“Sarmiento,
el hijo”
Matías
Rótulo
Fue uno
de los hombres que forjó la patria argentina. Su retrato de hombre serio,
combativo, nada simpático, tuvo una niñez, un pasado. ¿Cómo era la madre de aquel
niño lector compulsivo, después Presidente de una nación? Un hombre que se
construyó a sí mismo por medio de sus escritos ¿Fue capaz de construir
literariamente a quien le dio vida? ¿O habrá reconstruido históricamente a su
madre a partir de sí mismo?
Paula
Albarracín de Sarmiento, ocupa un capítulo en “Recuerdos de provincia”[i]. Dicho capítulo se llama “Historia de mi madre”. Sarmiento
se confiesa así como hijo aunque su intención parece ser la de reafirmar como
político, heredero de una tradición familiar, educado, lector empedernido,
reformador de la educación, fundador de escuelas, enemigo de Rosas, Facundo
Quiroga y Artigas, autodidacta y político.
En la obra, utiliza fuentes escritas (inclusive cierra la
obra con un repaso de su propia bibliografía, sus escritos repasados como para
dejarse plasmado a sí mismo en su propio libro) pero también orales. No faltan las
narraciones familiares que desfilan en testimonio de Sarmiento reconstruyendo
su propio árbol genealógico. De allí que algunas veces se lo acuse a Sarmiento
de cometer errores en la historia, tal vez por cierta imprudencia al dejarse
llevar por sus propios sentimientos y recuerdos.
Para llegar al capítulo sobre su madre hay que transitar por
una gran cantidad de parientes lejanos, la mayoría hombres, que son
constructores de idea, de cambios, de principios que Sarmiento prefirió ubicar
antes que a la constructora de su vida inicial. Los Sarmiento y los Oro
desfilan como héroes de su idea, pero también de la historia religiosa y
política de Argentina. Sarmiento es consciente de la manipulación del orden
cronológico para sus propios fines. No comienza Recuerdos de Provincia con su
nacimiento[ii], dice Silvia Molloy.
Es así que el narrador expresa: “siento una opresión en el
corazón al estampar los hechos de que voy a ocuparme”[iii]. Es en este momento donde el yo se impone al autor. Es el
narrador el que habla en la primera persona que debe tener cualquier
autobiografía que se precie de tal.
La fuente principal en el capítulo donde refiere a su madre
son dos: como siempre sus lecturas, como siempre sus pasiones.
El distanciamiento provoca que el capítulo no se llame como
otros donde la primera persona se impone. En “Mi educación” capítulo donde el
yo es el protagonista, el título revela en el posesivo el interés primario. En
“El hogar paterno” el alejamiento parece mayor producto de la propia historia
de lejanías que cuenta el narrador.
Cuando se refiere a su madre es un alejamiento académico (o
un acercamiento). Es el capítulo sobre “La historia de mi madre”. Es su madre
la única merecedora de tener una “historia” a pesar de que Sarmiento cuenta
historias de familia, su familia, su tierra.
Domingo Faustino Sarmiento en su etapa militar |
El hijo Domingo Faustino habla de su madre desde una
perspectiva científica, la de la Historia. Pero no
tarda en la narración, hacer que se imponga otro rasgo que le da a la historia
de su madre, un carácter diferenciado: la comparación religiosa. “Todos los que
escriben de su madre lo hacen con ternura”[iv] dice el narrador destacando un aspecto que no debe dejarse
pasar: Sarmiento fue un lector empedernido y no ha leído solo textos, también
ha escuchado narraciones ajenas. Todos hablan con ternura, pero Sarmiento va
más allá, porque no es ni él ni su madre igual al resto de los mortales, igual
a ese “todos”.
Sarmiento es un biógrafo de su madre, un autobiógrafo de sí
mismo, un lector que no se escatima en elogios, un hijo que quiere a su madre,
un historiador, un hombre que se reconoce en una sociedad que respeta a la
madre, un católico, un católico que considera que “la madre para el hombre es
la personificación de la providencia”[v], etc.
Es en la figura de la
madre donde sus fuentes se unen: las lecturas religiosas, su fe, su amor por su
madre, su amor por sí mismo.
A su madre la
diferencia, y por ende se diferencia a sí mismo al compararla con una divinidad.
Ella no es como la madre de todos, pero es como la madre de un santo. Es ella y
él al mismo tiempo exaltado como superiores, distintos. “San Agustín elogió
tanto a la suya, que la
Iglesia la puso a su lado”[vi], explica justificando que si San Agustín mereció a su madre
junto a su tumba, él también es merecedor de su madre. “La mía (su madre)… Dios
lo sabe, es digna de los honores de la apoteosis”[vii], concluye para terminar de concluirla como merecedora de la
devoción religiosa.
