada región del planeta (tan pequeña, humilde e
ignorada como este escriba), donde sus habitantes cultivaban hermosas y jugosas
frutas.
Dedicado
que hubo nuestro mozo su vida a las justas deportivas, sus virtudes lo llevaron
a ser portador del Estandarte número nueve de “Los Celestes”, equipo de
Caballeros de las tierras a las que llamaban Tercer Mundo (aunque ellos solían
referirse a tales regiones como “El Kulo del ídem”).
Tratábase
del campeón Louis Suarés, quien pronto partió a lucir sus habilidades en los
dominios de la rubia Albión, pequeña y lejana comarca donde una anciana llamada
Eli Zabés, reinaba sobre su pueblo desde
un coqueto e inmenso palacio conocido como Vaquingam (aunque en realidad al
bacalao lo cortaba Sir David Camarón).
Cuenta
la historia que tanta era la pasión de aquellas gentes por las justas
deportivas, que instituyeron un premio para el gran Campeón, al que dieron por
nombre la “Lanza D´or”. Sin embargo el asunto tornóse en problema cuando
nuestro hombre hizo sobrados méritos para hacerse acreedor a tan cara presea.
Antiguos
documentos a los que pudo tener acceso este humilde escriba, previo pago de
alguna prebenda (acto que siglos mas tarde sería llamado “coima”) permitieron conocer las intrigas urdidas en la Real Casa para dejar
fuera de la premiación a uno de los mejores Caballeros del mundo.
De la
lectura cuidadosa de los pergaminos aludidos, se desprende que para los
soberbios rubios de aquella parte del orbe era una verdadera afrenta que tal
reconocimiento fuera a parar a manos de un “Sudaka”, otro de los motes
atribuidos a los hombres de esa vulgar especie.
Fue
entonces que una brumosa tarde en la que cruzaron lanzas el caballero Louis y
el moro Hebra, el primero saludóle diciendo: “¡que hacés negro!” , lo cual fue
aprovechado (ipso el pucho) por los rubios para gritar a los cuatro vientos:
“¡racista, el caballero Louis es racista!... ¡es un discriminador!”.
Relatos
orales dicen que no faltó quien propusiera llevar a nuestro Campeón a la
hoguera, y que otro se contuvo segundos antes de acusarlo de pirata (sin duda
al darse cuenta que los piratas eran ellos).
La
indignación de aquellos nobles cobró entonces tan magnitud, que de inmediato
solicitaron se reuniera la FIFA
(leer textual) que son los que te hacen eso cuando algo
no conviene a sus intereses.
Ahí
estuvo una vez más la voz siempre atinada y oportuna de Sir Joseph Vlaiter para
poner las cosas en su lugar restando importancia al tema, y asegurando que los
insultos se solucionan con un apretón de manos.
No
obstante los ofendidísimos rubios desataron críticas en el Reino, le pidieron
la renuncia, y se encargaron de ponerle los jubones al sol.
Se
supo también que Sir David se reunió una noche con “La Dama de Lata” para solicitar
su apoyo, pero como la anciana señora le propuso a cambio recortar los gastos
sociales e incrementar el monetarismo para botar barcos de guerra, el hombre
prefirió dejar las cosas como estaban.
El
final de esta historia no pudimos conocerla, pero suponemos que el pobre
Caballero Louis debió resignar sus virtudes ante los poderosos, pero como la
falta de documentación nos haría entrar en el campo de las especulaciones,
preferimos no hacerlo.
Moraleja:
Si tenéis entre tus amistades
algún negro, procurad no referirte a él por su color, pero si tú mismo eres de
esa raza, putear podéis a los blancos sin pudor.
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