viernes, 27 de enero de 2012

EL CUENTITO MEDIEVAL

De como en el primer mes de 1512
“los grotescos” la comarca gobernaron, pues como hacía mucho calor los principales de palacio se borraron

Ángel Juárez Masares
 Había una vez en una pequeña y lejana comarca un Señor feudal que reinaba sobre su pueblo desde un antiguo y coqueto palacio.
Algunos documentos fechados a mediados del primer mes del año 1512, dan conocimiento de curiosos sucesos acontecidos en la aldea que se levantaba a orillas del Gran Lago Negro.
Sin embargo, antes de comenzaros a relatar detalles desos, debo recordar a quienes no estén apercibidos, quienes eran los personajes conocidos como “los grotescos”; pese a que muchos de ustedes los conocéis pues en mas de una oportunidad han sido protagonistas de estas historias.
Tratábase de personas que a las que la naturaleza los había bendecido con capacidades diferentes a las que poseía la mayoría de los habitantes comarcanos. Varios reyes pasaron por el trono de la Gran Comarca del Sur, aquella de la bahía poco profunda y del cerro solitario, antes que “los grotescos” fueran reconocidos como iguales.
Fue entonces que dejaron de ser motivo de burla de los menesterosos de espíritu, y se ganaron su lugar en las sociedades a fuerza de trabajo, tesón, y una entrañable bondad que los acompañaba más allá de cualesquiera circunstancia.
Refrescado que hemos la memoria de nuestros amados Cofrades, procederé a organizar estos antiguos pergaminos, algunos de los cuales he tenido que planchar entre dos losas calientes previo humedecido con una solución de agua regia y extracto de alcanfor.
Dice uno de ellos (el cual por su lectura colijo es el primero pues no están numerados, ni firmados):
“A los quince días del primer mes de 1512, algunos asuntos de interés popular lleváronme a solicitar una cita con el Señor feudal. Como es de rigor mandé nota a su secretario, pero no obtuve respuesta. Dirigíme entonces al lacayo siguiente en la escala descendente en cuya pirámide encontrábase el Amo. Nones. Continuado que hube el descenso jerárquico terminé en el portero de palacio, que dormíase abrazado a una trompeta que le había regalado un músico de otra comarca.
Díjome el portero: el Señor feudal no está, fuese a su mansión de campo a cabalgar en sus pequeños caballitos. Tampoco el secretario está, fuese a la casa de campo del Señor, y aunque tiene que dormir en el establo no quiere estar lejos del Amo (no se sabe si por lealtad, o por temor a que alguien le birle el puesto).
Sir Ferdinand De Vor´s no está, fuese a su casa de campo a “poner en orden”  las cuentas de palacio (aduce necesitar intimidad).
Alex Unvago no está, fuese a otras comarcas en busca de buenos vientos pues insiste en su afán de volar a toda costa (ya se comunicó con Icaro, quien le advirtió que la cera no funciona).
Sir Andrews Ramiz no está, fuese a Charles Peace a hacer temporada con la obra “Bajos instintos” (que siglos después le sería plagiada por Michael Douglas).
En suma, nadie queda en palacio que atienda a nadie, ni siquiera a los enviados del Rey Joseph “El Feo”, que llegaron en  sus carruajes a presenciar un festival de músicos que tocan en la calle (tuvieron que pernoctar en la ídem debido a las ausencias antes mencionadas).”
El segundo pergamino estudiado dice:
“La ausencia total de las autoridades palaciegas hizo que alguien (no se pudo saber quién) pusiera a varios “grotescos” en los puestos vacantes como para disimular, pensando seguramente que harían lo mismo que los titulares: nada.
Sin embargo en pocos días la aldea comenzó a percibir grandes cambios. Las arcas palaciegas guardaron celosamente los maravedíes aportados por el pueblo en sus impuestos. Los números estampados en los libros eran reales; la amabilidad retornó a los scriptoriums, las calles estaban limpias del estiércol de las cabalgaduras, y los retretes limpios del estiércol de los humanos. Los visitantes que llegaban a la comarca de la insignia del Zor-Hete retornaban a sus lugares de origen agradecidos y agradados, y en cada sección de palacio trabajaba con denuedo un grotesco idóneo en su función”.
El último pergamino está roto deliberadamente. Basta solo observar el corte limpio de una afilada navaja que pretendió cercenar la verdad, pero que –aún así-no pudo ocultarla.
Nada sabemos entonces de lo ocurrido al regreso del Señor y sus acólitos, pero no obsta ello para demostrarle al mundo quienes eran los que tenían capacidades diferentes.
Quedó claro en esos días quienes habían sido capaces de gobernar con soberbia. Quienes lo habían hecho con estulticia; quienes habían sido inmorales, y quienes eran capaces de ejercer la mezquindad sin complejos ni pudor.

Moraleja:
                Triste es el destino de quienes pudiendo hacer historia, quedarán en la memoria de los pueblos como nabos (con el perdón de Joseph) debí decir en este caso: zanahorias.

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