La fe religiosa de Sarmiento, su educación, se revela ni
bien se repasa la historia de su familia. El Fray Justo de Santa María de Oro,
Domingo de Oro hijo mayor de don José Antonio Oro, hermano del presbítero y
obispo Domingo de Oro, el Obispo de Cuyo, entre otros, muestran una relación directa
entre la familia de Sarmiento y la
Iglesia.
Una
construcción interesada
Si hay algo a lo que Sarmiento le brinda verdadera
importancia (entre otros) es a la lectura, al conocimiento, a la escritura. Es
su madre encierra la justificación de sus pasiones, como justificando cierta
carga (hoy diríamos) genética. Si Sarmiento se ocupó de delinear su
personalidad política y pública en base a los buenos ejemplos de su árbol
genealógico, y los contactos que él como niño tuvo con sus antecesores, ¿Por
qué no pensar en cierta justificación de su existencia en la persona que
justamente forma parte del delineamiento de la primera personalidad del sujeto?
Una constante de Recuerdos de Provincia, cuando Sarmiento
intenta reconstruir la historia de su provincia de la que no quedan testimonios
escritos, es la frase “cuéntame mi madre”.[viii]
El recuerdo de la infancia o la adolescencia, es tan útil
como lo es en el presente del narrador. “Por fortuna, téngola aquí a mi lado, y
ella me instruye de cosas ignoradas por mí, olvidadas de todos”[ix], dice reafirmando la presencia de su progenitora.
De todas formas Sarmiento no pudo mezclar sus dos pasiones,
su madre y sus libros, pues su madre no sabía leer[x].
“Sabía leer en su juventud, habiendo perdido por el desuso
esta última facultad cuando era anciana”[xi].
Sarmiento pudo tanto elevarla a un carácter casi
santificado, como describirla en su penuria diaria. “Cada familia es un poema”…
decía para justificar que a los 76 años, Ana Paula Albarracín, su madre, “en su
avanzada edad conserva apenas rastros de una beldad severa y modesta. Su
estatura elevada, sus formas acentuadas y huesosas, apareciendo muy marcados en
su fisonomía los juanetes, señal de decisión y de energía he aquí todo lo que
de su exterior merece citarse, si no su frente llena de desigualdades
protuberantes, como es raro en su sexo”[xii].
Lily Sosa de Newton, autora del libro, “Diccionario
bibliográfico de las mujeres argentinas” (Plus Ultra, 1986), dijo en una
entrevista que al iniciar su trabajo de recopilación de historias de mujeres
argentinas “me acuerdo que la primera biografía que escribí (empecé por
personajes que pertenecían al pasado, no por las modernas) fue la de Paula
Albarracín de Sarmiento. Siento una gran admiración por ella, porque era... era
un "macho". Sin marido, andaba siempre viajando para que no faltara
un peso en la casa, ella era el hombre de la casa. Era una maravilla, sabía de
todo”[xiii].
Sarmiento, así como se muestra a sí mismo como un lector
experimentado, un lector apasionado y decidido desde chico, sabe que aventaja a
su madre. Pues la vida de su madre así lo imponía.
La imagen de Sarmiento en brazos de su madre parece
difuminarse. Pues es el hombre el que escribe sobre su progenitora. Los
recuerdos de familia parecen no pasar lo más íntimo dentro del hogar de San
Juan. Sin embargo, algunos detalles se pueden ver vestigios de lo que para
Sarmiento, también es motivo de favorecimiento frente al público. Una buena
madre cría buenos hijos.
De hecho, Sarmiento distinguió así a sus enemigos. Al referirse
a Rosas en “Facundo” explica “ya he dicho que su madre, de un carácter duro,
tétrico, se ha hecho servir de rodillas hasta en los últimos años; el silencio
lo ha (a Rosas), rodeado durante su infancia y el espectáculo de la autoridad y
la servidumbre han debido dejarle impresiones duraderas”[xiv].
Lo que Sarmiento busca es la autenticidad de su lucha. Según
Ricardo Piglia, “la autoficción es una manera de dar lugar a un sujeto que está
escribiendo el texto, o tiende a parecer así”[xv].
Sarmiento intenta así legitimarse, pero también desafiar a
sus contrincantes como incasablemente lo hizo desde su prosa en artículos y
libros.
