EL CUENTITO MEDIEVAL
De como el
Escriba recibió en la alta noche al visitante de las sombras, y de la charla
secreta que tuvieron
Escriba medieval
Amados Cofrades: Han pasado ya algunos días desde que aconteció el
episodio que hoy deseo relataros, aunque en realidad no pensaba hacerlo porque
no deja de ser un suceso de poca monta. Sin embargo lo he pensado bien y por lo
tanto os lo contaré.
Era una noche tormentosa. La
lluvia caía casi horizontal empujada por un cierzo helado que de a ratos
arreciaba incompasivo. Mi cansancio habitual por la lógica de los años y largas
jornadas de trabajo, sumíamne por las noches en profundo sueño. La hornacina
que ardía en mis aposentos calentaba las losas de mi torre, y las mantas del
camastro los huesos del humilde.
Destos asuntos se entiende que mi sueño perduraba siempre mas allá
de las tormentas, porque –entre otras razones- mi espíritu tenía demasiada paz
para que Zeus lo alterara con sus rayos celestiales.
Sin embargo la noche que os refiero, mezclados con la lluvia y el
tronar llegaron otros golpes. Alertado que fui por frenético sonido que nada
tenía en común con el meteoro, bajé hasta el scriptorium y escuché… no tardaron
en repetirse bastonazos en la puerta que alguien daba como quien pretende
abatir la fortaleza.
Abrí entonces la pequeña tronera, y entre relámpagos vislumbré una
sombra entre las sombras.
-¡Abrid Maestro! ¡Dejadme entrar por ventura de los dioses!- clamó
la sombra apenas recortada en la gran sombra.
-¿Quién osa a estas deshoras importunar mi sueño? -inquirí mas
curioso que enojado.
-Soy… dijo la sombra, y su nombre perdióse con el trueno.
-¿Qué cosa poseo que alguien quiera para si?- Pensé por un momento.
-¿Qué cosa que no sea la vida puedo perder?- Pensé de nuevo… y
descorrí el cerrojo.
-¡Gracias Maestro! ¡Gracias! ¡Y perdonadme por ser inoportuno…mas…
de importantes noticias soy portador esta noche!
-Cálmate, respira, y sécate un poco. Os daré una manta por cubriros
y un trago de aguardiente.
-¡Gracias Maestro! ¡Gracias!-
-¡Deja ya de agradecer! ¡Y de llamarme Maestro! Solo soy un aprendiz
de todo, y además “el ignorado”.
Bebió el visitante dejando caer un hilo de licor por cada comisura
de la boca, y sentóse junto a la lumbre que acababa de avivar.
-Habla –dije- y que lo que tengas que decir te justifique.
-Sabes –comenzó diciendo el casi sombra- el Señor está débil y se
gesta una revuelta.
-¡Vaya novedad! ¡Si esa es la noticia por donde llegaste puedes
irte!
-No es la debilidad del Poder la que refiero. Es la de su cuerpo a
la que aludo.
-¿Y qué tengo yo que ver con eso? No soy ni médico, y hechicero
menos.
-Ocurre que en los pasillos de Palacio se conspira.
-Siempre se conspira en los pasillos de Palacio. Aún cuando los
reyes están fuertes.
-Los gestores del asunto desean tu consecuencia. El pueblo respeta
tu saber, y atento estará entonces a tus huellas.
-¿Olvidas acaso que ese pueblo me ha ignorado? ¿Por qué suponen los
traidores que habré de acompañarlos? ¿Tan escaso entendimiento tienen que no
admiten alguien diferente?
-Varios son los que ven con demencial deseo el sillón del Amo, y
como vos has criticado algunos procederes…
-Puedo yo haber criticado procederes, y haciéndolo habré de continuar.
Pero eso no significa que levante mi pluma contra el débil. Igual… nada le
digas a los conspiradores desta guisa, no lo entenderían. El chacal aguarda que
se alimente el lobo para roer los restos, y la rata que el chacal lo haga; el
gusano vendrá luego, y mas tarde los minúsculos habitantes de la tierra harán
el resto. Nada tengo que hablar con quienes están al final de esa cadena.
-Te tratarán de soberbio.
-Nadie sabe mejor que ellos que soy un hombre lleno de
defectos…además de viejo. Cada uno de los que ahora conspiran me conoce.
-¿Qué haré entonces? ¿Qué aconsejas?
-Tú estás muy cerca del Señor, de modo que ve y dile que has estado
en mi morada. Que no habré de visitarlo, pero si una noche necesita una tisana
que te envíe a por ella. El humilde puede traspasar la armadura de un hombre
con su pluma. Pero no lanzará una gota de tinta contra el débil. Dile eso a tu
Amo…nada mas. Se que no habrá de responderte, pero su silencio será para mi
como leer un pergamino a pleno día.
Amanecía cuando el visitante perdióse entre la bruma. La tormenta
tronaba allá, muy lejos, y entonces empuñé un canuto nuevo y escribí:
Moraleja:
No os preocupéis cuando las
ratas salten de tu barco; no irán lejos. Cobardes y traidores acaban siempre,
dejando en un vil charco su pellejo.
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