Decía Sarmiento en el capítulo donde se refiere a su madre
en Recuerdos de Provincia “Yo creo firmemente en la transmisión de la aptitud
moral por los órganos, creo en la inyección del espíritu de un hombre en el
espíritu de otro por la palabra… Jóvenes hay que no conocieron a sus padres,
ríen, accionan, gesticulan como ellos”[xvi].
Sabiendo esto de su enemigo Juan Manuel de Rosas, Sarmiento describe
a su madre particularmente:
●
Proveniente
de una familia popular en San Juan que Sarmiento describe al inicio de su
libro.
●
Religiosa:
“la religión de mi madre es la más genuina versión de las ideas religiosas de
Don José Castro[xviii]”.
●
Cuenta
con la admiración de Domingo F. Sarmiento: “tiene mi madre pocas devociones, y
las que guarda revelan las afinidades de su espíritu a ciertas alusiones, si
puedo expresarme así, con la de los santos del cielo”[xix].
●
Era una
mujer humilde: “La posición social de mi madre estaba tristemente marcada por
la menguada herencia que había alcanzado hasta ella”[xx].
Estos son algunos de los motivos por el cual Sarmiento se
define como un hombre de bien. La madre, su madre es motivo de muestra de su
educación. Así como la madre de Rosas pecaba de autoritaria, la suya tenía las
cualidades de una gran mujer.
Si Sarmiento refiere a su madre de la manera que lo hace, es
por una posición de hombre. Un hombre que en la galería de personajes que
motivas su autobiografía, la autobiografía de su pequeña patria, la provincia
de San Juan, queda desplazado su propio padre. “Con estos elementos, la noble
obrera se asoció en matrimonio, con do José Clemente Sarmiento, mi padre, joven
apuesto, de una familia que también decaía como la suya, y le trajo en dote la
cadena de privaciones y miserias en que pasó largos años de su vida. Era mi
padre un hombre dotado de mi cualidades buenas, que desmejoraban otras, que, sin
ser malas, obraban en sentido opuesto”[xxi].
Nótese que Sarmiento destaca a su madre, pero junto a ello
nunca emplea la palabra “amor”. Tampoco lo hace para referirse a la unión con
su padre. Destaca la “asociación”, con aquel hombre.
De todas formas, Sarmiento enfatiza el interés de su padre
por el estudio de su hijo. Un padre peón que dijo –según Sarmiento-, “mi hijo
no tomará nunca una azada”, algo que el propio Sarmiento admite que se cumplió[xxii]. Pues fue un intelectual que construyó, se construyó a sí mismo,
a su patria, y si patria proviene de “padre”, no podía dejar afuera a su propia
madre.
●
“La conciencia de un niño. Catesismo de la
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Beverly,
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OTRAS FUENTES
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●
Revista
de la Biblioteca
Nacional “Escrituras del yo”. BN, época III, año 4-5,
Montevideo, 2011. Impreso.
Notas
[ii] Molloy, Silvia, pág. 256.
[iii] Recuerdos de provincia, pág. 106.
[iv] Recuerdos de Provincia, pág. 107.
[v] Recuerdos de Provincia, pág. 107.
[vi] Recuerdos de Provincia, pág. 107.
[vii] Recuerdos de provincia, pág. 108.
[viii] Molloy, Silvia, pág. 30.
[ix] Recuerdos de Provincia, pág. 108.
[x] Molloy, Silvia, pág. 31.
[xi] Recuerdos de Provincia, pág 109.
[xii] Ídem.
[xiii] Leone, Lucia – Martín, Ana Laura. “Una
mujer como tantas otras, que escribe”. Revista Mora, Vol 15, N°1, Buenos Aires,
enero / julio 2009. Internet. Recuperado el 3 de octubre de 2011. Sitio: http://www.scielo.org.ar/scielo.php?pid=S1853-001X2009000100006&script=sci_arttext&tlng=en
[xiv] Facundo, 158.
[xv] Piglia, Ricardo (entrevista) en ”Escrituras del yo, razones para una
revista”. En Revista de la Biblioteca Nacional “Escrituras del yo”. BN,
época III, año 4-5, Montevideo, 2011. Impreso.
[xvi] Recuerdos de provincia, pág. 109.
[xvii] Recuerdos de provincia, 109.
[xviii] En el capítulo dedicado a la historia de
su madre, pág. 109 y 110, se lee una detallada explicación sobre la vida de Don
José Castro, clérigo de San Juan, hombre respetado por todo el pueblo y en
particular por los Sarmiento Albarracín.
[xix] Recuerdos de provincia, pág. 111 – 112.
[xx] Ídem.
[xxi] Recuerdos de provincia, pág. 114 – 115.
[xxii] Ídem.
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